oleada de. asentimiento se extendio entre los asistentes-. Estudiamos la Biblia, tal como nos dijo el padre Mark, y encontramos la respuesta. Dios hara un milagro para nosotros, demostrando asi que nos contempla. Y a traves de esa senal, le conoceremos e iremos a El.
– Eso es un pecado de falso orgullo -replico el padre Mark-. Dios no precisa de milagros para demostrar su existencia.
– ?Pero
El aburrimiento y el interes mas bien distraido que le inspiraba la interminable pugna teologica abandonaron a Gath en una decima de segundo. De haber meditado un poco, habria descubierto mucho antes como iba a terminar la discusion. Un ligero giro de su cabeza le permitio ver la ilustracion de la pagina de la Biblia que mostraba Itin. Y supo por adelantado que imagen iba a presenciar. Se levanto lentamente de su silla, como si se desperezara, y se volvio hacia el sacerdote.
– ?Preparese! -susurro-. Salga por la parte de atras y dirijase a la nave. Yo me ocupare de ellos. No creo que me hagan ningun dano.
– ?De que me habla? -pregunto el padre Mark, parpadeando en un gesto de sorpresa.
– ?Vayase de aqui, imbecil! -musito Gath-. ?Que milagro piensa que tienen en la cabeza? ?Que milagro se supone que convirtio el mundo al cristianismo?
– ?No! No puede ser. ?Es imposible!
– ?
Agarro al misionero y le empujo hacia la pared trasera. El padre Mark se tambaleo y retrocedio. Gath se abalanzo hacia el… Demasiado tarde. Los anfibios eran de pequeno tamano, pero numerosos. Gath se revolvio, y su puno alcanzo a Itin, empujandolo hacia la muchedumbre. Los demas se echaron encima del comerciante, que pugnaba por abrirse paso hacia el cura. Gath peleo desesperadamente… Fue como si luchara contra las olas. Los peludos y selvaticos cuerpos se agolparon a su alrededor. Se debatio hasta que le ataron, y aun entonces continuo resistiendose. Por ultimo, los golpes que recibio en la cabeza le obligaron a desistir. Le arrastraron hasta el exterior y quedo tendido en el suelo, bajo la lluvia, incapaz de hacer otra cosa que no fuera maldecir y observar.
Los weskerianos eran maravillosos artesanos, por supuesto, y lo reprodujeron todo hasta el menor detalle, siguiendo la ilustracion de la Biblia: la cruz, firmemente plantada en la cumbre de la pequena colina, los relucientes clavos metalicos, el martillo… Desnudaron al padre Mark y le vistieron con un taparrabos de pliegues cuidadosamente dispuestos. Le sacaron de la iglesia. Estuvo a punto de desmayarse a la vista de la cruz. Luego, alzo la cabeza, resuelto a morir como habia vivido, apoyandose en su fe.
Pero le resulto muy duro de soportar. Ni siquiera Gath, simple observador, logro aguantarlo. Una cosa es hablar de la crucifixion y contemplar los cuerpos, elegantemente tallados, a la difusa luz de la plegaria. Y otra, muy distinta, ver a un hombre desnudo, con las cuerdas cortando su carne, colgado de unos maderos. Y presenciar como se coloca el clavo de afilada punta contra la delicada piel de la palma de una mano, como se levanta el martillo con la fria deliberacion necesaria para un preciso golpe de artesano. Y por ultimo, oir el confuso sonido del metal que penetra en la carne.
Y escuchar los chillidos.
Pocas personas nacen para ser martires, y el padre Mark no era una de ellas. Los primeros golpes hicieron sangrar sus labios, salvajemente mordidos por los dientes. Despues, abrio la boca y echo la cabeza hacia atras. El espantoso y gutural horror de sus gritos se mezclo con el susurro de la lluvia y se reflejo silenciosamente en la masa de weskerianos que contemplaban la escena. Cualquier emocion abria sus bocas. Esta afecto a todo su cuerpo. Hilera tras hilera de fauces abiertas reflejaron la agonia del crucificado misionero.
Por fortuna, el padre Mark perdio el conocimiento antes de que el ultimo clavo se hundiera en el lugar correspondiente. La sangre que brotaba de las heridas se mezclo con la lluvia y goteo lentamente, tomando un color rosado al llegar a los pies del sacerdote, mientras la vida abandonaba su cuerpo. En un momento indeterminado de la escena, Gath, que habia estado sollozando y tratando de romper sus ligaduras, pese al aturdimiento causado por los golpes recibidos en la cabeza, se desmayo.
Cuando el comerciante recupero el conocimiento, se encontraba en su almacen. Era de noche. Alguien estaba liberandole de las cuerdas con que le habian atado. El sonido de goteo y salpicaduras indicaba que en el exterior seguia lloviendo.
– ?Itin? -dijo.
No podia ser mas que el.
– Si -musito la voz del extraterrestre-. Todos los demas estan hablando en la iglesia. Lin murio a causa de los golpes que le diste en la cabeza e Ion esta muy grave. Algunos dicen que tambien tu deberias ser crucificado y me temo que ocurra asi. O quiza te maten golpeandote en la cabeza. Han repasado la Biblia y alli dice que…
– Lo se -le interrumpio Gath, sintiendose en extremo fatigado-. Ojo por ojo. Descubriras un monton de cosas semejantes en cuanto empieces a buscarlas. Un libro maravilloso…
Le dolia terriblemente la cabeza.
– Debes irte. Llegaras hasta tu nave sin que nadie te vea. Ya hemos tenido bastantes muertes.
Itin, igual que Gath, reflejaba en su voz un cansancio de origen muy reciente. El comerciante se puso en pie y pugno por mantenerse en dicha posicion. Apreto su cabeza contra la dura pared, hasta que cesaron las nauseas…
– El cura esta muerto -dijo sin preguntar.
– Si, hace algunas horas. De lo contrario, yo no habria podido venir a verte.
– Y enterrado, claro, o los demas no estarian pensando en que yo sea el siguiente.
– ?Y enterrado! -casi hubo un matiz emotivo en la voz del anfibio, un eco de la del fallecido sacerdote-. Ha sido enterrado y subira a los cielos. Asi esta escrito. El padre Mark se sentira tan feliz al ver como ha terminado todo…
La voz de Itin cedio en lo que parecia un sollozo humano, cosa imposible, claro, puesto que Itin era un extraterrestre, no un hombre.
Gath avanzo con gran trabajo hacia la puerta, apoyandose en la pared para no caer.
– Actuamos como debiamos, ?verdad? -pregunto Itin.
No hubo respuesta.
– El padre Mark resucitara, Gath. ?No es cierto?
Gath habia llegado a la puerta. La luz procedente de la iglesia, brillantemente iluminada, le permitio ver las heridas de unas manos sangrantes, las suyas, que se aferraban con fuerza al marco. El rostro de Itin aparecio borroso ante sus ojos, muy cerca, y Gath sintio las manos del weskeriano, finas, con los multiples dedos que manejaron los afilados clavos, sujetandole la camisa.
– Resucitara, Gath. ?No es cierto?
– No. Seguira en el lugar donde le habeis enterrado. No sucedera nada. El padre Mark ha muerto y muerto seguira.
La lluvia se deslizo por el pelaje de Itin, y la boca del anfibio se abrio tanto que dio la impresion de prorrumpir en gritos en la desapacible noche. Itin necesito un enorme esfuerzo para volver a hablar, para expresar sus pensamientos weskerianos en un idioma que le era extrano.
– Entonces, ?no nos salvaremos? ?No seremos puros?
– Erais puros -replico Gath, en parte llorando, en parte riendo-. Ese es el lado horrible, repugnante y atroz del asunto. Erais puros. Ahora sois…
– Asesinos -concluyo Itin.
El agua cayo a borbotones de su inclinada cabeza, antes de desvanecerse en la oscuridad.
Los sacrificables