curiosidad.

– Y yo os lo vuelvo a preguntar: ?a quien os referis?

– Sabeis de sobra que me refiero al sajon.

Fidelma pestaneo varias veces, asombrada al reparar en las implicaciones de aquella pregunta, pero hizo el esfuerzo de no dejar ver sus sentimientos.

El obispo Forbassach hizo una mueca de irritacion.

– No finjais no saber nada de la huida del hermano Eadulf.

Fidelma no aparto la mirada.

– No estoy fingiendo. No se de que me estais hablando en absoluto.

– Quedaos aqui -ordeno el obispo a su pequeno ejercito y, mediante una sena, dijo a los hombres que habian reducido a los companeros de Fidelma-: No solteis a este par. Los demas, registrad esta posada, y hacedlo de arriba abajo, incluidos los edificios anexos. Comprobad si se echan en falta caballos.

Fidelma vio a Lassar detras de los hombres; estaba aterrada. Deseo poder reconfortar a aquella pobre mujer, pero su propio corazon estaba desbocado. Sabia que no debia permitir que Forbassach dominara la situacion.

Entonces, en medio del bullicio y la confusion, se alzo una voz masculina que arrastraba las palabras debido al efecto del alcohol.

– Pero ?que es este alboroto? Esto es una posada, y yo he pagado para dormir en paz en una buena cama.

Tras el grupo acumulado en la puerta, un hombre de baja estatura se abrio paso a empujones. Era evidente que lo habian despertado de un sueno causado por el efecto del alcohol; tenia el pelo despeinado e iba envuelto en una capa por decoro.

El obispo Forbassach se volvio hacia el, irritado por la interrupcion.

– Lo que ocurre aqui no es de vuestra incumbencia, Gabran. ?Regresad adonde os corresponde!

El hombrecillo avanzo un paso, como un pequeno terrier en guardia ante un sabueso. Miro al obispo como si fuera corto de vista. En cuanto lo reconocio farfullo varias disculpas y retrocedio, confuso. Forbassach volvio a dirigirse a Fidelma.

– ?De modo que pretendeis que crea que el sajon no esta aqui?

Esperando aquella pregunta, Fidelma respondio con la mirada brillante:

– Yo no pretendo nada: os digo que no esta aqui. ?Ha escapado?

El obispo respondio a la pregunta con una sonrisa burlona.

– Como si no lo supierais.

– Es que no lo se.

– No esta en la celda de la abadia. Ha escapado, y quienes le ayudaron han dejado sin conocimiento al hermano Cett de un golpe.

Fidelma respiro hondo al confirmarse asi su deduccion. Fue un respiro alentado por la esperanza. Miro con dureza al obispo Forbassach.

– ?Me acusais de ayudarle a huir? Soy dalaigh, y debo acatar las leyes de los tribunales de los cinco reinos. No sabia nada de esto hasta que me habeis informado vos mismo de ello. ?Por que irrumpis en mi cuarto en mitad de la noche usando la fuerza y nos amenazais a mi y a mis companeros?

– Por razones obvias. El sajon no habia intentado escapar antes de llegar vos, y es evidente que no ha huido por su propia cuenta.

– Os digo, Forbassach, con el juramento de dalaigh en la mano, que no he tenido nada que ver en este asunto. Y os lo podria haber dicho sin que hubiera hecho falta irrumpir de esa forma tan dramatica ni usar innecesariamente la fuerza. Tampoco es necesario que sigais ejerciendo la violencia con mis companeros.

El obispo Forbassach se volvio hacia Dego y Enda, que permanecian doblados por el dolor insoportable, a manos de sus hombres.

– Aflojad -ordeno el obispo con renuencia.

Los hombres que habian inmovilizado a los dos guerreros de Cashel asi lo hicieron. Forbassach les concedio un momento para recuperar el aliento.

– Bueno, si os tomo la palabra de que no habeis tenido nada que ver en este asunto, quiza vuestros hombres han actuado por vos. ?Tu! ?Habla! -exclamo de pronto, senalando a Dego.

El guerrero entorno los ojos; se habria abalanzado sobre aquel arrogante brehon de no haber tenido al lado al musculoso hermano Cett.

– Yo no se nada de su huida, brehon de Laigin -replico en un tono comedido, si bien sin el respeto que habria requerido la categoria de brehon.

El obispo Forbassach no disimulo su rabia.

– ?Y tu? -exigio a Enda.

– Yo estaba en la cama hasta que vuestros baladrones me han interrumpido el sueno al atacar a la hermana de mi rey -respondio con desafio-, y he acudido a defenderla del ataque. Y debereis responder a las consecuencias de este ataque.

– Quiza debamos convenceros para que hagais memoria -dijo a su vez el obispo en un tono mezquino.

– ?Esto es un atentado, Forbassach! -grito Fidelma, horrorizada por la insinuacion-. No pondreis la mano sobre mis hombres. No olvideis que son guerreros leales de mi hermano, el rey de Cashel.

– Mejor que pongamos las manos sobre ellos que sobre vos, mujer -intervino el fornido hermano Cett.

– ?Si permitis que este asunto se os vaya de las manos, entre Cashel y Fearna se derramara sangre, obispo Forbassach! -advirtio Fidelma con dureza-. Y aunque vuestros matones no lo sepan, vos lo sabeis muy bien.

– Yo puedo dar fe de que estos dos guerreros no han salido de la posada esta noche, senor obispo.

El que intervino fue un hombre que estaba de pie fuera de la habitacion, que ya se abria paso para entrar.

Fidelma vio que se trataba de Mel, el comandante de la guardia de palacio.

El obispo Forbassach lo miro, sorprendido.

– ?Que os hace estar tan seguro, Mel? -quiso saber.

– Porque la posada es de mi hermana, como sabeis, y he pasado la noche aqui, en una habitacion contigua a la de estos hombres. Tengo el sueno ligero, y puedo asegurar que estos hombres no se han movido hasta que vuestros acolitos han irrumpido en el lugar.

– Habeis tardado mucho en venir a decirmelo -observo Forbassach-. Si tan ligero es vuestro sueno, ?por que habeis tardado tanto en acudir a mi?

– Porque vuestros hombres se han puesto a registrar la posada de mi hermana y me ha parecido mas prudente acompanarles y asegurarme de que no registraran con demasiado entusiasmo y causaran danos en su propiedad.

El obispo guardo silencio, como si no supiera muy bien que medidas tomar a continuacion.

Saltaba a la vista que el apoyo inesperado del guerrero de Laigin habia desbaratado cualquier posible estrategia. Mientras decidia como reaccionar, aparecio otro de sus hombres y anuncio:

– Hemos registrado la posada y todos los edificios adyacentes. No hay rastro del sajon. No hay rastro de nada en absoluto.

– ?Estais seguros? ?Lo habeis registrado todo concienzudamente?

– Todo, Forbassach -respondio el hombre-. Puede que el sajon robara una barca para dirigirse al lago Garman y tomar un barco que lo lleve a su pais.

El obispo Forbassach se volvio hacia Fidelma con los labios apretados por la furia. Fidelma aprovecho para sacar ventaja a la circunstancia.

– Mis companeros y yo aceptaremos vuestras disculpas por esta intrusion injustificada, Forbassach. Aun asi, habeis puesto a prueba las leyes de hospitalidad hasta mas alla de sus limites. Aceptare vuestras disculpas solo porque es evidente que estais bajo una fuerte tension.

El obispo Forbassach volvio a ofuscarse por la furia, y parecio que fuera a lanzar otra arremetida verbal. Sin embargo lo penso dos veces y se limito a hacer una sena a sus hombres para abandonar el lugar. Con todo, no aparto su mirada furibunda de los ojos de Fidelma.

– Os lo advierto, Fidelma de Cashel -le dijo muy despacio, como si le costara expresar sus pensamientos-. La

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