que el ruido no era de animales de carga ni de carros tirados. Era el ruido propio de cascos herrados de caballos montados por guerreros.

Se levanto de un salto del catre y se acerco a la ventana y, procurando mantener cierta distancia, aparto un poco la tela.

En el patio se distinguian las sombras de siete jinetes. La luz de la posada, que habia ardido la noche entera, emitia un resplandor tenue e irregular. Aun asi, contuvo la respiracion al distinguir el aspecto delgado y rapaz de Solam, junto a su primo Finguine. Los acompanaban cuatro guerreros. No alcanzaba a reconocer al septimo hombre. La ultima vez que habia visto a Finguine eran seis.

– Adag -susurro al nino-. Mas vale que bajeis a ver que quieren. Sed sinceros con ellos, sin decirles que estamos aqui. Juradlo por vuestra vida.

El nino asintio y bajo a hacer lo que le habia dicho.

Fidelma volvio a la ventana a escudrinar a traves de la abertura de la cortina de saco. Desde alli oyo decir a su primo Finguine:

– Esta claro que no estan aqui, Solam. No merece la pena despertar al posadero.

– Mas vale asegurarse que dar por sentada una suposicion que podria ser erronea -arguyo el abogado Ui Fidgente.

– Muy bien -accedio el principe, y se dirigio hacia sus hombres-. Despertad al posadero y… no, aguardad. Alguien viene.

Adag salio de las cuadras, y Fidelma lo vio acercarse a los guerreros.

– ?En que puedo ayudarles, senores? -les pregunto en un tono elevado y ufano.

– ?Quien sois, muchacho? -oyo preguntar a Solam.

– Adag, hijo del posadero.

Eadulf volvio a refunfunar en el jergon, y Fidelma se volvio hacia el al ver que se incorporaba.

– ?Que esta…? -empezo a decir.

Fidelma se llevo un dedo a los labios.

Aquel movimiento la distrajo de la conversacion que discurria abajo. Volvio a mirar por la ventana y vio al nino senalando en direccion a Cashel.

– Habeis sido de gran ayuda, muchacho -estaba diciendo Finguine-. ?Tomad!

Lanzo una moneda que centelleo en el aire.

Finguine espoleo al caballo, y el grupo entero salio del patio a galope tendido, rumbo hacia Cashel. Entonces fue cuando Fidelma reconocio los rasgos del septimo jinete al pasar un instante bajo la luz del hostal. Era Nion, el bo-aire de Imleach.

Fidelma descorrio la cortina y suspiro.

– ?Que esta pasando? -quiso saber Eadulf.

Ella miro hacia donde el hermano Mochta seguia durmiendo y luego hacia las escaleras, pues Adag subia dando fuertes pisadas y con una sonrisa en la cara.

– Se han ido hacia Cashel, hermana -dijo sin aliento.

– ?Que querian?

– Querian saber si alguien habia pasado la noche en la posada. Les he dicho que si, que unos hombres que traian carros se han dirigido hacia Cashel. Pero no les he dicho nada de vos ni de vuestros amigos. Los jinetes me han dado las gracias y se han ido rumbo a Cashel. Parecian muy interesados en los carros.

Eadulf miraba ora al nino, ora a Fidelma con desconcierto. Fidelma le explico pausadamente:

– Los jinetes eran Finguine y Solam, y los acompanaba Nion.

CAPITULO XX

Durante el trayecto de vuelta a Cashel desde el Pozo de Ara no sufrieron ningun contratiempo. Para su sorpresa, ningun guerrero vigilaba el puente que cruzaba el rio Suir a la altura de la pequena bifurcacion de Gabhailin, por donde les habian prohibido pasar hacia unos dias. No obstante, al considerarlo mejor, Fidelma se percato de que era logico que Gionga hubiera retirado a sus guerreros al saber que habia conseguido llegar a Imleach. Eadulf expreso con palabras el problema al que Fidelma habia estado dandole vueltas desde que salieran de la posada de Aona.

– ?Es prudente llevar al hermano Mochta hasta la propia ciudad de Cashel? -pregunto-. Podria correr serio peligro, y aun faltan dias para la vista ante los brehons.

El hermano Mochta se sentia algo mejor tras la noche de descanso, y las heridas le dolian menos.

– Estoy seguro de que estare a buen recaudo entre los religiosos de Cashel, ?verdad? -pregunto Mochta.

– Preferiria que en Cashel nadie supiera de vuestra presencia ni de la del relicario hasta el ultimo momento - anuncio Fidelma-. Hay un camino secundario poco transitado que bordea la ciudad y queda cerca de la casa de una amiga. Mochta puede quedarse con ella hasta el dia de la vista.

– ?En la propia ciudad? ?Es prudente? -insistio Eadulf.

Se referia a que en las ciudades casi nadie atrancaba nunca las puertas y entraba y salia a sus anchas de las casas vecinas. Por lo general, las ciudades estaban formadas por viviendas que pertenecian a clanes familiares que habian ido creciendo con el tiempo, de manera que no habia temor a los desconocidos.

– No os preocupeis -contesto Fidelma-, mi amiga no suele recibir visitas.

– Creo que os estais tomando demasiadas molestias innecesarias -sugirio el hermano Mochta-. ?Quien iba a hacerme dano en el palacio real de Cashel?

Fidelma fruncio un momento los labios.

– Eso es precisamente lo que debemos descubrir -aclaro en voz baja-. Mi hermano me planteo la misma pregunta.

Algo mas tarde llegaron a Cashel a traves del camino secundario, guiados por ella. Al llegar al limite de la ciudad, Fidelma dejo a Eadulf y al hermano Mochta al abrigo de unos arbustos, tras explicarles que se adelantaria para preparar el terreno.

Regreso a los pocos minutos. El hermano Mochta se mostro preocupado al ver que Fidelma no llevaba consigo el relicario que habia custodiado desde que salieran de Imleach. Fidelma, por su parte, se dio cuenta de la inquietud en su mirada y le aseguro que aquel estaba a salvo con su amiga. Los llevo a una casa de las afueras, un poco apartada de las demas. Se trataba de una estructura de tamano medio con excusado exterior y granero propios. Fidelma los dirigio de inmediato al granero, que hacia las veces de cuadra. Eadulf ayudo al hermano Mochta a desmontar del potro, mientras Fidelma amarraba los caballos.

El hermano Mochta se apoyo en el para llegar hasta la casa, siguiendo a Fidelma. La puerta se abrio y, juntos, ayudaron al hermano convaleciente a entrar. Antes de cerrar la puerta, Fidelma echo una rapida mirada para asegurarse de que nadie les habia visto.

Dentro habia una mujer de baja estatura. Tenia mas de cuarenta anos, aunque la madurez no habia deslucido la frescura de sus rasgos, ni su abundante cabellera dorada. Llevaba un vestido ligero que acentuaba una bella figura con caderas que no se habian ensanchado y miembros bien proporcionados.

– Os presento a mi amiga Della -anuncio Fidelma-. Os presento al hermano Mochta, que se quedara con vos, y al hermano Eadulf.

Eadulf sonrio sin disimular su agrado ante aquella atractiva mujer.

– ?A que se debe que nunca haya visto a esta amiga de Fidelma en la corte de Colgu? -pregunto a modo de saludo, pero enseguida vio que habia dicho algo inapropiado.

– No suelo aventurarme a salir de casa, hermano -respondio Della, que pese a lo solemne de su voz, algo tenia de atrayente-. Vivo recluida. La gente de Cashel asi lo respeta.

Fidelma anadio casi con brusquedad, como si quisiera subsanar una falta de cortesia:

– Por ese motivo el hermano Mochta estara seguro aqui hasta el dia de la vista.

– ?Vivis recluida? -pregunto Eadulf, confuso-. No debe de ser facil vivir asi en esta ciudad.

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