al anciano.

– El brehon y el rey estan de acuerdo con las medidas de castigo, Coba. Asi se hara. No tengo mas que decir. Podeis salir. -Volvio a dirigirse a Fidelma en un tono glacial-. ?Y vos? ?Que quereis, hermana?

El anciano se habia vuelto hacia la puerta tan pronto habia reparado en la presencia de Fidelma. No se molesto en obedecer la orden para retirarse de inmediato.

– Considero justo advertirle, abadesa Fainder-dijo sin apartar la vista de Fidelma, impidiendo cualquier respuesta que pudiera darle la abadesa-. No pienso renunciar a esta cuestion. Ya habeis matado a un joven hermano, y ahora pretendeis matar al sajon. No es propio de nuestra ley.

Fidelma se dirigio a el y no a la abadesa.

– ?De modo que habeis venido a protestar contra la sentencia de muerte? -le pregunto, mirando con interes al anciano.

Coba no respondio con animo de simpatizar.

– A eso he venido. Y si vos os haceis llamar miembro de la fe, hareis como yo.

– Yo ya he dado a conocer mi protesta -le aseguro Fidelma-. ?Quien sois vos?

La abadesa Fainder intervino a su pesar.

– Es Coba, de Cam Eolaing, donde es bo-aire… y no ollamh de la ley ni de la religion -apostillo con rencor.

Un bo-aire era un juez local, un jefe sin tierras, cuya riqueza se valoraba en funcion de las vacas que poseia, de ahi que se le llamara «jefe de vacas».

– Coba, os presento a Fidelma de Cashel -anadio la abadesa.

El anciano entorno los ojos para mirar mejor a la recien llegada y pregunto:

– ?Que hace en Fearna una monja de Cashel? ?Solo estais aqui para protestar contra las acciones de su abadesa, u otro proposito os ha traido aqui?

– La abadesa ha pasado por alto mencionar que soy dalaigh de los tribunales con categoria de anruth -respondio-. Ademas soy amiga del sajon que esta amenazado de muerte. He venido aqui para defenderlo de una posible injusticia.

El anciano jefe se mostro algo mas tranquilo.

– Vaya. Y me figuro que no habeis sido capaz de convencer a la abadesa de que desista de su malevola intencion.

– No he podido cambiar la sentencia, que el rey y su brehon han confirmado - reconocio Fidelma, escogiendo con cuidado cada palabra.

– Asi pues, ?que os proponeis? Esta manana han asesinado a un hombre y piensan asesinar a otro manana. La venganza es impropia de nuestro pueblo.

La abadesa emitio unos sonidos inarticulados, pero Fidelma la desoyo.

– Cierto, es impropia de nuestro pueblo -coincidio Fidelma-. Soy de esa misma opinion. Pero solo podemos recurrir a la ley para combatir contra la injusticia. He obtenido autorizacion para averiguar si existen fundamentos suficientes para interponer una apelacion.

El anciano casi escupio al exclamar:

– ?Una apelacion! ?Es ridiculo! Van a ejecutar al sajon manana. Hay que exigir que lo suelten. No hay tiempo para sutilezas juridicas.

La abadesa entrecerro los ojos.

– Debo advertiros, Coba, que cualquier exigencia sera recibida con renuencia. Si intentais interferir con la ley…

– ?Ley, decis? ?Barbarie! Eso es lo que es. Porque aquellos que apoyan esta version legal de quitar la vida a una persona tienen afinidad con los asesinos y no tienen derecho a hacerse llamar personas civilizadas.

– Os lo advierto, Coba: informare de vuestra opinion al rey.

– ?El rey? Mas bien un jovenzuelo descontento que se ha dejado enganar en esta materia.

Fidelma le puso una mano en el brazo y, ya que tanta franqueza podria perjudicar al jefe, le recordo con amabilidad:

– Un joven descontento con poder.

Sin embargo, Coba se rio con sequedad ante la preocupacion de ella.

– Ya soy demasiado viejo y he vivido una vida lo bastante plena como para temer a personas con poder, sean quienes sean. Y a lo largo de toda esa vida, joven, he defendido la ley, la cultura y la filosofia de nuestro pueblo. Ningun acto de barbarie reemplazara mis principios sin que alce mi voz en protesta.

– Comprendo lo que sentis, Coba -reconocio Fidelma-, y lo comparto. Pero vos, en cuanto juez local, sabeis que el unico modo de poner en entredicho esta situacion y cambiar las cosas es hacerlo mediante la ley.

Coba se la quedo mirando unos instantes con ojos penetrantes y sombrios.

– Vuestro gran maestro cristiano, Pablo de Tarso, dijo que la ley es nuestro ayo. ?A que creeis que quiso referirse con esto?

– ?Y a que ley creeis que se referia? -espeto la abadesa Fainder-. No a la ley pagana, sino a la que nos da la fe.

Coba se desentendio de ella y se dirigio a Fidelma.

– La particularidad mas distintiva de nuestra ley es el procedimiento por el cual el bien y el mal se justifican o se enmiendan respectivamente. El efecto mas evidente de un crimen, cualquier crimen, es infligir dano a otra persona, y la consecuencia natural es apresar al malhechor. En cualquier sociedad regulada se sigue el principio de que el malhechor debe resarcir a la victima por el dano.

– Asi dicta la ley de los brehons -asintio Fidelma- Parece que vos tambien habeis estudiado ese principio.

Coba asintio distraidamente.

– En los cinco reinos tenemos un sistema de precios de honor que, en funcion de la indole del dano causado y del rango del perjudicado, se dicta una multa y un resarcimiento determinados. La filosofia de los brehons era hacer de la ley nuestro ayo, de manera que ensenara al malhechor que la perdida que se le ha infligido se corresponde con la perdida que el ha infligido a la persona perjudicada.

La abadesa Fainder volvio a interrumpirle.

– Me consta que el tipo de resarcimiento que impone la Iglesia de Roma para castigar al malhechor, es decir, «ojo por ojo», es la disuasion y refleja el instinto natural del hombre. La represalia natural en el caso de un asesinato es reprender al malhechor matandolo tambien. ?Acaso no lo hacen los ninos combativos cuando se pelean? Uno le pega al otro, y la reaccion natural es devolver el golpe.

El anciano jefe rechazo el argumento con la mano.

– Se trata de un sistema basado en el miedo. La represalia violenta como respuesta a un crimen redunda en un fuerte resentimiento, el cual persuade a los malhechores a infligir mas dano en venganza; y esto redunda en mas represalias y, a su vez, alimenta el miedo y la violencia.

La abadesa Fainder se encendio, indignada por aquel desafio a su autoridad.

– Hemos dejado atras la barbarie primitiva. Hay quien prefiere mantenerla. Si queremos evitar que se cometan crimenes, debemos usar los medios que esas mentes barbaras y primitivas sean capaces de entender. La letra con sangre entra. Esto es aplicable a ninos y adultos. Cuando comprendan que la pena por cometer atrocidades es la muerte, dejaran de infringir la ley.

A Fidelma le parecio que habia llegado el momento de intervenir en aquella escena tan acalorada.

– Pese a lo interesante de este debate, el mismo no nos llevara a ninguna parte. He venido a hacer unas preguntas, abadesa Fainder. Con vuestro permiso, pediria que Coba se retirara a fin de poder tratar el asunto en privado con vos.

Coba no se ofendio.

– Yo ya he hablado cuanto tenia que hablar con la abadesa. Ahora necesito hablar con vuestra rechtaire, abadesa. -Se volvio y sonrio brevemente a Fidelma-. Buena suerte, sor Fidelma. Si necesitais que alguien apoye vuestra posicion contra la promulgacion de esos atroces Penitenciales, soy el hombre indicado. Os lo aseguro.

Fidelma inclino la cabeza a modo de agradecimiento.

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