?como sabia que era un monje sajon si el hermano Eadulf ha dicho que, desde que llegara a la abadia, no vio a esa nina en ningun momento? Hablo con muy pocas personas: la abadesa, sor Etromma y un monje de nombre Ibar. Solo ellos sabian que era sajon, pues habla perfecto irlandes. Nadie pregunto a la nina como pudo reconocer al sajon en plena oscuridad. Son demasiadas las preguntas que no se han hecho en este caso y mucho menos las que no se han respondido.

Fidelma hizo una breve pausa, como si quisiera tomar aire.

– Con estos argumentos, brehon de Laigin, apelo directamente a vos con la peticion de que se suspenda la sentencia del hermano Eadulf hasta que se haya realizado una investigacion oportuna y se le de un juicio justo.

El obispo Forbassach espero un momento, como si le diera la oportunidad de proseguir, pero de pronto le pregunto:

– ?Teneis mas argumentos que presentarme, dalaigh de Cashel?

– Dado el tiempo que se me concedio, es cuanto he podido aportar hasta el momento. Creo que es suficiente para suspender la ejecucion durante al menos unas semanas.

El obispo Forbassach se volvio hacia Fianamail, con quien sostuvo una breve conversacion susurrada. Fidelma espero con paciencia. El obispo volvio a dirigirse a ella:

– Dare a conocer la decision manana por la manana. No obstante -advirtio, lanzando una mirada amargada a Fianamail-, si de mi solamente dependiera la decision, diria que no acepto la apelacion.

Fidelma, que solia dominar sus emociones, dio un paso atras como si alguien la hubiera empujado. Si era franca consigo misma, debia reconocer que sabia desde el principio que el obispo Forbassach estaba dispuesto a proteger su juicio y sentencia iniciales. Con todo, habia albergado la esperanza de que fuera a aplazar la ejecucion unos dias aunque solo fuera por guardar las apariencias. Al parecer, Fianamail sabia mas guardar las apariencias de la justicia que Forbassach. Fidelma no estaba preparada para tan flagrante demostracion de injusticia.

– ?Por que diriais que no aceptais la apelacion, Forbassach? -le pregunto tras recuperar la voz-. Me interesa conocer la razon. ?Podria el sabio doctor decirme que motivos tiene para rechazar mi apelacion?

Lo dijo en un tono tranquilo, contenido.

El obispo Forbassach lo malinterpreto como la aceptacion de la derrota. Su gesto reflejaba cierto triunfo.

– Os he dicho que anunciare la decision manana. No obstante, en primer lugar, yo fui el juez que presidio el juicio del sajon. Y afirmo que se le concedio todo el respeto y todos los servicios necesarios. El asegura que no fue asi. Es su palabra, la de un forastero en esta tierra, contra la mia. Yo hablo como brehon de Laigin. Pocas dudas caben sobre que palabra habria que aceptar.

Fidelma entorno los ojos con enfado y se dejo llevar por la furia.

– ?Rechazais mi apelacion porque presidisteis el primer juicio? Yo no os he pedido que seais el juez en este. Veo que solamente estais protegiendo vuestros intereses…

– ?Fidelma de Cashel! -exclamo Fianamail-. Os estais dirigiendo a mi brehon. Ni siquiera vuestro parentesco con el rey de Muman os da derecho a insultar a los oficiales de mi corte.

Fidelma se mordio el labio al darse cuenta de que se habia dejado llevar por su genio.

– Retiro lo dicho. No obstante, debo decir que me resulta… extrano que un juez se juzgue a si mismo… solo eso. Aparte del hecho de que un juez no quiera reconocer un error que pudiera haber cometido, me gustaria saber que razones tiene para rechazar esta apelacion.

El obispo Forbassach se inclino hacia delante.

– La rechazaria porque careceis de argumentos fehacientes. Os habeis limitado a hacer unas cuantas preguntas ingeniosas.

– Preguntas que ahora mismo carecen de respuestas -salto Fidelma-. Tal es la base de mi apelacion: una apelacion que interrumpa la sentencia hasta que esas preguntas puedan responderse.

– Las preguntas que no pueden responderse no pesan sobre las decisiones iniciales del juicio. Decis que ese sajon era un mensajero. ?Donde estaba su baston blanco de oficio? Lo haceis aparecer ahora cual prestidigitadora, y vuestro unico testigo no juraria que os viera sacarlo del lugar del cual, asegurais, lo sacasteis.

– Puedo presentar…

– Cualquier cosa que presenteis -intervino el obispo Forbassach- no es valida como prueba, pues quien sabe si no lo trajisteis vos misma a este lugar. No es ninguna prueba, ya que no sabemos si el sajon la llevaba encima o no. En cuanto a los testigos, impugnais tanto su conocimiento como su integridad.

– ?Eso no es asi! -protesto Fidelma.

– ?Ah! -exclamo el obispo Forbassach, triunfal-. ?Retirais los comentarios que habeis hecho de ellos?

Fidelma nego con la cabeza.

– No, no los retiro.

– En tal caso debeis impugnar su declaracion.

– No. He planteado una serie de preguntas que se les debian haber hecho en el juicio.

– Ya oimos sus declaraciones en el primer juicio y no nos parecio que debieramos volver a interrogarlos -dijo Forbassach con resolucion-. Todos los testigos son personas cabales y, a nuestro juicio, dijeron la verdad. La testigo, sor Fial, vio al sajon sin lugar a dudas. Fue testigo presencial de su abyecto crimen. ?Osariais poner en duda la credibilidad de una nina de trece anos que acaba de presenciar la violacion y el asesinato de su amiga, una nina mas joven todavia? ?Que clase de justicia es esa, Fidelma de Cashel? Es evidente que en Laigin no compartimos los valores de los tribunales de Cashel, donde dicen que entreteneis a las multitudes con ingenio y sutilezas legales. Aqui consideramos que la verdad no es un juego legal de fidchell.

El fidchell era un juego de habilidades intelectuales que se jugaba sobre una tabla de madera; Fidelma era muy buena en el, de lo cual se enorgullecia.

Fianamail puso una mano sobre el brazo del obispo y le susurro algo al oido con urgencia. El brehon hizo una mueca malhumorada y asintio con la cabeza. De subito, el joven rey se puso en pie.

– Doy por concluida la sesion. Para ser justos, mi brehon, el obispo Forbassach, me ha pedido que discutamos el caso a fin de que la sentencia que dictemos sea del todo justa. El obispo anunciara el fallo sobre la apelacion manana al amanecer. Las deliberaciones se dan por concluidas.

Una sombria desesperacion se apodero de Fidelma al dejarse caer en su asiento.

– ?Los tribunales de Laigin se han sumido en las tinieblas! -exclamo una estridente voz masculina, que a Fidelma le costo identificar: era Coba, el anciano bo-aire, que se levanto y abandono el salon, furioso.

Fianamail vacilo unos momentos, enfadado ante aquel exabrupto y, acto seguido, salio del salon con majestuosidad y cara de pocos amigos. El obispo Forbassach espero de pie unos instantes sin saber que hacer, hasta que la abadesa acudio a su lado. Su semblante mudo en un gesto de triunfo al mirarla, y salieron juntos. Mientras los demas se dispersaban, Dego fue en busca de Fidelma; con cierta incomodidad, le puso la mano en el hombro con la intencion de reconfortarla.

– Habeis hecho lo mejor que habeis podido, senora -le dijo entre dientes-. Estan decididos a ejecutar al hermano Eadulf.

Fidelma levanto la cabeza, consciente de las lagrimas que asomaban a sus ojos, pero sin sentir verguenza.

– Dego, ya no se que mas puedo hacer dentro de la legalidad para salvarle. Ya no tengo tiempo.

– Pero la sentencia no se dictara hasta manana. Aun hay esperanza de que fallen a favor de la apelacion -le recordo, pero sin conviccion alguna en su voz.

– Ya habeis visto de que modo el obispo Forbassach me ha acosado. No, Dego. Confirmara la sentencia que ha pronunciado.

Aunque le pesara, Dego le dio la razon.

– Estais en lo cierto, senora. Ese obispo Forbassach ha dejado claro que no es imparcial. ?Habeis visto como ha salido con la abadesa Fainder, tomandole la mano, y como ambos sonreian? Creo que en este asunto hay connivencia.

– La unica esperanza que nos quedaria es que el jefe brehon de Irlanda, Barran en

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