– No, no se…

– La mujer de la tele, me dejaste que la viera…

– Si, si. Eso…

– Espera. Ella te dijoellos tienen que volver a mi, ?no?

– Lo intentamos -dijo Elvy-, pero…

– Abuela, escucha, ella no se referia a los vivos sino a los muertos.

Flora le conto todo lo ocurrido en el patio. Lo de la panda de chicos, el fuego, su gemela, las larvas. Mientras hablaba, advirtio en otro rincon de su consciencia que se acercaba gente al recinto. Estos tampoco traian buena disposicion. Se acercaban la ira, el odio. Quiza los gamberros habian buscado a otros amigos, o eran otros nuevos que venian con la misma idea.

– Abuela, tu tambien la has visto. Tienes que venir aqui. Ahora. Si no ellos… desapareceran.

Se hizo un silencio al otro lado del hilo que se prolongo varios segundos, a continuacion Elvy dijo, ahora con otro impetu en la voz:

– Cojo un taxi.

Despues de cortar la comunicacion, Flora se dio cuenta de que no habian acordado donde se iban a encontrar, pero eso ya lo solucionarian, sus consciencias estaban tan compenetradas como si tuvieran un walkie-talkie cada una, al menos en aquel recinto. Mas complicado iba a ser hallar la manera de que Elvy entrara alli. Ya verian como se las arreglaban.

Flora se levanto. Se acercaba gente peligrosa, con malas intenciones.

«?Que digo?, ?que hago?».

Salio corriendo del patio. Sabia que en el recinto habia al menos un redivivo que pensaba de una manera similar a la suya, que pensaba usando el mismo tipo de imagenes. Flora buscaba el 17 C.

Mientras corria, los muertos salian de los portales y se juntaban en los patios. Ahora no bailaban. Todavia habia caras que solo miraban a traves de las ventanas, pero cada vez eran menos. Ese silbido tan parecido al rechinar de un torno de dentista crecia en el aire. La muchacha percibio que a lo lejos se acercaban mas personas. Habian abierto las verjas, seguro.

Ella siguio corriendo con la angustia aguijoneandole el pecho, se avecinaba una catastrofe, una cascada de terror que ella era incapaz de contener o evitar. Encontro el numero 17 y entro corriendo en el portal, pero se detuvo, porque…

… un muerto estaba bajando por las escaleras. Era un hombre mayor, con las piernas amputadas; se arrastraba sobre la tripa reptando hacia abajo, poco a poco. Cada vez que bajaba un peldano se golpeaba la barbilla contra el cemento, con un ruido que hacia que a Flora le doliera la boca. El estaba cerca, ella le oyo mascullar:

«A casa… A casa… A casa…».

Alargo la mano para coger a Flora cuando esta paso a su lado, pero ella se zafo y continuo subiendo escalones hasta llegar al apartamento 17 C, y abrio la puerta.

Eva estaba en la entrada, a punto de salir. Su rostro no era mas que una mancha palida bajo la luz debil que desde el rellano entraba por la puerta e iluminaba el vendaje que le cubria la mitad del rostro.

Flora no se lo penso dos veces. Entro y la sujeto por los hombros. La muchacha supo lo que iba a decirle en cuanto se establecio un contacto entre ellas. Cerro su conciencia a cuanto pasaba a su alrededor y penso:

«Sal fuera. Haz lo que te digo».

La muerta forcejeo para liberarse de las manos de la joven, y esa fraccion de lo que fue Eva aun viva en el cuerpo de Eva le respondio:

«No. Quiero vivir».

«No vas a sobrevivir. La puerta esta cerrada. Hay dos formas de salir».

Flora le envio las dos imagenes de las almas que habian abandonado la carcel de la carne. Las almas que fueron pescadas, y los que desaparecieron. No eran suyas las palabras, ella solo las transmitia.

«Deja que suceda. Entregate».

El alma de Eva se acercaba a la superficie, y el sonido sibilante aumento de potencia en algun lugar detras de Flora. Como una gaviota que hubiera volado sobre el mar, el Pescador se dejo caer ahora contra el reflejo plateado que se vislumbraba, contra la presa.

«Solo quiero… despedirme».

«Hazlo. Eres fuerte».

Antes de que el Pescador tomara forma, antes de que el alma de Eva se hubiera convertido en la presa del Pescador, Eva abandono su pecho y volo con una velocidad de la que solo lo incorporeo es capaz. Un susurro rozo la piel de Flora cuando una vida paso junto a ella, la llama de una consciencia jadeo dentro de su cabeza y luego desaparecio. El cuerpo de Eva se derrumbo a sus pies.

«Suerte».

Aquel sonido silbante se alejo. El Pescador recogio su pesca.

Svarvargatan, 22:30

David durmio y sono. Corria por los pasillos del laberinto donde se encontraba encerrado. A veces llegaba hasta una puerta, pero siempre estaba cerrada. Algo le perseguia muy de cerca, siempre estaba detras de el, a punto de doblar la esquina y darle alcance. Tenia el semblante de Eva, lo sabia, pero no era ella, solo algo que habia adoptado su forma para atraparle con mayor facilidad.

El golpeaba las puertas, gritaba, y sentia como se acercaba todo el tiempo aquello que era la antitesis del amor. Lo peor era que tambien tenia la sensacion de que habia dejado atras a Magnus, que el se hallaba en algun cuarto oscuro donde aquella cosa terrible podia atraparlo.

El corria por un pasillo interminable hacia otra puerta que ya sabia que iba a estar cerrada. Entretanto, advirtio un fenomeno curioso en la luz del pasillo. Todos los corredores por los que habia pasado estaban iluminados por anodinos tubos fluorescentes, pero ahora llegaba otro tipo de luz. La luz del dia, la luz del sol. Miro hacia arriba mientras avanzaba. Habia desaparecido el techo del pasillo y vio un cielo de verano.

Cuando puso la mano sobre el pasador de la puerta supo que la puerta se iba a abrir, y asi fue. La puerta se abrio, todas las paredes desaparecieron y el se encontraba de pie en el cesped de la playa de Kungsholmen. Eva estaba alli.

El supo que dia era, reconocio el instante. Se acercaba por el canal un fueraborda grande de color naranja. Si. El lo habia mirado, recibio un reflejo naranja en los ojos y luego se habia vuelto hacia Eva y le habia preguntado:

– ?Te quieres casar conmigo?

Y ella habia dicho si.

– ?Si! ?Si!

Se dejaron caer en la manta y se abrazaron e hicieron planes, y se prometieron que seria para siempre, para siempre, y el hombre del barco naranja les habia pitado burlandose, y ahora era ese dia y el barco se acercaba, dentro de un instante tendria que hacer la pregunta, pero justo antes de que las palabras salieran de sus labios, Eva le cogio la cara entre sus manos y le dijo:

– Si, si, pero ahora debo irme.

David meneo la cabeza. La movia de un lado a otro sobre la almohada.

– No puedes irte.

Los labios de Eva sonreian, pero tenia los ojos tristes.

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