darle las gracias y siguio caminando con Magnus de la mano. El hombre dio un paso a un lado y se coloco delante de ellos.

– Esto va en serio. Esto… -dijo, senalando el papel y encogiendose de hombros-, estas cosas son dificiles de formular. No somos ninguna asociacion, ni ninguna iglesia, pero lo sabemos, ?vale? Todo esto… -Hizo un gesto envolvente hacia la alambrada-… todo esto se va a ir al infierno si no nos volvemos hacia Dios.

Lanzo una mirada compasiva a Magnus, y si hacia un par de segundos David se habia dejado seducir por la labia humilde y ese «por favor, por favor, por favor», aquella mirada le hizo desencantarse; quizas el hombre estaba en lo cierto, pero era repulsivo.

– Perdona -le contesto, y se alejo con Magnus. El hombre no hizo ningun intento mas para impedirselo.

– Locos -comento Sture.

David se metio la cuartilla en el bolsillo; al poco vio tirados y esparcidos por la hierba otros folletos arrugados. Ocurrio algo dentro de la aglomeracion: se volvio mas compacta y apretujada. Se oyo un sonido que David reconocio enseguida; alguien estaba probando un microfono.

– Uno, dos…

El trio se detuvo.

– ?Que hacen? -pregunto Sture.

– Ni idea -contesto David-. Sera alguien que va a… actuar.

La impresion de fiesta popular al aire libre no hacia mas que aumentar. Pronto apareceria en el escenario el cantante Tomas Ledi para interpretar un par de canciones. A David se le encogio el estomago. Su padecimiento aumento hasta englobar toda la situacion, y temio que aquello fuera un rotundo fracaso ante el suplicio de tener que mirar a un comico que no es divertido ni ha comprendido que es lo que esta pasando.

El ministro de Sanidad se acerco al microfono. Se oyeron algunos abucheos dispersos, pero enmudecieron al no hallar acogida. David miro a su alrededor. Pese a que la tele y los periodicos los ultimos dias no habian hablado de otra cosa mas que de los redivivos, el no habia sido capaz de considerar aquel drama mas que como el suyo propio. Ahora lo veia de otra manera.

Varias camaras de television sobresalian por encima del gentio, otras mas estaban reunidas ante la tribuna donde ahora el ministro de Sanidad se colocaba bien la chaqueta, se inclinaba hacia delante y probaba el microfono…

«Camaradas, asistentes…».

… y dijo:

– Bienvenidos. Como representante del gobierno, antes que nada quiero pediros disculpas. Esto se ha demorado demasiado tiempo. Gracias por vuestra paciencia. Como comprendereis, esta situacion nos cogio por sorpresa y tomamos una serie de decisiones que tal vez ahora pueda parecernos que no fueron tan acertadas…

Magnus tiro de la mano de su padre y el se agacho para oirle.

– ?Si?

– Papa, ?por que habla este senor?

– Porque quiere gustar a todos.

– ?Que dice?

– Nada. ?Quieres que coja a Baltasar?

El pequeno nego con la cabeza y apreto la cesta con mas fuerza contra el pecho. David pensaba que debia de tener los brazos cansados, pero no insistio. Vio a su suegro con los brazos cruzados sobre el cuerpo y el ceno fruncido. Quiza el temor de David ante una actuacion desafortunada no iba tan desatinado. Por suerte, el ministro tuvo la sensatez de acabar pronto y ceder la palabra a un hombre vestido con un veraniego traje claro que se presento como el jefe de neurologia de Danderyd.

De sus primeras palabras se desprendia que el no era partidario de aquella presentacion tan espectacular, aunque no lo dijo a las claras.

– Vayamos al motivo concreto de mi intervencion: se han propagado muchos infundios y especulaciones, pero lo cierto es que la gente puede leerse los pensamientos cuando esta cerca de los redivivos. No voy a alargarme explicando que todos nosotros hemos intentado rechazar esos hechos, negarlos o atenuarlos. El fenomeno persiste… -Apunto hacia la zona con un gesto que David juzgo innecesariamente teatral-. Cuando cruceis esas verjas vais a percibir los pensamientos de quienes se hallen a vuestro alrededor. Aun no sabemos como se produce este fenomeno, pero debeis estar preparados para esa experiencia, que no es totalmente… agradable.

El neurologo guardo silencio un momento y dejo que sus palabras surtieran efecto; era como si hubiera esperado que algunas personas salieran inmediatamente del grupo y abandonaran la zona por miedo a aquella experiencia tan terrible. No sucedio tal cosa. David, cuyo trabajo consistia en manejar los sentimientos del publico, se dio cuenta de que la impaciencia estaba empezando a crecer entre los asistentes. La gente cambiaba de pie y se rascaba los brazos o las piernas. No estaban interesados en conocer esas consideraciones, solo querian entrar a ver a sus muertos.

El neurologo no se dio por vencido.

– El efecto es menos perceptible ahora que vuestros redivivos han sido instalados por separado. Esa es una de las razones de que estemos aqui, pero la anomalia aun perdura, y quiero pediros que en la medida de lo posible… -El neurologo ladeo la cabeza y dijo en un tono ligeramente jocoso-:… que intenteis pensar cosas buenas, ?de acuerdo?

La gente miraba a su alrededor, se observaban los unos a los otros, algunas personas sonrieron como para demostrar ante los demas la benignidad de sus pensamientos. A David se le agudizo el dolor de estomago, como si fuera una senal premonitoria de que todo aquello estaba a punto de saltar por los aires, y se agacho apretandose el vientre con las manos.

– Bien, eso era cuanto tenia que decir -concluyo el neurologo-. En la entrada os informaran exactamente de donde se encuentra la persona a la que buscais. Gracias.

David percibio un roce de ropas cuando el tropel de gente se puso en movimiento hacia delante. Si se movia, iba a cagarse encima.

– Papa, ?que te pasa?

– Me duele un poco el estomago. Se me pasara.

Si. La presion remitio fugazmente y fue capaz de ponerse derecho; entonces, miro por encima de las cabezas de miles de personas que se dividian en dos grandes grupos mientras se agolpaban ante las verjas. Sture sacudio la cabeza y dijo:

– Esto va a tardar horas de esta manera.

«Eva, ?estas ahi?».

A modo de prueba, David envio un pensamiento lo mas fuerte posible, pero no obtuvo respuesta. ?Donde empezaba, exactamente, ese «campo» del que hablaban, y por que podian las personas oirse exclusivamente unas a otras y no a los redivivos?

Se acerco a ellos y les saludo un policia que merodeaba ocioso en medio de aquel pacifico tropel de gente. Ellos le devolvieron el saludo y el agente senalo la cesta que Magnus llevaba en los brazos.

– ?Que llevas ahi?

– A Baltasar.

– Es su conejo -explico David-. Cumple anos hoy y… -Se callo, sospechando que holgaba tal aclaracion.

El policia sonrio.

– Felicidades, entonces. ?Has pensado entrar con el conejo?

Magnus miro a su padre.

– Si, eso es lo que habiamos pensado -contesto este. No se atrevio a mentir por miedo a que el nino dijera otra cosa.

– No es muy apropiado.

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