Dio un paso adelante, pero se detuvo cuando la espada la apunto.

– ?Teneis nombre? ?O acaso os avergonzais de el? -pregunto al guerrero, que bufo ante el descaro de ella.

– Gente como la tuya no es digna de oir mi nombre, moza. ?No creas que por ser una mujer puedes injuriarme impunemente!

Fidelma miro al suelo, donde el joven Daig intentaba contener la sangre de la herida apretandola con las manos.

– Ya habeis demostrado vuestro lado heroico. Como yo tambien voy desarmada, sin duda tendreis el valor suficiente para demostrar cuan despreciable sois.

El hermano Daig alzo la vista con un gesto de dolor. Tenia los ojos banados en lagrimas. Miro al grupo de hermanos asustados e intento hablar varias veces antes de conseguirlo.

– Las puertas, hermanos… debeis cerrar las puertas antes de que otros miembros de la tribu de este hombre entren en la abadia.

De hecho, Fidelma se percataba de ello en ese momento. Cuanto mas tiempo estuvieran abiertas las puertas, mayores posibilidades habria de que otros atacantes se dieran cuenta y entraran en la abadia. Y entonces nada les impediria hacer una matanza en el monasterio.

– Ni lo intentes, moza -amenazo el guerrero al ver que Fidelma miraba con inquietud hacia las puertas-. Moriras antes de alcanzarlas. Mis amigos llegaran enseguida.

El hermano Daig solto un gemido de dolor al intentar incorporarse.

– No es mas que un hombre, hermanos. No os puede matar a todos. ?Cerrad las puertas y desarmadlo!

Con un bufido rabioso, el guerrero hendio el acero de su espada en el cuello del joven monje.

El hermano Daig cayo de espaldas. No era necesario comprobar si estaba muerto, pues era evidente.

Eadulf empezo a recobrar el aliento. Respiro hondo varias veces. Cuando a duras penas se fue a levantar se topo con la punta de la espada del jinete.

– ?Las puertas! -grito Fidelma con determinacion a los acogotados monjes-. ?Cumplase la orden de vuestro hermano moribundo!

– Moveos, y matare a este -conmino, clavando la punta de la espada en el hombro de Eadulf.

– ?Hacedlo! -les grito Eadulf con una furia que superaba el miedo.

El guerrero distrajo la mirada un instante para comprobar si estaban obedeciendo al sajon, momento que este estaba esperando. De repente, se aparto de la espada y se dirigio hacia las puertas.

El guerrero se volvio hacia el con la espada en el aire, pero ya era demasiado tarde. Con un grito de colera, se lanzo hacia Eadulf, al tiempo que este empezaba a empujar las puertas. De pronto, Fidelma le intercepto el paso. El guerrero blandio la espada para atacarla y, sin saber como, se encontro volando por los aires.

Eadulf fue el unico que, de soslayo, vio a Fidelma saltar sobre el. El corazon le dio un vuelco al verla, pero en algun recodo de la memoria reconocio la postura que adopto Fidelma en ese momento. Ya la habia visto realizar aquella hazana otras veces. La primera habia sido en Roma. Se coloco de manera que parecia que fuera a prepararse para recibir el golpe de la espada sobre la cabeza. Entonces se movio hacia delante, agarro al atacante por el brazo, lo levanto del suelo y lo hizo pasar sobre su cadera. Sin proferir sonido alguno, el guerrero cayo al suelo con un extrano golpe sordo y perdio el conocimiento.

Fidelma le habia dicho una vez a Eadulf que antiguamente, en Irlanda, habia una clase de eruditos que ensenaban las filosofias de su pueblo, consagradas por la tradicion. Viajaban a lo largo y ancho del mundo y no querian llevar armas para defenderse, porque no eran partidarios de matar a las personas. Por consiguiente, habian desarrollado una tecnica llamada troid-sciathaigid, o ataque defensivo. Era un metodo basado en la defensa sin el uso de armas, que se ensenaba a muchos sacerdotes religiosos antes de salir de Eireann para adentrarse en tierras extranas a predicar la palabra de la nueva Fe.

– ?Vamos, ayudad al hermano Eadulf! -le urgio a gritos Fidelma-. ?Cerrad de una vez por todas esas puertas!

Ella misma corrio hacia las puertas para ayudar, pero parecio cambiar de intencion inesperadamente y salio de la abadia. El cuerpo del hermano Madagan yacia a solo unos tres metros de alli.

– ?Ayudadme, Eadulf!

Al darse cuenta de lo que Fidelma pretendia, corrio en su ayuda.

Entre los dos levantaron rapidamente al monje por la ropa de los hombros y lo arrastraron al interior de la abadia, justo cuando los demas habian reaccionado a tiempo para cerrar las puertas. Una vez dentro, esperaron a que echaran los cerrojos.

Fidelma volvio a activarse.

– ?Atad al guerrero! -grito a los monjes, que ahora se avergonzaban de no haber actuado antes-. Desarmadlo y amarradlo para que no haga mas dano.

Miro al hermano Madagan, junto al cual estaba Eadulf agachado, examinandolo.

– Aun esta vivo -anuncio con satisfaccion-. La herida no es grave. Por lo que veo, solo le ha dado en la cabeza con la espada de plano. La sangre de la frente se debe a que le ha rozado el extremo de la hoja. Lo normal es que pronto recupere la conciencia.

Fidelma miraba a Eadulf con preocupacion, porque tenia sangre en la parte del habito en que el guerrero le habia pinchado con la punta de la espada.

– ?Y vos que? -se apresuro a preguntarle.

Eadulf le sonrio de oreja a oreja, llevandose automaticamente la mano al hombro.

– He sobrevivido a peores. No ha sido mas que el pinchazo de una aguja. Peor ha sido el peso del hombre al caerme encima. Puede que este un tiempo agarrotado.

Fidelma se dirigio hacia el cuerpo de la mujer, contraido sobre los adoquines.

– ?Es la posadera! -exclamo Fidelma al reconocer a Cred bajo la mascara ensangrentada que le cubria el rostro-. ?Por la Fe! Creo que aun respira.

Se agacho para levantarle la cabeza. Sin perder tiempo, Eadulf examino la herida y luego miro a Fidelma, moviendo la cabeza a ambos lados: nada podria salvarla.

Sin previo aviso, los ojos de la moribunda se abrieron, impregnados de terror.

– No digais nada -le pidio Fidelma con delicadeza-. Estais entre amigos.

Cred gimio y puso los ojos en blanco. Pese a costarle hablar, alcanzo a balbucear:

– Yo… yo se… mas…

Eadulf se volvio y pidio a uno de los monjes, que esperaba a su lado:

– ?Traed agua! -le pidio.

El hombre salio disparado.

– Descansad -le decia Fidelma a Cred-. Nosotros os cuidaremos. No os movais.

– Enemigos -dijo Cred entre jadeos-. Oi hablar al arquero de… de enemigos… El enemigo esta en Cashel. El principe…

Su cabeza cayo a un lado, pero los ojos quedaron bien abiertos.

Eadulf hizo una genuflexion. Habia presenciado muchas muertes, por lo que sabia de cierto que habia llegado la hora de la posadera.

Fidelma se quedo quieta un momento con la frente arrugada.

El monje que habia ido por agua volvio cuando Eadulf se levantaba para disponerse a reanimar al hermano Madagan. El administrador de la abadia fue recuperando la conciencia poco a poco.

Eadulf se dirigio al grupo de jovenes monjes que ahora estaban de pie como ovejitas, a la espera de recibir ordenes.

– ?El hermano Madagan tiene algun ayudante? -les pregunto-. ?Hay algun ayudante de administracion en la abadia?

Por toda respuesta obtuvo silencio y suelas restregandose en el suelo.

– Quiza fuera el hermano Mochta -se atrevio a decir un monje-. No se quien le sustituiria a el.

– Bueno, mientras no lo averiguemos, yo me hare cargo -anuncio Eadulf-. Quiero que uno de vosotros lleve al hermano Madagan a su habitacion y lo atienda. Le han dado un fuerte golpe en la cabeza. Llamad al boticario. Quiero voluntarios para trasladar los cuerpos de Cred y del hermano Daig al deposito de cadaveres, y para limpiar la sangre de los adoquines.

– Yo me encargo, hermano sajon -se ofrecio un monje-. Pero, ?que vamos a hacer con el guerrero?

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