por una ventana del segundo piso y huyo saltando por los tejados de Londres. Un agente de policia la detuvo al dia siguiente y le pregunto de donde habia sacado tanto oro una muchacha tan joven como ella. Le quito el oro y la encerro en la prision de Bridewell.

Alli languidecio durante semanas hasta que lord Ambrit- ton, un caballero animado por un espiritu civico, fue de visita a la prision y se fijo en ella. Anne sabia desde hacia tiempo que los hombres encontraban agradable su aspecto. Lord Ambrit- ton no fue una excepcion. Hallo la forma de llevarsela en su carruaje y tras algunos escarceos amorosos, que ella complacio, prometio mandarla al Nuevo Mundo.

Al cabo de poco tiempo, Anne se encontro en Plymouth, y despues a bordo del Godspeed. Durante la travesia, el capitan Morton, un hombre joven y vigoroso, se encapricho de ella, y como en la intimidad de su camarote la invitaba a carne fresca y a otras exquisiteces, ella se alegro de conocerle y de renovar su amistad practicamente cada noche.

Por fin llego a aquel lugar nuevo, donde todo le parecio raro y desconocido. Sin embargo, no sintio miedo porque estaba segura de que gustaria al gobernador, al igual que habia gustado a los otros hombres que habian cuidado de ella.

Terminado el bano, la vistieron con un traje de lana tenida y una blusa de algodon. Era la ropa mas refinada que se ponia en mas de tres meses, y le produjo un momento de placer sentir la tela sobre la piel. La negra abrio la puerta y le hizo una sena para que la siguiera.

– ?Adonde vamos?

– A ver al gobernador.

La acompano por un largo y ancho pasillo. El suelo era de madera, pero irregular. A Anne le parecio extrano que un hombre tan importante como el gobernador viviera en una casa tan tosca. Muchos hombres corrientes de Londres tenian viviendas mejor construidas que aquella.

La negra llamo a una puerta y un escoces de expresion maliciosa la abrio. Anne vio un dormitorio y al gobernador de pie junto a la cama, en camison y bostezando. El escoces indico a Anne que entrara.

– Ah -dijo el gobernador-. Senorita Sharpe. Debo decir que vuestro aspecto se ha beneficiado en gran manera de las abluciones.

Anne no entendio exactamente que le decia, pero si el estaba complacido, ella tambien lo estaba. Hizo una reverencia, como le habia ensenado su madre.

– Richards, puedes dejarnos solos.

El escoces asintio y cerro la puerta. Anne se quedo a solas con el gobernador. Lo miro a los ojos.

– No te asustes, querida mia -dijo el en tono amable-. No hay nada que temer. Acercate a la ventana, Anne. Alli hay mas luz.

Ella obedecio.

El la miro en silencio un buen rato y finalmente dijo:

– Sabes que en tu juicio se te acuso de brujeria.

– Lo se, excelencia. Pero no es cierto.

– Estoy seguro de que no lo es, Anne. Pero se dijo que llevabas los estigmas de un pacto con el diablo.

Lo juro, excelencia -rogo ella, sintiendose nerviosa por primera vez-. No tengo nada que ver con el diablo.

– Te creo, Anne -dijo, sonriendole-. Pero es mi deber verificar que no tienes estigmas.

– Os lo juro, excelencia.

– Te creo -dijo el-. Pero debes quitarte la ropa.

– ?Ahora excelencia?

– Si, ahora.

Ella miro a su alrededor, un poco perpleja.

– Puedes dejar la ropa sobre la cama, Anne.

– Si, excelencia.

El la miro mientras se desnudaba. Anne percibio el brillo de sus ojos y dejo de tener miedo. El ambiente era caluroso y se sentia a gusto sin la ropa.

– Eres una muchacha preciosa, Anne.

– Gracias, excelencia.

Se quedo quieta, desnuda, y el se acerco. Se detuvo para ponerse los anteojos y despues le examino los hombros.

– Date la vuelta lentamente.

Ella obedecio. El la escruto detenidamente.

– Levanta los brazos por encima de la cabeza.

La joven lo hizo y el le examino las axilas.

– Normalmente los estigmas se encuentran en las axilas o en los pechos -dijo el-. O en las partes pudendas. -Le sonrio-. No sabes de que hablo, ?verdad?

Ella nego con la cabeza.

– Echate en la cama, Anne.

Ella se echo en la cama.

– Ahora completaremos el examen -dijo el con seriedad.

Metio los dedos entre el vello pubico y observo la piel de ella con la nariz a dos centimetros de su vagina. Anne temia ofenderlo, pero la situacion le parecia grotesca; ademas le hacia cosquillas, asi que empezo a reir.

El la miro enfadado un momento, pero despues tambien rio y se quito el camison. La tomo sin ni siquiera quitarse los anteojos; ella sintio la montura de metal contra su oreja. Le dejo hacer. No duro mucho y despues parecio satisfecho, asi que ella tambien se quedo contenta.

Echados en la cama, el le pregunto por su vida y sus experiencias en Londres y por la travesia a Jamaica. La joven le describio como se divertian la mayoria de las mujeres entre ellas o con miembros de la tripulacion, pero ella dijo que no lo habia hecho. No era exactamente cierto, pero, como solo habia estado con el capitan Morton, era casi verdad. Despues le hablo de la tormenta que se habia desatado justo cuando habian avistado la tierra de las Indias, y como los habia zarandeado durante dos dias.

Se dio cuenta de que el gobernador Almont no le prestaba mucha atencion; sus ojos tenian otra vez aquella expresion grotesca. Aun asi, ella siguio hablando. Le conto que, terminada la tormenta el dia amanecio despejado y pudieron ver tierra, con un puerto y una fortaleza, y un gran navio espanol en el puerto. Y que el capitan Morton temia ser atacado por ese navio de guerra espanol que sin duda habia visto al mercante ingles. Pero el navio espanol, no salio del puerto.

– ?Que? -pregunto el gobernador Almont, con voz aguda. Inmediatamente salto de la cama.

– ?Que sucede?

– ?Un navio espanol os vio y no os ataco?

– En efecto, excelencia -dijo ella-. Fue un gran alivio.

– ?Alivio? -grito Almont. No daba credito a sus oidos-. ?Os sentisteis aliviados? ?Santo cielo! ?Cuando sucedio?

Ella se encogio de hombros.

– Hace tres o cuatro dias.

– Y era un puerto con una fortaleza, dices.

– Si.

– ?En que lado estaba la fortaleza?

Ella, confundida, sacudio la cabeza.

– No lo se.

– Veamos -dijo Almont, vistiendose apresuradamente-, ?mirando hacia la isla y el puerto desde el mar, la fortaleza se encontraba a la derecha o a la izquierda?

– A este lado -dijo ella, senalando con el brazo derecho.

– ?Y la isla tenia un pico alto? ?Era una isla muy verde y muy pequena?

– Si, exactamente, excelencia.

– ?Por la sangre de Cristo! -exclamo Almont-. ?Richards! ?Richards! ?Llama a Hunter!

El gobernador salio corriendo de la estancia, dejandola sola y desnuda en la cama.

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