compensacion y rehabilitacion en la sociedad frente a la imposicion del miedo para crear una sociedad moral?

– Queremos crear una sociedad obediente -corrigio la abadesa Fainder-. No, no tengo ni un apice de compasion. Si un nino roba, es castigado; y el miedo al castigo crea obediencia.

Coba hizo un ultimo y desesperado intento de demostrar su filosofia.

– Analicemos el ejemplo del nino. ?Cuanta gente ha dicho que su hijo roba? Ensenamos al nino que robar esta mal hecho y le pegamos por hacerlo. Y aun asi, roba. ?Por que? La respuesta depende de cada nino. De hecho, el castigo fisico suele intensificar el animo de venganza contra la figura de autoridad o la sociedad que esa figura representa. Puede llevar a intensificar la violencia en vez de evitarla.

– Y no hacer nada en absoluto intensifica la violencia -contrapuso con sorna la abadesa-. Sois un viejo necio, Coba.

– Nuestra ley tiene por objeto resolver los problemas que causan los malhechores con su actitud. La mejor medida correctiva es hacer comprender al nino que robar conlleva un malestar a otra persona quitandole a ese nino algo que le pertenece cada vez que cometa un robo. La mayoria de ninos reaccionan mejor a esto que a un bofeton o al dolor fisico. Asi pues, tenemos un sistema legal que le permite aprender al nino que se porta mal. Si ese nino tiene empatia para con los demas, sera capaz de darse cuenta del malestar que ha infligido y, ademas, puede que cambie su actitud.

– No soporto discutir estas necedades, Coba. Vuestras leyes y castigos han fracasado, pues de lo contrario hoy viviriamos en una sociedad sin crimenes.

Fidelma sintio un intenso deseo de volver a intervenir en la discusion.

– Cualquier infraccion de la ley es, en efecto, un dano causado a otro; y si se consigue que un hombre se de cuenta del dano que ha causado, se salvara su alma. Una vez rehabilitado, podra llevar una vida que merezca la pena.

Coba asintio, aprobando su argumento.

La abadesa Fainder los miro con un gesto cinico.

– No me persuadireis para que cambie de opinion. El sajon ya ha sido juzgado y manana sera ahorcado por el crimen que ha cometido. Ahora vayamos a ver al rey

Capitulo VIII

Ya era entrada la noche cuando el tribunal de apelacion se reunio, al fin, en el gran salon de la fortaleza de Fianamail de Laigin. Fidelma habia tenido que insistir, durante el encuentro en la capilla, para convencer a Fianamail y a su brehon y obispo Forbassach de que accedieran a formar un tribunal de apelacion. El obispo Forbassach y la abadesa Fainder habian discutido acaloradamente con ella para no permitir la vista, pero Fidelma habia hecho hincapie en que el rey le habia dado su palabra y que, si encontraba alguna objecion legal en el desarrollo del juicio aparte de las objeciones al castigo bajo los Penitenciales, ordenaria que se tuvieran en cuenta dichas objeciones. El obispo Forbassach exigio oir tales reparos, pero Fidelma senalo que los argumentos no podian revelarse a menos que se hiciera en una vista formal.

A su pesar, Fianamail vio que estaba obligado a cumplir su promesa. Era evidente que la abadia no era lugar para presentar la apelacion, pues requeria la presencia de varios escribas y oficiales. Por consiguiente, sugirio el gran salon de la fortaleza como el sitio mas indicado para aquella breve vista.

El salon estaba iluminado con antorchas titilantes sobre unos soportes de hierro sujetos a las paredes; un hogar en el centro calentaba el ambiente. Fianamail ocupo la posicion central sobre una tarima, en la silla de oficio de roble tallado. A su derecha se sento el obispo Forbassach, brehon de Laigin.

La abadesa Fainder se hallaba presente y, como apoyo, habia traido consigo a la rechtaire de la abadia, sor Etromma y, curiosamente -o eso le parecio a Fidelma- a Cett, el hermano de aspecto infame. Les acompanaba tambien el hermano Miach. En la sala habia diversos monjes y monjas, escribas y algunos miembros de la corte y de la escolta del rey, entre ellos Mel. Entre los asistentes sentados, Fidelma vio a Coba, el jefe municipal y detractor de la aplicacion de los Penitenciales. Dego y Enda estaban sentados al fondo de la sala.

No era un tribunal de justicia propiamente dicho. Es decir, en una apelacion para suspender una sentencia no era necesario que el acusado estuviera presente, tampoco habia acusacion, ni se llamaba a declarar a testigos. Los argumentos para suspender la sentencia dependian por completo de la habilidad del dalaigh para hacer preguntas sobre el procedimiento al presentar las pruebas y las declaraciones en el juicio anterior, e incluso para poner en cuestion la severidad de la sentencia si se la consideraba inapropiada.

Fidelma se habia sentado frente a la tarima. El silencio se impuso en la sala cuando el obispo Forbassach se levanto y pidio orden a la concurrencia.

– Estamos aqui para conocer la declaracion de la dalaigh de Cashel. Proceded - ordeno a Fidelma antes de volver a sentarse.

Fidelma se levanto con renuencia. Se extrano al ver que Forbassach era quien iba a moderar el tribunal.

– ?Debo entender que vos presidireis esta vista, Forbassach? -quiso saber.

El obispo Forbassach miro con frialdad a su vieja antagonista. Era un hombre implacable, y Fidelma percibio el regocijo que le causo su desconcierto.

– Extrana manera de dar comienzo a vuestra peticion, Fidelma. ?Es menester que responda a esa pregunta?

– El hecho de que presidierais el juicio del hermano Eadulf es razon suficiente para que debais absteneros de sentaros a enjuiciar vuestra propia conducta en aquel juicio.

– ?Quien sino el obispo Forbassach goza de mayor autoridad legal en este reino? -intervino Fianamail con irritacion-. Un juez menor carece de autoridad para dirigirle una critica. Deberiais saberlo.

Fidelma tenia que reconocer que era cierto y que lo habia pasado por alto. Solo un juez del mismo rango o de rango superior podia anular un juicio emitido por otro. Pero si Forbassach juzgaba aquel asunto, volveria a cometerse una injusticia.

– Esperaba que Forbassach hubiera buscado el consejo de otros jueces. Yo solo veo a Forbassach sentado aqui, y no veo a un solo dalaigh capacitado para arbitrar las declaraciones con el. ?Como puede un juez juzgar sus propias sentencias?

– Tomare nota de vuestras objeciones, Fidelma, si deseais que quede constancia de ellas -concedio el obispo Forbassach con una sonrisa triunfal-. No obstante, como brehon de Laigin, no reconozco a nadie mas con autoridad para presidir este tribunal. Si me retirara, podria alegarse que reconozco que soy culpable de prejuicio en este caso. No se admiten vuestras objeciones. Escuchemos la apelacion.

Fidelma apreto los labios y lanzo una mirada hacia el lugar en el que estaba sentado Dego, perplejo ante lo que acababa de presenciar. Este la miro e hizo una mueca como breve gesto de apoyo. Fidelma se daba cuenta de la parcialidad existente en su contra antes incluso de iniciar la apelacion. Pero no podia hacer nada al respecto, salvo proceder de la mejor manera posible.

– Brehon de Laigin, deseo presentar una apelacion formal ante vos a fin de aplazar la ejecucion del hermano sajon Eadulf hasta que pueda desempenarse una investigacion en toda regla y un nuevo juicio.

Forbassach la miraba con la misma expresion avinagrada. Su actitud le parecio casi desdenosa.

– Una apelacion debe respaldarse con pruebas que demuestren las irregularidades del primer juicio, Fidelma de Cashel -informo Forbassach con sequedad-. ?Que motivos sostienen vuestra apelacion?

– Existen diversas irregularidades en la presentacion de pruebas y declaraciones en el juicio.

La expresion acre de Forbassach parecio acentuarse.

– ?Irregularidades decis? No cabe duda de que insinuais con esto que tamanas irregularidades se deben al hecho de que yo, que presidi ese juicio, soy responsable de ellas.

– Me consta que vos presidisteis el juicio, Forbassach. Ya he manifestado mi objecion a que vos juzgueis

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