– Si -admitio Anna-. Si, lo es, pero esta… mal. -Anna se sento en el suelo, con Elias encima de sus rodillas, cogio el coche y se lo dio al nino.
– Toma, corazon.
El redivivo deslizo los dedos sobre los detalles de plastico, como si buscara una via hacia dentro. Anna asentia con la cabeza, le acariciaba los cabellos. El pelo se habia vuelto mas fuerte y ya no se le caia, pero tenia algunas calvas en la parte superior de la cabeza, alli donde se le habia desprendido durante los primeros dias.
– Se pregunta como puede moverse -dijo Anna sorbiendo el llanto de la nariz-. Se pregunta que es lo que hace que se mueva.
Mahler dejo el mando.
– ?Tu como lo sabes?
– Lo se -contesto Anna.
Mahler se rasco la cabeza, entro en la cocina y cogio una cerveza. Desde que llegaron, Anna ya le habia informado varias veces de cosas que ella
A Elias no le gusta esa peonza… Elias quiere que le ponga la crema
Cuando Mahler le preguntaba como podia ella saberlo, recibia siempre la misma respuesta: ella lo sabia, eso era todo. El abrio la cerveza, se bebio la mitad de un trago y se puso a mirar por la ventana. La lluvia torrencial no habia bastado para salvar los arboles. Muchos dejaban caer sus hojas aunque solo estaban a mediados de agosto.
Creia que esta vez Anna llevaba razon. Muchos de los viejos juguetes de Elias no habian despertado en el el mas minimo interes, asi que probablemente era el propio movimiento del coche el que le habia hecho reaccionar. ?Como podian aprovechar eso para seguir avanzando?
Arma dejo a Elias con el coche en el suelo y entro en la cocina.
– A veces -observo Gustav, mirando aun a traves de la ventana-, a veces creo que no quieres en absoluto que mejore.
Mahler noto como su hija inspiraba antes de contestarle, y sabia mas o menos lo que iba a decir, pero antes de que tuviera tiempo de hacerlo la interrumpio un chasquido estridente procedente de la entrada.
Elias estaba sentado en el suelo con el coche entre las manos. De alguna manera habia logrado arrancar toda la parte delantera del chasis, de tal modo que las piezas y los cables quedaban expuestos. Antes de que Mahler tuviera tiempo de evitarlo, su nieto agarro el bloque con las pilas, lo arranco y lo alzo a la altura de los ojos.
Mahler extendio las manos en un gesto de impotencia y miro a su hija.
– Bueno -le dijo-. ?Estas contenta ahora?
El redivivo ya habia arrancado la bateria de otro coche con mando a distancia antes de que a su abuelo se le ocurriera comprar un tren de Brio con los railes de madera. Incluia una locomotora maciza y tenia tan pocas piezas sueltas que aguantaria bien los intentos de los dedos -aun debiles- de Elias de desmontarla.
Mahler habia estado por la manana en Norrtalje y habia comprado una locomotora mas. Ahora estaba pegando una tira de cinta adhesiva en la mesa para crear dos zonas, con una linea divisoria, y coloco una locomotora en cada una de las zonas. El primer paso que se describia en el libro para el entrenamiento del autismo era un ejercicio de imitacion. Dispuso tres railes rectos en cada zona, trajo luego a Elias desde el dormitorio y lo sento en una silla en la cocina.
Elias miraba por la ventana hacia el jardin, donde Anna cortaba la hierba con un cortacesped manual.
– Mira -le dijo su abuelo, mostrandole su locomotora a Elias. No hubo respuesta. La coloco sobre la mesa y la puso en marcha. Se escucho un zumbido hueco cuando el tren empezo a moverse despacio sobre el tablero de la mesa. Elias giro la cabeza hacia el sonido y alargo la mano. Mahler retiro la locomotora.
– Ahi.
Senalo la locomotora identica situada delante de Elias. Este se echo sobre la mesa e intento coger la locomotora que aun zumbaba en la mano de Mahler. El la apago y volvio a apuntar a la locomotora de Elias.
– Ahi. Esa es la tuya.
Elias se dejo caer de nuevo sobre el respaldo de la silla, indiferente. Mahler alargo el brazo sobre la mesa y puso en marcha la locomotora de Elias. Esta avanzo por la superficie hasta que la mano torpe de Elias cayo sobre ella, la agarro y la levanto a la altura de los ojos, y a continuacion trato de desmontar las ruedas que estaban dando vueltas.
– No, no.
Gustav dio la vuelta a la mesa y consiguio sacar la locomotora de las agarrotadas manos de Elias para luego depositarla otra vez sobre la mesa.
– Mira.
Coloco su propia locomotora en el otro lado de la mesa y la puso en marcha. Elias se estiro para cogerla.
– Ahi -le animo Mahler, senalando la locomotora parada de Elias-. Esa. Haz lo mismo.
Elias echo la parte superior de su cuerpo encima de la mesa, se hizo con la locomotora de Mahler e intento desmontarla. A Mahler no le gustaba estar en aquel angulo, pues veia en la cabeza de Elias un agujero donde antes habia estado la oreja. Se froto los ojos.
«?Por que no entiendes? ?Por que eres tan tonto?».
La locomotora crujio cuando contra todo pronostico el nino consiguio desguazarla y las pilas se desparramaron por el suelo.
– ?No!, Elias, ?no!
Mahler saco los trozos de la locomotora de la mano de Elias y se enfado, aunque sabia que era una estupidez; empezaba a sentirse terriblemente cansado de todo aquello. Dio un golpe con su propia locomotora y senalo el boton de arranque con un exceso de claridad pedagogica.
– Aqui. Aqui se arranca. Aqui.
Apreto el boton. La locomotora empezo a moverse lentamente hacia Elias; este la agarro y arranco una de las ruedas.
«Desisto. No es capaz. No sabe nada».
– ?Por que tienes que romperlo todo? -le grito-. ?Por que tienes que destrozar…
De repente Elias echo el puno cerrado hacia atras y arrojo la locomotora contra la cara de Mahler. Le acerto justo encima de la boca y le revento el labio. Tras una pelicula roja, Mahler oyo como la locomotora golpeaba el suelo con un sonido sordo, mientras que un sabor metalico le alcanzaba la cabeza. Clavo los ojos en Elias, cada vez mas furioso, y cuyos labios de color marron oscuro estaban contraidos en una mueca. Parecia… malo.
– ?Que haces? -le dijo Mahler-. ?Que
El redivivo movia la cabeza hacia delante y hacia atras como si una fuerza invisible la impulsara desde la parte posterior. Las patas de la silla se levantaban y golpeaban contra el suelo a consecuencia de esa oscilacion. Antes de que su abuelo tuviera tiempo de reaccionar, Elias se desplomo sobre el asiento como si se hubiera quedado sin fuerzas, y se deslizo hasta el suelo como si de pronto el esqueleto se le