Habia leido recientemente en la prensa que habia millones de ratas en Estocolmo. El no habia visto ninguna, pero ahora habia alli tres, en mitad del puente de Sankt Erik. Una grande y dos mas pequenas. Corrian en circulos por la acera, persiguiendose unas a otras.

Las ratas chillaban ensenando los dientes y una de las pequenas mordio a la grande en el lomo. David dio un paso atras y alzo la vista. Habia un senor mayor al otro lado, a dos pasos de los roedores, y seguia la pelea con la boca abierta.

Las pequenas eran como gatillos y la grande, del tamano de un conejo pigmeo. Golpeaban los rabos desnudos contra el asfaltoy la rata mayor chillo cuando la otra rata pequena tambien se aferro con los dientes a su lomo y la piel se le tino de sangre.

«?Seran sus… crias las pequenas?».

David se tapo la boca con la mano, repentinamente indispuesto. La rata grande se agitaba espasmodicamente de un lado a otro, intentando sacudirse a las pequenas. David no habia oido nunca chillar a las ratas, no sabia que podian chillar. Pero el sonido procedente de la grande era horrible, como el de un ave moribunda.

Al otro lado se habian parado un par de personas mas. Todos seguian la lucha de las ratas y a David le asalto por un instante la imagen de un grupo de personas reunidas para presenciar algun tipo de competicion. Una pelea de ratas. Queria largarse de alli, pero no podia. En parte, porque pasaban muchos coches por el puente y, en parte, porque no podia apartar la mirada de los roedores. Debia quedarse y ver el desenlace.

De repente la de mayor tamano se puso rigida, el rabo salia del cuerpo como una linea. Las pequenas se revolvieron, le clavaron las unas en el vientre y tiraron bruscamente con la cabeza de un lado a otro cuando le desgarraron la piel. La grande se fue arrastrando poco a poco hacia delante, hasta alcanzar el borde del puente, se deslizo por debajo de la barandilla con su carga a cuestas y cayo al agua.

David alcanzo a mirar por encima de la barandilla justo a tiempo para ver la caida. El murmullo del trafico ahogo el ruido del chapoteo cuando las ratas cayeron dentro del agua negra y un penacho de gotas refulgio por un instante a la luz de las farolas, y despues aquello se acabo.

La gente siguio su camino, hablando del tema.

«Nunca he visto cosa igual… Es el calor… Mi padre me conto una vez que el… dolor de cabeza…».

El comico se masajeo las sienes y siguio caminando sobre el puente. Los que venian del otro lado le miraron de frente; todos esbozaban una media sonrisa, ligeramente avergonzados, como si hubieran presenciado juntos algo prohibido. Cuando paso el senor mayor que habia estado alli desde el principio, David le pregunto:

– Perdone, pero… ?a usted tambien le duele la cabeza?

– Si -respondio el interpelado, apretandose el puno cerrado contra la cabeza-. Tengo una jaqueca espantosa.

– Si, bueno, es solo por curiosidad.

El hombre senalo el sucio asfalto donde se veia la mancha de sangre de la rata, y dijo:

– Puede que ellas tambien la tuvieran. Quiza sea eso lo que… -Se callo y miro a David-. Tu has salido en la tele, ?no?

– Si. -David miro el reloj. Las nueve menos cinco-. Lo siento, tengo que…

Siguio su camino. Flotaba en el aire una angustia contenida. Ladraban los perros y los viandantes caminaban por las calles mas deprisa que de costumbre, como si trataran de escapar de lo que se avecinaba, fuera lo que fuese. El bajo a toda prisa la calle de Odengatan, saco el movil y marco el numero de Eva. A la altura de la estacion del metro ella contesto la llamada.

– Hola -dijo David-. ?Donde estas?

– Acabo de subirme al coche. ?Y tu? Pasaba lo mismo en casa de tu madre. Iba a apagar el televisor cuando llegamos, pero no podia.

– Magnus se habra alegrado. Oye… Yo… no se, pero… ?tienes que ir a ver a tu padre?

– ?Que quieres decir?

– Si, bueno… ?te sigue doliendo la cabeza?

– Si, pero no tanto como para que no pueda conducir. No te preocupes.

– No. Es solo que… tengo la sensacion de que… esta pasando algo horrible. ?No la tienes tu tambien?

– No, la verdad es que no.

En la cabina de telefonos situada en el cruce de las calles Odengatan y Sveavagen habia un hombre pulsando el interruptor de senal. Estaba a punto de contarle a Eva lo de las ratas cuando se corto la linea.

– ?Si? ?Oye, oye?

Se detuvo y volvio a marcar el numero, pero no logro restablecer el contacto. Solo se oia un ruidillo. El tipo de la cabina tiro el auricular, maldiciendo, y salio de esta. David apago el telefono para volver a intentarlo de nuevo, pero no se apagaba la pantalla. Le cayo una gota de sudor de la frente sobre las teclas. El aparato parecia mas caliente de lo normal, como si se hubiera recalentado la bateria. Presiono el boton de apagado, pero no paso nada. La pantalla seguia iluminada y el indicador de carga de la bateria subio una linea. El reloj marcaba las 21:05, y el salio pitando hacia Norra Brunn.

Supo que el espectaculo ya habia empezado antes de llegar al restaurante: la voz de Benny Lundin se escuchaba desde la calle, el estaba con su numero sobre las diferencias entre chicos y chicas a la hora de ir al cuarto bano, y David hizo una mueca. Para su satisfaccion no se oyo ninguna carcajada al final. La sala se quedo un momento en silencio, y al tiempo que David llego a la entrada, Benny empezo a tirar del siguiente hilo: el de los expendedores automaticos de condones que se ponian en huelga cuando eran mas necesarios. David se detuvo al entrar y parpadeo.

En el local estaban todas las luces encendidas, incluso las de la iluminacion general, que solian estar apagadas para fijar la atencion en los focos del escenario. Las personas sentadas en las mesas y las que estaban en la barra parecian agobiadas, miraban hacia abajo, hacia el suelo o las mesas.

– ?Admiten American Express?

Aquella era la guinda. Los clientes solian reirse a carcajada limpia cuando Benny contaba la historia de cuando intento comprar condones de contrabando a la mafia yugoslava, pero nadie se rio. Todos estaban aquejados de un gran dolor.

– ?Cierra el pico, joder! -grito un borracho desde la barra llevandose las manos a la cabeza. David le comprendio. El volumen del microfono estaba demasiado alto y retumbaba en las paredes. Con un dolor de cabeza generalizado, aquello era una tortura en masa.

Benny bromeo algo nervioso:

– ?Que pasa? ?Teneis vacaciones en la escuela para discapacitados?

Como nadie se rio tampoco de aquello, Benny coloco el microfono en el soporte y dijo:

– Muchas gracias. Habeis sido fantasticos.

Se bajo del escenario y se alejo hacia la cocina. Se produjo un momento de confusion ante una interrupcion tan abrupta. Despues el microfono se acoplo con los altavoces y un ruido estridente e insoportable rasgo el cargado aire.

Todos los presentes se llevaron las manos a la cabeza y algunos empezaron a gritar, haciendole la competencia al microfono. David apreto los dientes, corrio hasta el micro e intento desenchufarlo. La corriente de baja intensidad le transmitio un hormigueo a traves de la piel, pero el cable no se desprendia. Despues de un par de segundos el ruido metalico era como una sierra de charcuteria que atravesaba el cerebro, y el tuvo que desistir y taparse los oidos con las manos.

David se volvio para dirigirse a la cocina, pero se lo impidio la gente que en ese momento se levantaba de las mesas y se agolpaba en direccion a la salida. Una mujer con menos respeto que el hacia las pertenencias del restaurante le empujo a un lado, se dio una vuelta con el cable del microfono alrededor

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