CAPITULO XXI

Eadulf siguio a Fidelma obedientemente en su pesquisa nocturna. Salieron de los umbrios muros del palacio por una puertecilla lateral, apartada de las muchas puertas principales, a fin de rehuir la mirada escrutadora de los centinelas. Las tinieblas se habian extendido cual sudario sobre la ciudad de Cashel. Las nubes que cruzaban las colinas ensombrecian la luna.

Sin embargo, de vez en cuando, el blanco orbe asomaba a traves de subitos claros de nubes, banando momentaneamente la escena con una luz eterea, casi tan diafana como la del dia. Ademas de ver las luces en los edificios, les llegaba el olor acre del humo de tantas chimeneas, indicio de los primeros propositos de combatir el frio otonal. No parecia haber mucha actividad en la ciudad. La mayoria de los visitantes que ocupaban las calles hacia unas horas se habian refugiado en posadas y tabernas, aunque de fondo se oia debilmente la algazara. Oyeron ladrar a algun perro aqui y alla, y una o dos veces les llego el maullido de gatos furiosos disputandose un territorio.

Fidelma y Eadulf llegaron a la plaza del mercado sin que nadie pudiera verles por la oscuridad.

– Ahi esta el almacen de Samradan.

Fidelma lo senalo innecesariamente, pues Eadulf recordaba con nitidez las circunstancias del intento de asesinato. El almacen se encontraba justo al otro lado de la plaza, completamente a oscuras. Parecia estar desierto.

Cruzaron la plaza con premura. Fidelma fue derecha a una puerta lateral del edificio, que ya habia visto antes. Estaba cerrada.

– ?Esta atrancada por dentro? -pregunto Eadulf mientras ella intentaba abrirla en vano.

– No, creo que solo esta cerrada con llave.

Empleo la palabra glas. Los cerrajeros irlandeses eran diestros fabricantes de cerrojos, llaves, y hasta de cadenas, para proteger edificios y habitaciones. Algunos eran muy intrincados. Sin embargo, cuando estudiaba en Tuaim Brecain, Eadulf habia aprendido el arte de abrir cerrojos por medio de la insercion de un alambre en el poll-eochrach o cerradura. Rebusco en su bolsa, extrajo la pequena madeja de alambre que solia llevar siempre consigo y sonrio con malicia en la oscuridad.

– Apartaos. Os hace falta un experto -anuncio, mientras se inclinaba a la altura del cerrojo.

Le llevo mas tiempo del que esperaba y Fidelma empezo a impacientarse. Cuando ya parecia arrepentirse de su jactancia, oyo el chasquido que revelo el exito de su proposito.

Giro el pomo, y la puerta se abrio hacia dentro. Eadulf se puso erguido.

Fidelma entro sin decir palabra. El la siguio y cerro la puerta al pasar.

El almacen estaba a oscuras y no veian nada.

– Traigo piedra de lumbre y yesca, y el cabo de una vela en mi bolsa -susurro Eadulf.

– No conviene encender la vela, ya que podrian vernos desde fuera -objeto Fidelma en medio del silencio nocturno-. Aguardad un momento y la vista se os acostumbrara a la falta de luz.

En ese instante volvio a asomar la luna entre las nubes, y el claro fue lo bastante grande para que la luz entrara por las ventanas mas elevadas del almacen. El edificio era una estructura sencilla. No tenia planta superior; encima solo habia la azotea donde se habian puesto a cubierto los asesinos frustrados. Al fondo solo aparecian unas balas de paja amontonadas hasta alcanzar una gran altura, y los compartimentos donde Samradan sin duda guardaria los caballos de tiro. Ocupando buena parte del almacen estaban los dos solidos carros. La ultima vez que los habian visto habia sido en el patio de la posada de Aona.

Apartaron las cubiertas de lona, y dentro Fidelma solo vio el monton de herramientas.

– Al parecer, Samradan se ha llevado la bolsa de plata y la de mena -murmuro Fidelma, mirando aqui y alla.

– Era de esperar. Seguramente se lo ha llevado a alguien dedicado a extraer la plata de la mena.

Fidelma solto un fuerte gemido.

– ?Estais bien? -pregunto Eadulf, alarmado.

– Bien estupida, eso es lo que soy -se reprobo-. Habia olvidado el proceso. Para extraer la plata del mineral, antes hay que fundirlo en la forja de un herrero.

– Claro.

– Anoche, cuando examine el carro y encontre el saco de mena, ?ya habian extraido parte de la plata! Samradan tuvo que requerir los servicios de un buen herrero antes de partir de Imleach rumbo a Cashel.

– Al salir de Imleach, debio de acudir a algun herrero con el mineral -sugirio Eadulf, coincidiendo con la hipotesis de Fidelma-. Cuando dijo que se dirigia hacia el norte, lo hizo para despistarnos.

– Eso parece. Pero, ?por que no extrajo el herrero toda la plata?

Una nube tapo la luna, volviendo a sumir el almacen en la mas completa negrura.

Fidelma se quedo quieta. Eadulf le habia hecho ver un aspecto clave. Sonrio en la oscuridad. Reparo en que ya tenia la respuesta. La luz de la luna volvio a banar el almacen al filtrarse por las altas ventanas.

– ?Habeis visto bastante? -pregunto Eadulf.

– Esperad un momento -le pidio Fidelma.

Fidelma fue por todo el almacen, examinando alguna que otra caja hasta llegar, por ultimo, a la zona de la cuadra. Se detuvo junto a los fardos de paja, apoyo una rodilla en el suelo, se inclino hacia delante y tiro de algo.

– Eadulf, ayudadme. Creo que es una trampilla que da a un sotano. Ayudadme a descorrer el cerrojo.

Eadulf acudio en su ayuda. Era evidente que se trataba de una trampilla de madera, cerrada con cerrojos de hierro. Los descorrio con cuidado y levanto la puertecilla. A sus pies solo habia oscuridad. Ni la palida luz de la luna penetraba en aquella oscuridad.

Eadulf se disponia a decir algo, pero Fidelma extendio una mano para evitarlo.

Algo se movia alli abajo.

– ?Hay alguien ahi? -pregunto Fidelma sin levantar la voz.

En medio del silencio oyeron un crujido, pero nadie contesto.

– Podemos probar a encender una vela, pero mantenedla cubierta hasta averiguar que hay en este sotano -le ordeno Fidelma.

Eadulf hurgo en su bolsa de cuero, encontro el cabo que traia e hizo varios intentos de encenderla con la piedra y la yesca. Pasaron unos momentos, antes de que una chispa prendiera en la madera para encender la vela.

Sosteniendo la vela con cuidado, se adelanto para inclinarse en el borde de la trampilla.

Unos escalones descendian a una sala con paredes de piedra, no mucho mas alta que un hombre alto. Era de unos dos metros y medio de ancho y de largo. En una esquina habia un jergon y poco mas, salvo… una persona amordazada y atada de pies y manos, que los miraba con los ojos muy abiertos. Reconocieron la inconfundible figura del hermano Bardan.

Con una exclamacion de sorpresa, Eadulf bajo por la escalera seguido de Fidelma.

Mientras Eadulf sostenia la vela, Fidelma extrajo una navaja del marsupium, corto las ataduras de las munecas del monje y le quito la mordaza. Mientras boqueaba para coger aire, Fidelma le corto las cuerdas de los tobillos.

– Bueno, hermano Bardan, ?que estais haciendo aqui? -saludo casi con jovialidad.

El hermano Bardan intentaba acostumbrarse a respirar sin la mordaza. Tosio y respiro hondo, hasta que al fin recupero la voz.

– ?Samradan! Ese malvado…

Hizo una pausa y, extranado, les pregunto:

– ?Cuanto sabeis de esta intriga?

– Hemos visto al hermano Mochta, que nos ha hablado de vuestra implicacion en, digamos, su desaparicion. Imagino que os habiais adentrado en los tuneles secretos para ver al hermano Mochta, cuando os cruzasteis con

Вы читаете El Monje Desaparecido
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату