regrese.

Eadulf movio la cabeza censurandola al verla desaparecer escaleras abajo.

Aona no estaba en las cuadras, ni habia desensillado a los caballos, por lo que supuso que habia ido a dar instrucciones a Adag.

Fidelma salio al patio, que estaba a oscuras, salvo por la lampara que por ley anunciaba la presencia de un hostal. Las nubes habian propiciado el anochecer. Se acerco a los dos carros cargados.

Ambos estaban cubiertos con tela de lona, lo cual aislaba el contenido de la lluvia. Rodeo con la mano la tremula llama de la vela y avanzo entre los carros. Unas correas de piel aseguraban la lona a los carros. Deposito la vela sobre una de las ruedas esperando que no la apagara una rafaga repentina, y a continuacion desengancho una de las correas y aparto parte de la lona.

A la luz de la vela vio una serie de herramientas, herramientas para excavar. Habia palas, piquetas y otros utensilios del mismo estilo. Se fijo en unas bolsas de piel que habia al lado y que parecian estar llenas de rocas. Se inclino y extrajo algunas para verlas mejor. Bajo aquella luz no pudo identificarlas bien, por lo que las dejo donde estaban y miro el contenido de otra bolsa de piel. Habia unas cuantas pepitas de metal. Saco una, que reflejaba la luz y brillaba.

De modo que Samradan y sus hombres no eran meros mercaderes. Tuvo la impresion de que andaban metidos en algun trapicheo. El metal era plata. Hizo un mohin de desaprobacion al devolver el contenido a la bolsa.

– ?Que estais haciendo?

La voz incidio en sus pensamientos. Se dio la vuelta con el corazon desbocado.

El nieto de Aona estaba de pie junto a ella, con una linterna en la mano.

Fidelma se relajo al reconocerlo.

– Hola, Adag -saludo-. ?Me recordais?

El nino asintio moviendo lentamente la cabeza.

Fidelma volvio a tapar el carro y abrocho la correa. Acto seguido se aparto del vehiculo.

– No me habeis dicho que estabais haciendo -insistio el nino.

– No -le dio la razon-, no te lo he dicho.

– Estabais buscando algo -dijo el nino, aspirando aire con un gesto de censura-. No esta bien rebuscar entre las cosas de los demas.

– Tampoco esta bien robar las cosas de los demas. Estaba examinando estos carros para saber si todo lo que llevan es de los que los conducen. Vuestro abuelo me ha dicho que sabeis guardar secretos, ?es verdad?

El nino la miro un poco indignado.

– Claro que si.

Fidelma lo miro con solemnidad y le dijo:

– Vuestro abuelo os ha pedido que no digais palabra a nadie sobre mi presencia ni la de mis dos companeros. Sobre todo, a esos hombres del hostal.

El nino asintio con igual solemnidad.

– Pero aun no me habeis dicho que buscabais en esos carros, hermana.

Fidelma mostro una mayor complicidad diciendo:

– Esos hombres que se alojan en la posada de vuestro abuelo son ladrones. Por eso rebuscaba en sus carros. Buscaba pruebas. Si le preguntais, vuestro abuelo os dira que, ademas de hermana, soy dalaigh.

El nino abrio mucho los ojos. Tal como esperaba Fidelma, el nino reacciono mejor al hacerle participe de un secreto de adultos que de haberle pedido que no molestara.

– ?Quereis que los vigile, hermana?

Fidelma le dijo con seriedad:

– Creo que sois la persona mas indicada para ese trabajo. Pero que no se den cuenta de que sospechais.

– Claro que no -le aseguro el nino.

– Simplemente observadlos y avisadme cuando se marchen de la posada y averiguad hacia donde. Hacedlo con sigilo, sin que se den cuenta.

– ?Da lo mismo la hora a la que se marchen?

– Si, da lo mismo. A la hora que sea.

El nino sonrio con satisfaccion.

– No os fallare, hermana. Ahora tengo que ir a desensillar los caballos. Mi abuelo esta preparando comida para vuestros amigos y vos.

Cuando Fidelma le explico lo sucedido a Eadulf y el hermano Mochta, aquel pregunto:

– ?Es sensato implicar al nino?

Mochta mostro cierto recelo y anadio:

– ?Estais segura de que el nino no nos traicionara?

– No -dijo Fidelma con firmeza-. Es un chico listo. Y yo tengo que saber en que momento se iran Samradan y sus carreros.

– ?Por que le habeis dicho al nino que eran ladrones? -quiso saber Eadulf.

– Porque es la verdad -asevero ella-. ?Que encontre en los carros? Herramientas de excavacion y bolsas con rocas. ?Que os hace pensar eso, Eadulf?

El sajon movio la cabeza, desorientado.

Fidelma estaba exasperada.

– ?Rocas… mena… herramientas de mineria! -exploto, restallando las palabras como un latigo.

Eadulf cogio el hilo.

– ?Insinuais que son los que extraian la mena de las cuevas?

– Exacto. Se que existe actividad minera algo mas al sur de aqui, pero no sabia que hubiera un filon de plata en estas colinas, hasta que lo descubrimos. Y sea propiedad de quien sea, esa mina no es de Samradan. Esta extrayendo plata ilegalmente, de acuerdo con lo que dicta el Senchus Mor.

El hermano Mochta solto un leve silbido.

– ?Tiene algo que ver Samradan con el resto de este rompecabezas? -pregunto.

– Eso no lo se -confeso Fidelma-. Sea como fuere, ahora nuestra prioridad es comer algo, y luego ya veremos que hacer. Espero que Aona no tarde en traer algo de comida.

* * *

Justo despues del amanecer, una mano sacudiendole el hombro desperto a Fidelma. Se desperto con pocas ganas, parpadeando, ante el rostro entusiasta del joven Adag.

– ?Que pasa? -murmuro.

– Los ladrones -susurro el nino-. Se han ido.

Fidelma aun no habia espabilado.

– ?Que ladrones?

El nino se impacientaba.

– Los hombres de los carros.

Fidelma se despejo de sopeton.

– Oh. ?Cuando se han ido?

– Hace unos diez minutos. Me he despertado al oir los carros contra las piedras del camino.

Fidelma miro al otro lado de la habitacion, donde los otros dos dormian a pierna suelta.

– Al menos vos estabais atento, Adag -lo congratulo con una sonrisa-. Nosotros no hemos oido nada de nada. ?Hacia donde han ido?

– Se han marchado por el camino de Cashel.

– Bien. Habeis hecho muy bien, Adag, y…

Interrumpio lo que estaba diciendo al oir ruido de cascos en el patio.

– ?Podrian haber vuelto? -pregunto el nino.

Eadulf refunfuno en suenos y se giro al otro lado sin despertarse, y en ese preciso instante Fidelma advirtio

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