no recordaba su nombre-, ademas de dos hermanas, Ingegerd y Esmeralda, que eran amigas de la mujer de la cual no recordaba el nombre. Esos eran los que se habian dado cita para el desayuno. Otros simpatizantes se unirian mas tarde al grupo.
– Yo creo… -dijo Elvy-. Yo creo… No se lo que creo.
Mattias fruncio el entrecejo. Respuesta equivocada. Elvy se froto distraida la cicatriz de la frente.
– Podeis decidir vosotros lo que creais que va a ser mejor, y entonces… y entonces, pues hacemos eso. Yo voy a tener que ir a acostarme.
Mattias consiguio darle alcance delante de la puerta del dormitorio. Le puso la mano en el hombro, suavemente.
– Elvy. Esta es
– Si. Lo se.
– ?Es que ya no crees en ella?
– Si. Es solo que… no me siento realmente con fuerzas.
Mattias se acaricio la mejilla con la mano deslizando su mirada sobre el rostro de Elvy. De la herida a los ojos, de los ojos a la herida.
– Yo creo en ti. Creo que tienes una mision y que es importante.
Ella asintio.
– Si. Es solo que… no se muy bien lo que es.
– Tu acuestate, que nosotros organizaremos esto. Salimos dentro de una hora. ?Has visto las octavillas?
– Si. -Mattias se quedo callado, esperando algo mas. Elvy anadio-: Han quedado muy bonitas.
Entro en el dormitorio y cerro la puerta. Se metio debajo de la colcha sin desvestirse y se arropo con ella hasta la nariz. Paso la mirada por la habitacion. No habia cambiado nada. Se puso las manos delante de los ojos, a unos centimetros.
«Estas son mis manos».
Encogio los dedos.
«Mis dedos. Se mueven».
Sono el telefono en la entrada. No tenia fuerzas para levantarse y contestar. Alguien, quiza Esmeralda, cogio el telefono y dijo algo.
«No soy nadie especial».
«?Ha sido siempre asi?».
Los santos que habian luchado y perecido en el nombre de Dios; san Francisco bailando de pasion delante del Papa; santa Brigida ardiendo de fervor divino en su celda…
?Tendrian semejantes dudas? ?Habria dias en los que santa Brigida sospechara que habia interpretado algo mal, que ella se lo habia inventado todo? ?Dias en los que san Francisco solo quisiera mandar por ahi a sus discipulos con un «dejadme en paz, no tengo nada sensato que decir»?
?Seria asi?
No habia nadie a quien preguntar, todos ellos estaban muertos y la leyenda envolvia sus nombres, borrando su aspecto humano.
Pero ella habia
Tal vez hubiera otros que habian
La anciana cogio la colcha y la apreto con fuerza.
«Si, Senor. Me mantendre firme».
Cerro los ojos y trato de descansar. Llego la hora de irse justo cuando su cuerpo habia empezado a relajarse.
Elias habia hecho avances. Grandes avances.
El primer dia no habia mostrado el mas minimo interes por los ejercicios del libro que Mahler habia intentado realizar con el. Este le habia acercado una caja de zapatos y le habia dicho:
– Me pregunto que puede haber dentro. -Elias no se habia movido, ni antes ni despues de que el abriera la tapa y le mostrara el perrito de peluche.
Gustav habia colocado una peonza de colores encima de la mesilla del redivivo y la habia hecho girar. La peonza habia completado sus vueltas y habia caido al suelo. El redivivo ni siquiera la habia seguido con la mirada. Pese a todo, Mahler habia insistido. El hecho de que Elias agarrara el biberon cuando se lo daban indicaba que era capaz de reaccionar si tenia
Anna no se oponia al programa de entrenamiento, pero tampoco parecia entusiasmada con el. Se pasaba las horas muertas junto a su hijo, dormia en un colchon al lado de su cama, pero no hacia nada concreto para mejorar su estado, esa era la opinion de Mahler.
El coche teledirigido fue lo que rompio el hielo. El segundo dia, Mahler le habia puesto pilas nuevas y lo habia guiado hasta la habitacion de Elias con la esperanza de que la vision de aquel juguete que tanto le habia gustado despertara algo de vida en el. Y lo hizo. La actitud de Elias cambio nada mas aparecer el coche en la habitacion haciendo un ruido sordo. Luego siguio al coche con la cabeza en su viaje por la habitacion. Cuando Gustav lo detuvo, Elias extendio la mano hacia el.
Mahler no se lo dio, sino que le hizo dar unas vueltas mas. Entonces sucedio lo que el abuelo habia estado esperando y deseando. Despacio, muy despacio, como si se moviera a traves del barro, empezo a levantarse de la cama. Elias se paro un momento cuando se detuvo el coche, y luego siguio incorporandose.
– ?Anna! ?Ven y mira!
Ella llego justo a tiempo de ver a Elias levantando las piernas por encima del borde de la cama. Se llevo la mano a la boca, grito y corrio hacia el.
– No le estorbes -pidio Mahler-. Ayudale.
Anna sujeto a Elias por debajo de los brazos y el se puso en pie. Apoyandose en Anna, dio un paso de prueba hacia el juguete. Mahler lo movio un poco hacia delante y hacia atras. Cuando Elias estaba a punto de llegar hasta el y extendio la mano, Mahler condujo el coche en direccion a la puerta.
– Dejale cogerlo -le imploro Anna.
– No -contesto Mahler-. Entonces se parara.
El nino giro la cabeza hacia el coche, volvio el cuerpo en la misma direccion y camino hacia la puerta. Anna iba detras con las mejillas surcadas por las lagrimas. Cuando Elias llego hasta la puerta, Mahler condujo el coche fuera hacia la entrada.
– Dejale cogerlo -suplico la madre con la voz rota-. Lo quiere tener.
Mahler siguio alejando el coche en cuanto Elias estaba a punto de alcanzarlo, hasta que Anna se paro sujetando a Elias con los brazos.
– Para -insistio Anna-. Detente. No puedo soportarlo. -Mahler detuvo el coche. Anna sujeto a Elias por el pecho con ambas manos-. Vas a convertirlo en un robot -le reprocho ella-. No cuentes conmigo.
Gustav suspiro y bajo el mando.
– ?Prefieres que sea un paquete? Esto es absolutamente fantastico.