hubiera convertido en gelatina. Acto seguido, Mahler vio a camara lenta como la silla iba a caer encima del nino, lo cual le dio tiempo para advertir que el respaldo le golpearia en la mejilla; luego, un silbido penetrante como el torno de un dentista le atraveso el cerebro, obligandole a cerrar con fuerza los ojos.
Se llevo las manos a las sienes y las masajeo, pero el silbido desaparecio tan deprisa como habia llegado. Elias estaba tendido en el suelo, inmovil, con la silla encima. Mahler corrio hacia el y la levanto.
– ?Elias? ?Elias?
Se abrio la puerta de la terraza y entro Anna.
– ?Que haceis…?
Se tiro de rodillas junto a Elias y le paso la mano por la mejilla. Mahler parpadeo, inspecciono la cocina con la mirada y un escalofrio le recorrio la columna vertebral.
«Aqui hay alguien».
El sonido sibilante volvio a aparecer, mas debil en esta ocasion, y desaparecio. Elias levanto la mano hacia Anna; esta se la cogio y la beso. Ella miro enfadada a Mahler, aun sentado y girando la cabeza de un lado a otro en un intento de ver algo que no era posible ver. El se paso la lengua por la incipiente hinchazon del labio, cuyo tacto era resbaladizo como el plastico.
La presencia se habia desvanecido.
Anna le tiro de la camisa.
– No puedes hacer esto.
– ?No puedo hacer… que?
– Detestarle.
Gustav agito los dedos, senalando de forma inconcreta distintos puntos de la cocina.
– Alguien ha estado… aqui.
Aun sentia la huella de una presencia en la piel de su espalda. Alguien los habia mirado a el y a Elias. Se levanto, fue hasta el fregadero y se lavo la cara con agua fria. Despues de secarse con un pano de cocina sintio la cabeza mas despejada. Se sento en una silla.
– No puedo soportar esto.
– No -le contesto Anna-. Ya lo veo.
Mahler levanto del suelo la locomotora medio rota y calculo su peso con la mano.
– No me refiero solo a… esto. Me refiero… -Entrecerro los ojos y miro a Anna-. Hay algo que no entiendo. Aqui esta pasando algo.
– No quieres escuchar -dijo Anna-. Ya has decidido.
Movio a Elias de lado de manera que estuviera echado sobre la alfombra de trapos que habia delante de la cocina. Cuando uno lo miraba de verdad era imposible enganarse; tal vez Elias hubiera hecho ciertos progresos y se hubiera acercado a una especie de consciencia, pero su cuerpo habia encogido aun mas. Asomaban por las mangas del pijama unos brazos que solo eran huesos cubiertos de piel apergaminada y su cara, una calavera pintada y adornada con una peluca. Era imposible imaginarse alli dentro un cerebro blando, humedo y en funcionamiento.
Mahler apreto el puno y se golpeo la pierna.
– ?Que es lo que no entiendo? ?Que es lo que yo no entiendo?
– Que esta muerto -contesto Anna.
Mahler estaba a punto de negarlo cuando se oyeron los pasos firmes de unos zuecos de madera en el porche, y se abrio la puerta de fuera.
– ?Hay alguien en casa?
Gustav y Anna se miraron a los ojos y compartieron por un segundo el mismo sentimiento: panico. Los zuecos de Aronsson seguian avanzando dentro de la casa y Mahler se apresuro a levantarse y se coloco como un dique de contencion en la abertura de la puerta de la cocina.
Aronsson alzo la mirada senalando el labio de Mahler.
– No me digas. ?Te has pegado con alguien? -Y, echandose a reir ante su propia ocurrencia, se quito el sombrero y se abanico la cara-. ?Que tal con este calor?
– Bueno, bien -repuso Mahler-. Justamente ahora estamos algo ocupados.
– Lo comprendo -repuso Aronsson-. No te entretengo. Solo queria saber si te han recogido a ti la basura.
– Si.
– ?Ah, si? Pues la mia no. Desde hace dos semanas. He llamado para quejarme y me dicen que van a venir, pero venir, no vienen. Y con este calor. No pueden hacer esto, ?a que no?
– No.
Aronsson arrugo el ceno. Se olia algo. En teoria, solo en teoria, Mahler podia sencillamente cogerlo en volandas, llevarlo hasta la puerta y echarlo fuera. Mas tarde se arrepentiria de no haberlo hecho. Aronsson miro hacia dentro.
– Tienes invitados, ya veo. Toda la familia. Eso esta bien.
– En este momento ibamos a empezar a comer.
– Ah, bien, bien, si, yo no voy a molestaros. Solo voy a saludar en un momento…
Aronsson intento pasar, pero Mahler coloco la mano contra el marco de la puerta de manera que su brazo actuo de barrera. Aronsson parpadeo.
– Pero Gustav, ?que te pasa? Si solo quiero saludar a la chica.
Anna se levanto rapidamente para acercarse a la abertura de la puerta y solucionar el tema de los saludos sin necesidad de que el vecino entrara en la cocina. Cuando Mahler bajo el brazo para permitir que ella saliera, Aronsson se colo dentro.
– No me digas… -dijo el, alargando la mano a Anna-. Uf, cuanto tiempo hace…
Sus ojos inquisitivos recorrieron la cocina y Anna ni se molesto en saludarlo, ya era demasiado tarde. Aronsson descubrio a Elias y sus ojos se agrandaron, se quedaron fijos como un radar que al fin habia localizado su objetivo. Saco la lengua, se humedecio los labios y el viejo periodista sopeso por un segundo darle un golpe en la cabeza con el gancho de la cocina.
Aronsson senalo al redivivo.
– ?Que es… esto?
Mahler lo agarro por los hombros y lo saco hasta la entrada.
– Es Elias, y ahora te largas. -Cogio el sombrero que Aronsson tenia en las manos y se lo puso en la cabeza-. Podria pedirte que guardaras silencio, pero ya se que eso es absurdo. Largate de aqui.
Aronsson se retiro la saliva de la boca con el dorso se la mano.
– ?Esta… muerto?
– No -dijo Mahler empujando a Aronsson hacia la puerta-. Es un redivivo y yo estoy intentando que mejore, pero, si te conozco bien, ya no podre seguir haciendolo.
Aronsson retrocedio hasta salir al porche con una sonrisilla furtiva pegada en la cara. Probablemente estaba pensando a que telefono exactamente deberia llamar para ir con el cuento.
– Bueno, que vaya bien, entonces -dijo, alejandose de espaldas. Mahler cerro de un portazo.
Anna estaba sentada en el suelo de la cocina con Elias en brazos.
– Debemos irnos de aqui -dijo Mahler esperandose una negativa, pero ella se limito a asentir.
– Si, sera lo mejor.