era lo menos parecido a la idea de un marinero de lo que Fidelma podia imaginar todavia. Era un hombre menudo, de rasgos angulosos y pelo lacio y castano. Pese a tener una nariz aguilena, unos labios finos y rojos y unos ojos vacios de profundidad, era evidente que debia de haber sido guapo en su juventud; aun asi, aquella piel curtida no era tanto un efecto de la edad cuanto de haber llevado una vida disoluta.

– Como veis, no he tenido ningun problema -le respondio Fidelma con brevedad y devolvio la atencion a su plato.

El marinero se sento sin haber sido invitado a hacerlo; sin dejarse intimidar por la respuesta hostil de Fidelma, dijo con desden:

– No me vengais con esas. Anoche vi lo que vi. Un brehon no se toma la molestia de salir en mitad de la noche con media docena de guerreros sin una buena razon. ?Que habeis hecho? -Se sonrio, mostrando una linea de dientes ennegrecidos-. Vamos, decidme. Puede incluso que pueda ayudaros. Conozco a mucha gente en Fearna (personas influyentes) y si considero que merece la pena…

De pronto el marinero solto una exclamacion y se levanto, al parecer contra su voluntad, con la cabeza inclinada a un lado. Dego lo tenia agarrado de la oreja, de la que tiraba con experta fuerza.

– Creo que estais molestando a la senora -observo Dego en voz baja, aunque amenazadora-. ?Os importaria apartaros?

El hombre se retorcio intentando deshacerse de el antes de reparar en que su antagonista era un guerrero joven y musculoso. Levanto la voz para soltar un quejido:

– No la estaba insultando. Le estaba ofreciendo ayuda y…

Fidelma hizo una sena de indiferencia y dijo con un suspiro:

– Soltadle, Dego. -Y anadio con firmeza, dirigiendose al marinero-: Yo no quiero vuestra ayuda. Desde luego, no pagaria por ningun tipo de ayuda que vos pudierais ofrecer. Ahora os sugiero que hagais caso a mi companero y os aparteis.

Dego solto al marinero, que se llevo la mano a la oreja y se aparto unos pasos a tropiezos.

– No me olvidare de esto -gimio, procurando no estar al alcance de Dego-. Tengo amigos y os hare pagar esta afrenta. ?Creeis que podeis ganarme la batalla? Otros ya lo han intentado. Y los he puesto en su sitio.

Lassar entro para atender a Fidelma y oyo las quejas del hombre.

– ?Que ha sucedido? -quiso saber.

Dego sonrio de manera vengativa y se sento en la silla que habia desocupado el marinero.

– Me he confundido. He tenido la impresion de que este alfenique -explico a Lassar, senalando con un pulgar al marinero- insistia en prestar atenciones indeseadas a sor Fidelma. Ya me he disculpado por el malentendido.

El hombrecillo seguia de pie en la sala, frotandose insistentemente la oreja, pero dejo de hacerlo en cuanto oyo el nombre de ella y lo reconocio. Fidelma se dio cuenta y se pregunto a que podria deberse.

– Estoy segura de que este hombre aceptara vuestras disculpas, Dego, y que no desea causar mas molestias -dijo Fidelma con firmeza.

El marinero vacilo un momento y, a continuacion, inclino la cabeza con una sacudida.

– Las personas tienen derecho a equivocarse. ?No es cierto? -murmuro.

Fidelma entrecerro los ojos al recordar algo.

– Yo os he visto antes, ?verdad?

– ?No creo! -exclamo el hombrecillo, frunciendo el ceno.

– ?Si, si que os he visto antes! Estabais en el patio de la abadia contemplando como bajaban el cuerpo del hermano Ibar.

– ?Y que tiene de malo? Comercio mucho con la abadia.

– ?Teneis curiosidad morbosa en lo grotesco, o acaso un interes particular en la suerte que corrio el hermano Ibar? -Fidelma hizo la pregunta por instinto y no tanto por logica.

Lassar, algo desconcertada por la conversacion, pues habia llegado hacia unos momentos, intervino a fin de prestar su ayuda.

– Gabran tambien comercia mucho rio arriba, rio abajo, ?no?

El hombre se limito a dar media vuelta y salir de la posada sin responder a ninguna de las preguntas. Lassar sonrio y dijo en tono de lamento:

– Creo que habeis herido sus sentimientos. Si os interesa saberlo, hermana, el hermano Ibar robo y mato a uno de los hombres de Gabran.

Dego hizo una mueca y pregunto a Fidelma:

– ?He hecho mal en intervenir?

Fidelma nego con la cabeza y comento a Lassar, que estaba sirviendo pan recien hecho:

– Ese hombre no me ha parecido un marinero, salvo por la ropa que llevaba.

La mujerona se encogio de hombros.

– Aun asi lo es, hermana. Tiene su propio barco, al que llama Cag y con el que comercia por los pueblos a orillas del rio. De vez en cuando se queda a dormir en la posada, cuando ha bebido de mas y no es capaz de volver al barco. Paso aqui la noche que mataron a su hombre.

– ?Cag, decis que se llama el barco? ?No es Grajilla un nombre raro para un barco?

Lassar, indiferente a la connotacion que pudiera tener el nombre, comento:

– Cada maestrillo tiene su librillo.

Con una breve sonrisa, Fidelma observo:

– Sabio dicho, este. ?Que sabeis acerca del asesinato de su tripulante?

– No se nada de primera mano.

– Pero habreis oido algun rumor al respecto -insistio Fidelma.

– Los rumores no siempre dicen la verdad -respondio la mujer.

– En eso llevais razon. Pero a veces, la informacion llena de prejuicios puede ser muy util para conocer a la verdad. ?Que habeis oido?

– Solo que en el muelle encontraron a un marinero muerto el dia despues de que el sajon asesinara a aquella nina. Un dia despues sorprendieron al hermano Ibar con algunos objetos del marinero, y entonces fue juzgado y condenado por el crimen.

– ?Quien presidio el juicio?

– El brehon, claro, el obispo Forbassach.

– ?Sabeis si el hermano Ibar llego a reconocerse culpable?

– No. Ni durante el juicio ni despues, o eso me han dicho.

– ?Y la prueba en contra era que tenia en su posesion objetos personales del marinero?

– Para confirmarlo, habriais de preguntar a alguien que hubiera asistido al juicio. Yo tengo cosas que hacer.

– ?Un momento! ?Fue acaso vuestro hermano Mel quien participo en el apresamiento de Ibar? Porque era el capitan de la guardia, ?no es asi?

Para su sorpresa, Lassar lo nego.

– Mel no tuvo nada que ver con el caso de Ibar. Aunque fue un hombre de su guardia. Se llamaba Daig.

Fidelma sopeso sus palabras en silencio y a continuacion observo con tranquilidad.

– Parece que muere mucha gente en el muelle de la abadia. Da la sensacion de ser un lugar siniestro y desdichado.

Mientras recogia los platos, Lassar respondio con una mueca:

– Eso es verdad. Ya habeis conocido a sor Etromma y a su hermano tonto, ?verdad?

– ?Cett? Si, ya los conozco. ?Que tienen que ver ellos?

– Nada. Los menciono como un ejemplo de desdicha. ?Os podeis creer que sor Etromma es descendiente de la linea real de Laigin, los Ui Cheinnselaig?

Fidelma trato de recordar por que el dato no la sorprendio. Estaba segura de que alguien ya se lo habia dicho.

Lassar gano confianza y relato:

– ?Sabiais que, cuando los Ui Neill de Ulaidh atacaron el reino, Etromma era muy pequena, y que los tomaron, a ella y a su hermano, como rehenes? Dicen que hirieron a Cett en la cabeza y que es simple desde entonces. Es

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