Habia bajado unos tres metros, cuando vio la abertura que habia descubierto Fidelma. Esta ya habia llegado al final de la escalera y estaba en el tunel. Tendio una mano para coger la vela, de forma que Eadulf pudiera pasar con mayor facilidad por la entrada al tunel. Asi lo hizo.
– Es un tunel muy amplio -le aseguro ella.
Eadulf vio que estaba en lo cierto. Media casi un metro de ancho y uno y medio de alto, de modo que solo tenia que encorvarse y cuidar de no darse con la cabeza en el techo bajo y rocoso. A juzgar por su forma casi oval, el tunel parecia serpentear en un recorrido que debia de ser la cavidad natural formada por la corrosion del agua en la piedra caliza. Habia mucha humedad y la atmosfera era fetida. Eadulf tambien vio que mas adelante habia una debil luz, aunque no parecia natural.
– ?Que es eso? -susurro.
– Lo he visto antes. Es una sustancia luminiscente en la oscuridad, una especie de elemento ceroso que emplean algunos artesanos para encender fuego. Es inflamable. Creo que los griegos le pusieron un nombre a partir del lucero del alba.
Prosiguieron por el tunel sin decirse nada mas. Poco despues, Eadulf oyo una exclamacion ahogada de Fidelma al darse cuenta de que podia ponerse erguida. Vio que el pasadizo habia desembocado en una cueva de tamano considerable. Media algo mas de tres metros de alto y en su curvatura entre seis y nueve metros de diametro.
– Aqui no hay nadie -murmuro Eadulf, afirmando algo evidente al ver la cueva vacia.
Al igual que el pasadizo por el que habian llegado, la cueva era muy humeda; en el centro se habia formado un charco. Contra el mismo caia un constante goteo de agua procedente del techo. El ruido resonaba una y otra vez, hasta que a Eadulf empezo a resultarle insoportable.
– No parece un lugar donde pasar el rato -dijo Fidelma como si le leyera el pensamiento.
Entonces senalo al fondo de la cueva. Alli habia dos agujeros negros que marcaban la entrada a otros tuneles.
– Dos accesos. ?Cual deberiamos tomar? -pregunto.
– El de la derecha -dijo Eadulf sin pensar.
Fidelma lo miro, pero la luz distorsionaba sus facciones y Eadulf no veia bien su expresion.
– ?Por que la derecha? -le pregunto.
Eadulf se encogio de hombros.
– ?Y por que no?
Cruzaron la cueva sobre un suelo resbaladizo por el liquen y las plantas musgosas que habian crecido, y entraron en el tunel. El estrecho pasaje no tardo en ensancharse hasta formar una cueva mas amplia. Era una cavidad seca y polvorienta. Al respirar, Eadulf noto las particulas de polvo en la boca y la traquea, que le hicieron toser.
En el suelo habia polvo y rocas. Sin moverse, Fidelma levanto la vela en lo alto para extender la maxima luz posible.
– Este lado rocoso ha sido excavado -senalo Eadulf-. ?Donde estamos? ?En una especie de mina?
Fidelma iba a comentar que aquello era evidente, pero se contuvo al darse cuenta de lo sardonica que era a veces. Eadulf no merecia ser objeto de censura tantas veces. Penso que ultimamente habia pensado mucho en su relacion con Eadulf. A lo largo del ultimo mes habia mostrado mas irritacion que nunca por sus errores. Pero es que no se habian separado en los ultimos nueve meses. Habian compartido muchas situaciones de peligro. Sin embargo, estaba insatisfecha con aquella amistad y no sabia por que. Siempre estaba pendiente de senalar los defectos y errores de Eadulf, y reaccionar ante ellos. ?Como era aquel antiguo dicho? ?Cuando se piensa en la amistad es cuando se pierde?
Procuro volver a concentrarse en el presente.
– Aqui la roca mas bien parece granito y no caliza. No es normal. Ah, mirad, esto que atraviesa el granito… argentita.
Eadulf puso cara de extranado y miro por encima del hombro de ella.
– ?Plata? ?Sera una mina de plata?
– Desde luego, aqui se ha realizado una labor minera… y hace poco.
Senalo una herramienta rota tirada en el suelo. Era el mango de madera de una piqueta, y se notaba que se habia partido recientemente. A juzgar por la reciente madera astillada, el mango se hallaba abandonado en el suelo desde hacia unos pocos dias.
Entretanto, Eadulf habia cogido un trozo de mena, que estaba frotando. A la luz de la vela, alcanzaba a ver vetas blancas y ductiles del metal.
– Sigamos adelante -propuso Fidelma-. Quizas averiguemos algo mas.
Casi a continuacion, la cavidad se estrechaba otra vez en un pasadizo por el que solo cabia una persona a la vez. Al cabo de un rato oyeron chorros de agua.
– Ahi delante hay luz -informo Fidelma sin volverse-. Esta vez es luz natural. Casi hemos llegado a la entrada.
Tuvieron que avanzar a gatas antes de salir, al final, a una zona abrigada donde retumbaba el ruido de una corriente de agua. Una parte de la gruta estaba expuesta a los elementos. No era tanto una cueva como una zona abierta, bajo un gran saliente rocoso. Al ponerse de pie vieron una balsa a la que afluian corrientes de agua que emanaban de las rocas con fuerza impetuosa.
– Es un arroyo subterraneo -explico Fidelma levantando la voz sobre el estruendo.
Se encaramaron por las rocas y miraron al campo que los rodeaba. Al parecer, habian seguido un recorrido con forma de semicircunferencia, pues el oratorio y el pozo estaban inicialmente al norte de la abadia, y ahora habian salido al extremo sur del edificio eclesiastico. En realidad, no estaban muy lejos del extremo sur de la abadia. Fidelma calculo que se hallarian a menos de cuatrocientos metros de esta. Los muros quedaban ocultos a la vista por unas hileras de altos abetos rojos. Solo las torres descollaban.
– ?Creeis que el hermano Bardan habra hecho todo este recorrido, cuando podria haber salido facilmente de la abadia y cruzar uno o dos campos para llegar hasta aqui? -pregunto Eadulf-. ?Y para que? ?Creeis que tiene algo que ver con esa mina de plata?
Fidelma no respondio. No tenia sentido hacer especulaciones.
Entonces Eadulf se fijo en un objeto tirado en el suelo, justo al lado de la boca del lugar. Se agacho a recogerlo y lo levanto.
Era un jiron de tela de lana marron con manchas de sangre.
– ?Creeis que esto puede pertenecer al carrero de Samradan? ?Es posible que los lobos lo hubieran traido hasta aqui?
Reprimio un escalofrio de asco al imaginar la suerte que habria corrido el cuerpo del carrero. La evocacion del encuentro con los lobos le provoco un escalofrio en la columna. Inmediatamente, miro a su alrededor por si atisbaba algun indicio de una guarida en la entrada a la cueva.
Fidelma tomo el jiron de lana y lo examino. Con una expresion adusta, movio la cabeza para descartar tal posibilidad.
– El carrero de Samradan no llevaba esta clase de ropa. Es el tipo de tela que suelen usar los religiosos.
Miro a su alrededor. Alli el suelo describia una leve pendiente hacia abajo que partia de la entrada a la cueva. La hierba se apreciaba corta por el paso de animales de pastoreo. Fidelma apunto al suelo.
– Este suelo es blando y fangoso, como si hace poco hubieran pasado varios caballos, asi como carros muy cargados. Fijaos en las hendiduras.
– ?Como sabeis que han pasado hace poco?
Fidelma se limito a estampar el pie contra el suelo. El tardo un poco en darse cuenta de que no habia sido un gesto de mal genio.
– Las hendiduras no habrian durado mas de un dia y… -dijo, apoyandose bruscamente sobre una rodilla-. Mirad esta mancha de sangre. Aun no esta seca. Podemos suponer que se trata de la misma sangre que la de ese trozo de tela.
Eadulf comprobo su afirmacion asintiendo.
– La mancha es de hace apenas unas horas, no mucho mas, lo cual descarta la posibilidad de que fuera sangre del carrero de Samradan.
– O de cualquiera de los pobres vecinos a los que mataron en el asalto -afirmo Fidelma-. Parece que algunos
