– ?Examinasteis tambien al hermano Eadulf?
– ?Al hermano Eadulf? Ah, el sajon… ?Para que?
– Segun me han dicho hallaron restos de sangre en su ropa y un trozo de tela del habito de la nina. Quizas habria sido apropiado examinarle a fin de demostrar que existia plena coherencia al relacionar su aspecto con la idea de que habia agredido a la nina.
El medico volvio a sorber aire por la nariz.
– Por lo que he oido, no hizo falta mi opinion para condenarle. Como bien decis, tenia la ropa manchada de sangre y un trozo del habito ensangrentado de la victima. Ademas fue identificado por alguien que presencio el crimen. ?Que necesidad tenia yo de examinarlo?
Fidelma reprimio un suspiro.
– Habria sido… lo apropiado.
– ?Lo apropiado? ?Bah! Si hubiera malgastado mi vida haciendo lo apropiado, habria dejado morir a cien pacientes aquejados.
– Con todos los respetos, esa comparacion esta fuera de lugar.
– No estoy aqui para discutir cuestiones de etica con vos,
Fidelma dio por terminado el interrogatorio con un breve agradecimiento y salio de la sala. No tenia nada mas que preguntar al medico. Sor Etromma no habia regresado todavia, de modo que la espero fuera de la apoteca. A los pocos minutos se le ocurrio algo. Entre las dotes de Fidelma se contaba una capacidad casi asombrosa de orientarse en un lugar en el que habia estado antes. Gracias a su memoria e instinto, sabria como regresar a los lugares de la abadia por los que la habian conducido. Asi pues, en vez de esperar a sor Etromma, dio media vuelta y se aventuro por los pasillos que la conducirian hasta la camara de la abadesa Fainder.
Abrio la puerta que daba al apacible patio de la abadia y lo cruzo sin demorarse. El cuerpo del monje todavia colgaba del cadalso. ?Como se llamaba…? ?Ibar? Era extrano que aquel monje hubiese matado y robado a un marinero en el mismo muelle el dia despues de la violacion y el asesinato de Gormgilla.
De pronto, se detuvo en medio del patio al caer en la cuenta: el monje ejecutado era una de las dos personas de la abadia con quien Eadulf habia intercambiado unas palabras la noche de su llegada.
Dio media vuelta y se apresuro por las escaleras que daban al pasillo humedo y oscuro que conducia a la celda de Eadulf. El hermano Cett se habia ido, y otro religioso ocupaba su lugar.
– ?Que quereis? -murmuro el hombre con rudeza desde la penumbra.
– En primer lugar, me gustaria que cuidarais los modales, hermano -respondio Fidelma, tajante-. En segundo lugar, desearia que abrierais la puerta de esta celda. Tengo autorizacion de la abadesa para entrar.
El hombre dio un paso atras en la oscuridad, desconcertado.
– No tengo ninguna orden de… -objeto con hosquedad.
– Yo os estoy dando esa orden, hermano. Soy
– ?Sor Etromma? No me ha dicho nada. Ella y Cett han bajado al muelle.
El religioso sopeso la circunstancia, mientras Fidelma empezaba a impacientarse. Esperaba de aquel hombre una obstinada negativa a dejarla pasar. Sin embargo, este se hizo a un lado casi a reganadientes y descorrio los cerrojos.
– Os avisare cuando quiera salir -le informo Fidelma con alivio, entrando en la celda.
Eadulf levanto la vista, sorprendido.
– No esperaba veros tan pronto…
– Tengo que haceros unas preguntas mas, Eadulf. Quiero saber algo mas del hermano Ibar. Puede que no dispongamos de mucho tiempo, porque no saben que he vuelto a subir.
Eadulf se encogio de hombros.
– No hay mucho mas que contar, Fidelma. Se sento a mi lado en el refectorio para la cena, el mismo dia que llegue. Nos dirigimos cuatro palabras. Y luego ya no volvi a verle… bueno, hasta esta manana, ahi abajo. -Senalo el patio con la cabeza.
– ?De que hablasteis?
Eadulf la miro con cara de extranado.
– Solo me pregunto de donde era. Le respondi, y el me dijo que era del norte del reino, herrero de oficio. Estaba orgulloso de serlo, aunque lamentaba que la abadia solo aprovechara su talento para forjar las cadenas de los animales. No estaba contento en la abadia desde la llegada de la abadesa Fainder. Recuerdo que comente que muchas comunidades necesitaban animales para alimentarse y que cualquier tarea era buena para un peon. El dijo que…
– ?No hablasteis de nada mas? ?Solo hablasteis de cosas generales? -Fidelma trato de no traslucir su decepcion.
– Bueno, tambien me pregunto acerca de costumbres sajonas, pero ya esta.
– ?De costumbres sajonas? ?Como cuales?
– Me pregunto por que los sajones tenian esclavos. Me parecio una pregunta curiosa.
– ?Y nada mas?
Eadulf nego con la cabeza.
– Daba la impresion de ser un hombre insatisfecho con las tareas que le encargaban. Parece que eso le preocupo hasta el final porque, de hecho, lo ultimo que le oi decir fue «preguntad por los grilletes». Creo que para entonces ya habia perdido la cabeza. Es un horror tener que afrontar algo como la horca…
Fidelma estaba tan decepcionada que no advirtio el titubeo de Eadulf. Habia acariciado la esperanza de que el fallecido hermano Ibar hubiera comentado algo que pudiera conducirla hasta el hilo que desembrollara aquella intrincada marana. Lo miro forzando una sonrisa.
– No importa. Os vere pronto.
Llamo a la puerta.
El hosco monje que la custodiaba debia de estar justo al otro lado, porque le abrio ipso facto y la dejo salir.
Capitulo VI
. Sor Fidelma estaba cruzando el patio de vuelta cuando sor Etromma la alcanzo.
– Os pedi que me esperarais en la apoteca -la amonesto, irritada-. Podriais haberos perdido: esta abadia no es una iglesuela de extramuros.
Fidelma no se molesto en explicarle que tenia facilidad para recordar cualquier camino de ida y vuelta si se lo habian mostrado antes. Como tampoco menciono que, si bien la abadia era grande comparada con muchas otras de los cinco reinos, habia visto monasterios y conventos mucho mayores en Armagh, Ehitby o Roma. Pero comento:
– Me han dicho que habeis tenido que bajar al muelle.
La observacion desconcerto a la administradora.
– ?Quien os lo ha dicho?
Fidelma no quiso revelar que habia ido a ver a Eadulf, asi que esquivo la pregunta.
– Me disponia a ir a ver a la abadesa Fainder.
Quiero hacerle unas cuantas preguntas mas. ?Habeis encontrado a la novicia, sor Fial?
Sor Etromma parecia incomoda.
– No, no he conseguido dar con ella.
– ?Como es posible? -pregunto Fidelma con exasperacion.
– Nadie la ha visto ultimamente.
– ?Y exactamente a que os referis con
– Segun parece, nadie la ha visto desde hace dias. Todavia la estamos buscando.
Un peligroso destello cruzo los ojos de Fidelma.
– Antes de ver a la abadesa, desearia que me acompanarais a la hospederia; en concreto, a la parte donde