?Que importancia podia tener? No sabia nada de pintura; consideraba que era un arte menor, util unicamente como elemento decorativo, interesante solo para algunos aristocratas vanidosos y ricos dispuestos a pagar para hacerse un retrato halagador. Ademas, Hunter estaba convencido de que los pintores eran personas vulgares que vagabundeaban como gitanos de un pais a otro en busca de un mecenas que patrocinara su trabajo. No tenian hogar ni raices, eran hombres frivolos que no sentian ningun apego fuerte y solido por su tierra natal. Hunter, a pesar de que sus padres habian emigrado de Inglaterra a Massachusetts, se consideraba totalmente ingles y un protestante apasionado. Estaba en guerra contra un enemigo espanol y catolico y no comprendia que alguien no fuera tan patriotico como el. Preocuparse solo de la pintura le parecia un empeno absolutamente vacuo.
Y, sin embargo, los pintores seguian vagabundeando. Habia franceses en Londres, griegos en Espana e italianos por todas partes. Incluso en tiempos de guerra, los pintores se movian libremente, sobre todo los italianos. Abundaban los italianos.
?Por que le importaba?
Siguio andando por el barco a oscuras, yendo de canon en canon. Toco uno de ellos. En la culata tenia grabado un lema.
SEMPER VINCIT
Aquellas palabras se burlaban de el. No siempre, penso. Sin hombres para cargar, apuntar y disparar, no. Toco las letras, pasando los dedos sobre la inscripcion, sintiendo la suave curva de la S, las lineas bien definidas de la E.
SEMPER VINCIT
Habia mucha fuerza en la concision del latin: dos breves palabras, duras, marciales. Los italianos habian perdido esta cualidad; los italianos eran blandos y ceremoniosos, y su lengua habia cambiado para reflejar esa blandura. Habia pasado mucho tiempo desde que Cesar habia dicho secamente: Veni, vidi, vici.
VINCIT
Esa palabra parecia sugerirle algo. Miro las lineas nitidas de aquellas letras y, de repente, en su mente aparecieron otras lineas, lineas y angulos, y volvio a los griegos y a la geometria euclidiana, aquella que tan mal se lo habia hecho pasar de nino. No habia logrado entender nunca por que era importante que dos angulos fueran iguales a otro o que la interseccion de dos lineas estuviera en un punto o en otro. ?Que diferencia habia?
Recordo la pintura de Cazalla, una obra de arte en un navio de guerra, fuera de lugar, completamente inutil. Ese era el defecto del arte: no era practico. Con el arte no se vencia a nadie.
VINCIT
Vence. Hunter sonrio por la ironia de aquel lema, inscrito en un canon que no serviria para vencer absolutamente a nadie. Aquella arma, para el, era tan inutil como el cuadro para Cazalla. Inutil como los postulados de Euclides. Se froto los ojos cansados.
Todos aquellos pensamientos no lo habian llevado a ninguna parte. Estaba girando en circulos sin sentido, sin objetivo, sin destino, solo movido por la persistente inquietud de un hombre frustrado que estaba atrapado y buscaba en vano una salida.
En aquel momento oyo el grito que los marineros temen mas que ningun otro.
– ?Fuego!
29
Hunter corrio a la cubierta superior y llego a tiempo de ver seis botes en llamas que se dirigian hacia el galeon. Eran las largas chalupas del barco revestidas de brea, que ardian con intensidad y avanzaban iluminando las placidas aguas de la bahia.
Se maldijo por no haber previsto esa maniobra: el humo que habia visto en la cubierta del barco era una pista evidente, que Hunter no habia sabido leer. Pero no perdio el tiempo en recriminaciones. Los marineros de El Trinidad ya saltaban por la borda sobre las barcas del galeon; pronto salio la primera, con los hombres remando furiosamente hacia los botes incendiados.
Hunter se volvio bruscamente.
– ?Donde estan nuestros vigias? -pregunto a Enders-. ?Como ha ocurrido esto?
Enders sacudio la cabeza.
– No lo se, los vigias estaban apostados en aquella punta arenosa y sobre la playa de atras.
– ?Maldicion!
Los hombres se habrian dormido haciendo guardia o unos espanoles habrian nadado hasta la costa en la oscuridad, los habrian sorprendido y los habrian matado. Miro como la primera de las lanchas llena de marineros luchaba desesperadamente contra las llamas de un bote. Intentaban con golpes de remos darle la vuelta y desviarlo de su curso. Uno de los marineros empezo a arder y se lanzo por la borda gritando.
Hunter salto por la borda a una de las lanchas. Mientras los marineros remaban, y antes de acercarse a los botes incendiados, se mojaron con agua de mar. Hunter miro atras y vio que Sanson estaba al frente de otra lancha del Cassandra para unirse a ellos.
– ?Bajad la cabeza, muchachos! -grito Hunter, cuando entraron en ese infierno.
Incluso a una distancia de cincuenta metros, el calor de las barcas incendiadas era insoportable; las llamas se elevaban agitandose en la noche; grumos de brea ardiente estallaban y salpicaban en todas direcciones, siseando en el agua.
La siguiente hora fue una pesadilla. Uno por uno, embarrancaron los botes incendiados o los desviaron hacia el mar hasta que los cascos se quemaron y se hundieron.
Cuando Hunter volvio finalmente al barco, cubierto de hollin y con la ropa hecha jirones, cayo inmediatamente en un sueno profundo.
Enders lo desperto a la manana siguiente con la noticia de que Sanson estaba en la bodega de El Trinidad.
– Dice que ha encontrado algo -anuncio Enders dubitativamente.
Hunter se vistio y bajo las cuatro cubiertas de El Trinidad hasta la bodega. En la cubierta inferior, que apestaba a excrementos del ganado situado en el puente de arriba, encontro a Sanson sonriendo con satisfaccion.
– Ha sido una casualidad -dijo Sanson-. No puedo atribuirme el merito. Ven a ver.
Sanson lo acompano al compartimiento de lastre. El pasaje, estrecho y bajo, olia a aire caliente y a agua de sentina, que se se movia adelante y atras con el suave balanceo del barco. Al ver las piedras que hacian de lastre, Hunter fruncio el ceno; no eran piedras, tenian una forma demasiado regular. Eran balas de canon.
Cogio una y la sopeso en una mano. Era de hierro y estaba resbaladiza por el limo y el agua de sentina.
– Unas cinco libras -dijo Sanson-. No tenemos nada a bordo que dispare proyectiles de estas dimensiones.
Sin dejar de sonreir, llevo a Hunter a popa. A la luz de un farol vacilante, el capitan vio otra forma en la bodega, medio sumergida en el agua. La reconocio inmediatamente: era un canon mas pequeno que una culebrina; un modelo que ya no se utilizaba en los barcos. Habian dejado de utilizarse hacia treinta anos, superados por canones rotatorios mas pequenos o por otros mucho mas grandes.
Hunter se inclino a mirar el canon, rozandolo con las manos bajo el agua.
– ?Crees que disparara?
– Es de bronce -afirmo Sanson-. El Judio dice que funcionara.
Hunter toco el metal. Al ser de bronce, no se habia oxidado demasiado. Volvio a mirar a Sanson.
– Entonces daremos a los espanoles su misma medicina -dijo.
El canon, por pequeno que fuera, tenia una culata de dos metros de bronce macizo que pesaba cerca de ochocientos kilos. Tardaron casi toda la manana en arrastrarlo hasta la cubierta de El Trinidad. Despues lo bajaron por encima de la borda hasta un bote.
Con aquel calor, el trabajo fue agotador y tuvo que realizarse con suma delicadeza. Enders grito ordenes y maldiciones hasta que se quedo ronco, pero por fin el canon se deposito en la barca con tanta delicadeza como si fuera una pluma. El bote se hundio peligrosamente con el peso. La borda apenas asomaba unos centimetros por encima del agua. Pero navego con estabilidad hasta la playa mas alejada.