– Acabo de hablar con algunos miembros de la abadia acerca del asesinato de la joven novicia -respondio Fidelma-. Me han dicho que fuisteis un testigo clave en el juicio del hermano Eadulf.

El guerrero hizo un gesto de desprecio.

– No fui exactamente un testigo clave. Simplemente coincidio que, como capitan de la guardia, me hallaba en este mismo muelle la noche del asesinato.

– ?Podeis contarme que sucedio exactamente? Creo que estais al corriente de mi interes en este asunto.

El guerrero mostro cierta incomodidad unos instantes y a continuacion asintio.

– Los rumores vuelan en esta ciudad, senora. Se quien sois y a que habeis venido.

– ?Por que estabais en el muelle aquella noche?

– Por una razon muy simple: estaba de guardia. Aquella noche eramos tres de guardia en el muelle - respondio, senalando el conjunto de muelles de madera de la ciudad de Fearna.

– ?Tanto abundan aqui los delitos que hacen falta guardias nocturnas? -inquirio Fidelma.

Mel solto una risotada jactanciosa.

– De hecho no los hay gracias a la guardia. Como capital de los reyes de Laigin, somos un importante centro comercial. Los mercaderes duermen tranquilos sabiendo que sus barcos y cargas se encuentran bien vigilados.

Mel hizo una pausa, pero Fidelma lo insto a seguir narrando lo sucedido aquella noche.

– Bueno, como he dicho, esa noche eramos cuatro hombres. Yo estaba al mando de la guardia. Cada uno tenia asignada una parte de los muelles. Debia de ser despues de medianoche. Venia andando de… -Se volvio para senalar un muelle mas pequeno y mas alejado de la abadia-. Uno de mis hombres estaba apostado alli. Otro se encontraba mas aca. Asi que yo estaba supervisando el trabajo de mis hombres, haciendo guardia, como de costumbre, por cada muelle.

– ?Que tiempo hacia?

– Hacia buena noche, no llovia -reflexiono-.

Pero el cielo estaba nublado, asi que estaba oscuro. Llevabamos antorchas -anadio.

– Sin embargo, habia escasa visibilidad, ?no? -recalco Fidelma con interes-. A determinada distancia no se puede ver gran cosa, ni siquiera con una antorcha.

– Cierto -afirmo aquel-. Por eso casi tropece con el cuerpo de la nina antes de verlo.

Fidelma arqueo las cejas.

– ?Tropezasteis con el cuerpo? Es decir, ?vos lo descubristeis? Creia que un testigo habia presenciado el asesinato.

Mel vacilo antes de responder.

– Y asi fue. Es un poco complicado, hermana.

– Ah, ?si? Contadme lo ocurrido con la mayor sencillez que podais.

– Iba andando con la antorcha en alto. Como he dicho, era una noche muy oscura. Llegue al camino del rio y me disponia a cruzar este muelle…

– ?Habia algun barco amarrado en el muelle? -Fidelma lo interrumpio al pensar de pronto en un detalle.

– Si, uno de los barcos mercantes que atracan aqui con regularidad. Era noche cerrada y no habia nadie en el muelle. Tampoco habria sido normal a esa hora de la madrugada. Seguramente todos los marineros estarian bajo la cubierta durmiendo o borrachos -explico con una sonrisa al imaginarlo-. Al aproximarme vi a alguien a caballo.

– ?Donde? -pregunto Fidelma-. ?En ese camino?

– No. Justo aqui, donde empieza el muelle.

– ?Que estaba haciendo esa persona?

– Cuando la vi estaba muy quieta, tan quieta que no la adverti hasta que repare en un movimiento del caballo. No portaba antorcha, pero estaba ahi, en medio de la oscuridad. Asi fue como descubri el cuerpo.

Fidelma contuvo un suspiro de impaciencia.

– Ruego que os expliqueis… con mas detalle.

– Cuando vi la figura, alce la antorcha para darle el alto, pero antes de poder hacerlo me pidio que me identificara. La persona a caballo era la abadesa Fainder.

Fidelma abrio ligeramente los ojos.

– ?La abadesa Fainder? -repitio estupidamente-. ?Estaba aqui, junto al cuerpo en medio de la oscuridad, montada a caballo?

– Eso he dicho -asintio Mel con un movimiento de la cabeza-. Tan pronto me hube identificado, me dijo: «Mel, aqui hay un cuerpo. ?Quien es?». Eso dijo. Tropece en la oscuridad y mire al suelo. El cuerpo se hallaba tendido entre las sombras de los fardos, por eso casi pase por encima de el. Enseguida vi que era una nina y que estaba muerta.

– ?A que fardos os referis? Mostradme exactamente donde estaba situado el cuerpo.

Mel senalo hacia donde habia unos fardos y unas cajas apiladas, junto al muelle, y dijo:

– Estaba tendida justo ahi.

Fidelma fruncio el ceno al inspeccionar el lugar.

– ?Y esos fardos y cajas eran los mismos que habia aquella noche?

– No, no he querido decir eso. Eran otros, pero esa noche habia unas cajas y unos fardos parecidos. Juraria que estaban casi en la misma posicion.

Fidelma lo miro.

– ?Lo jurarias pese a la oscuridad?

– Si, porque durante el dia tuve que examinar el lugar para ensenarlo al brehon.

– ?Que os permitio ver la antorcha?

– Con tan poca luz apenas se veia nada. La nina iba vestida, pero no con el habito de las monjas.

– Ya veo. De modo que no la identificaron como una novicia de la abadia hasta mas tarde.

– Supongo.

– ?Que hizo la abadesa Fainder mientras examinabais el cuerpo?

– Espero a que acabara. Como ya no podia hacer nada por la pobre criatura, me levante y le dije que la nina estaba muerta. Me ordeno que llevara el cuerpo a la abadia, mientras ella iba a buscar al medico, el hermano Miach. Asi que…

– Un momento. -Volvio a interrumpir Fidelma-. ?La abadesa Fainder os dijo que hacia alli, en el caballo, a poca distancia del cadaver?

Mel nego con la cabeza.

– En ese momento no. Luego creo que le dijo al brehon, el obispo Forbassach, que iba hacia la abadia, procedente de una capilla que queda lejos de aqui, y que se disponia a entrar cuando vio la sombra oscura del cuerpo y se acerco hasta aqui, como me ocurrio a mi.

Fidelma apreto los labios durante unos momentos, mirando a las puertas de la abadia y al lugar que le habia indicado Mel para calcular la distancia.

– Sin embargo, vos apenas lo distinguisteis entre las sombras de los fardos, pese a llevar la antorcha y pese a tenerlo cerca… Tendre que volver a hablar con la abadesa -dijo para si Fidelma-. Bien, seguid. Estoy algo confusa, ya que se me dijo que hubo un testigo presencial del asesinato.

– De hecho lo hubo. A eso iba -prosiguio Mel-. Cuando la abadesa entro en la abadia, me di cuenta de que iba a necesitar ayuda; y de que tenia que decir a mis hombres donde estaba. Asi que agite la antorcha como senal al companero que estaba haciendo guardia en el siguiente muelle, y este acudio a mi. En ese momento oi un ruido entre los fardos. Pregunte quien andaba y levante la antorcha. La luz ilumino a una nina de pie, tras los fardos.

– ?Habiais advertido su presencia antes?

– Con aquella oscuridad, no. Y la abadesa tampoco. Le pedi que se identificara, pero estaba angustiada y asustada, temblaba. Tardamos un poco en saber que se llamaba Fial y que la fallecida era su amiga Gormgilla. Me dijo que eran novicias de la abadia. Por lo visto habia quedado en verse en el muelle con su amiga, y al llegar vio a Gormgilla forcejeando con una figura masculina. Por miedo no se movio de donde estaba; entonces el hombre se levanto de encima de su amiga y echo a correr hacia la abadia. Luego identifico al monje sajon que se alojaba alli.

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