– Asi es, Segdae -coincidio Fidelma-. Seguramente Eadulf ya os habra pedido absoluta discrecion al respecto. Como comprendereis, para descubrir la verdad, en ocasiones es menester preguntar acerca de algunas personas a fin de comprobar ciertos hechos. No se trata de ninguna afrenta a su reputacion ni de sospecha alguna de haber obrado mal. Por eso nos gustaria que no se comentara nada acerca de estas indagaciones sobre el hermano Bardan.
El abad se mostraba desconcertado, pero dio su asentimiento.
– No hablare con nadie de esto.
– Ni siquiera con el administrador, el hermano Madagan -insistio Fidelma.
– Con nadie -subrayo el abad-. Antes le he dicho a Eadulf que tengo plena confianza en el hermano Bardan. Ha estado con nosotros unos diez anos, trabajando como boticario y embalsamador.
– El abad me ha dicho que procede de la region -explico Eadulf-. Que era herborista antes de ingresar en la escuela medica del monasterio de Tir dha Ghlas. Se hizo boticario y embalsamador y luego se unio a la comunidad de Imleach.
– ?Fue guerrero? -pregunto Fidelma.
– Nunca -respondio el abad, extranado-. ?Que os hace pensar que lo fuera?
– Era solo una idea. ?Sabeis si era muy amigo del hermano Mochta?
– Todos somos hermanos y hermanas en esta comunidad. La habitacion del hermano Bardan estaba al lado de la del hermano Mochta. No tengo ninguna duda de que serian amigos. Como el hermano Daig; pobre chiquillo. No hace mucho, el hermano Bardan solicito permiso para formar a Daig y para que este le ayudase en la botica.
– Asi, que vos sepais, el hermano Bardan y el monje desaparecido no mantenian una relacion estrecha - insistio Fidelma.
El abad Segdae movio la cabeza.
– No sabria deciros. En esta comunidad todos somos uno mismo ante Dios.
Fidelma asintio, casi absorta.
– Muy bien -dijo, y abrio la puerta-. Gracias, Segdae.
El abad parecia preocupado.
– ?Se sabe algo mas sobre la resolucion de este misterio? -pregunto con inquietud.
– En cuanto sepa algo, os lo comunicare -respondio Fidelma laconicamente y, una vez fuera, propuso a Eadulf-: Vayamos a examinar otra vez el aposento del hermano Mochta.
– ?Se os ha ocurrido algo? -pregunto el, siguiendola por el corredor.
Fidelma capto la expectacion en su voz y tuvo que responderle mediante un grunido sardonico.
– Con este caso, Eadulf, estoy totalmente perdida. Cuando creo que he visto alguna relacion entre los hechos, esta se desvanece al instante. Solo hay sospechas. Con estas pruebas nunca me ganaria la simpatia del tribunal. Ahora nos queda menos de una semana para recopilar pruebas.
– Pero si no encontramos pruebas contra los responsables, la otra parte tampoco puede tenerlas para su propia defensa -senalo Eadulf.
– No funciona asi. El principe Donennach era un invitado bajo la proteccion de mi hermano cuando los asesinos perpetraron el ataque. Mi hermano respondia por la seguridad de sus invitados. Ahora debe demostrar que el no ha sido el responsable. El principe Donennach no tiene que demostrar que la culpa recae sobre mi hermano.
– No se si lo he entendido bien.
– Mi hermano solo sera absuelto de su responsabilidad si puede demostrar que se trata de una conspiracion de los Ui Fidgente o de otra faccion.
– Es un punto muy sutil -observo Eadulf.
– Sin embargo, es el fulcro de la ley.
– Bueno, ?y que esperais encontrar ahora en el cuarto del hermano Mochta? Ya lo hemos examinado.
Habian llegado a la puerta de la habitacion.
– No se que espero encontrar -confeso Fidelma-. Algo. Algo que nos saque de esta cienaga.
El ruido de algo cayendo al suelo les sobresalto y provoco que se miraran el uno al otro. Al parecer, el sonido procedia de la habitacion del hermano Mochta.
Fidelma se llevo un dedo a los labios y, con cuidado, acerco la mano al picaporte y la cerro. Entonces, con un movimiento rapido, abrio la puerta. Como habia imaginado, no estaba cerrada con llave.
Finguine, principe de Cnoc Aine, que estaba arrodillado en el suelo, levanto la vista con un gesto de sorpresa. Tras unos instantes de silencio, se puso de pie y se sacudio el polvo de las rodillas.
– Fidelma, ?menudo susto me habeis dado! -la reprendio.
– Como vos a nosotros -se quejo Eadulf.
– ?Que haceis aqui, primo? -pregunto Fidelma a la vez que echaba una rapida mirada a la habitacion.
Finguine compuso una mueca extrana.
– He oido decir al administrador de la abadia…
– ?El hermano Madagan? -intervino Eadulf.
– El mismo. Me hablo de la desaparicion y solicite ver el cuarto. Parece que hubo un enfrentamiento y que se llevaron al pobre hermano por la fuerza. Quiza lo obligaron a coger las Reliquias de la capilla y luego se lo llevaron a las colinas. Y una vez alli, seguramente lo mataron.
Fidelma se quedo mirando a su primo un momento y le pregunto, muy seria:
– ?Asi interpretais vos los hechos, Finguine?
– No creo que haga falta mucha imaginacion para interpretar esto -respondio Finguine, extendiendo la mano para senalar el cuarto.
– Pero… -empezo a decir Eadulf, pero al ver el fuego gelido de los ojos de su companera, callo de golpe.
Finguine se volvio hacia el y pregunto:
– ?Como decis?
Eadulf hizo una mueca forzada.
– Solo decia que, en ocasiones, las apariencias pueden ser enganosas. Y… eh…, bueno, lo que decis puede ser una interpretacion mas que logica.
Finguine se volvio hacia Fidelma.
– ?Lo veis? -dijo-. Me temo que no estamos buscando tanto al hermano Mochta, como a su cuerpo. Una vez los ladrones se hicieron con las Santas Reliquias, ?para que iban a querer al hermano Mochta?
– Pero, ?para que iban a llevarselo en primer lugar? -no pudo evitar responder Fidelma.
– Quiza para impedir que este diera la voz de alarma.
– Podrian haberlo dejado atado en su habitacion -sugirio Eadulf.
– Cierto, pero lo habrian encontrado antes de lo deseado, por lo que prefirieron llevarselo. De este modo, la comunidad perderia el tiempo buscandolo, permitiendo a los ladrones huir a todo galope.
– Creo que mi primo, principe de Cnoc Aine, tiene una buena perspectiva, Eadulf.
Eadulf la miro, perplejo. Por la inflexion del tono, Fidelma intentaba decirle algo. Estaba claro que le estaba avisando de que evitara oponerse a las hipotesis que proponia Finguine.
– Sea como fuere, primo -prosiguio Fidelma con naturalidad-, vuestras suposiciones solo pueden confirmarse si hallamos los restos del cuerpo del hermano Mochta en las colinas.
Finguine se puso derecho y sonrio con pena y satisfaccion.
– Me temo que ya puedo confirmarlas.
Eadulf se mostro asombrado.
– ?Significa eso que habeis hallado los restos del hermano Mochta?
– Si.
Recibieron la noticia envueltos en un silencio prolongado.
– ?Donde los han encontrado, Finguine? -pregunto Fidelma
– Venid y os lo mostrare -respondio Finguine enseguida-. Uno de mis hombres ha encontrado esa cosa espeluznante en un campo, no muy lejos de aqui. Los lobos lo estaban descuartizando. Lo han traido en un saco para identificarlo. Lo hemos llevado al boticario.
– ?Al hermano Bardan?
– Si es el boticario, si.
