– Pero quereis defender vuestra inocencia ante mi, ?cierto? -se burlo aquella.

– Yo no tengo que defender nada ante vos -replico Fidelma-. Solo he venido con el proposito de pedir vuestro consentimiento para seguir interrogando a los miembros de la comunidad.

La abadesa Fainder se echo atras contra el respaldo con expresion de asombro.

– ?Con que proposito? -exigio-. Ya tuvisteis ocasion de interrogar y de apelar al tribunal. La verdad se ha corroborado con la fuga del sajon.

– Ayer no tuve tiempo de averiguar cuanto queria con relacion a los cargos imputados al hermano Eadulf. Me gustaria reanudar el interrogatorio.

Por primera vez, la abadesa Fainder se mostro del todo perpleja.

– Estareis perdiendo el tiempo. Segun tengo entendido, Forbassach investigara cualquier posible implicacion que tengais en la fuga del sajon. A mi juicio, es una clara muestra de su culpabilidad. Y tendra que afrontarlo llegado el momento. Quienes le ayudaron a huir tambien seran castigados. Tenedlo presente, sor Fidelma.

– Tengo muy presentes todos los procedimientos legales, madre abadesa. Y de aqui a que apresen al hermano Eadulf, tengo tiempo para reanudar mi cometido. Esto es, a menos que haya algo que no querais que descubra.

La abadesa Fainder palidecio; se disponia a responderle cuando oyeron un ruido en la puerta y esta se abrio antes de poder protestar.

Fidelma se volvio en redondo de cara a la puerta.

Para su sorpresa, vio a Gabran, el escualido marinero, en el umbral. Este se quedo quieto al verla, incomodo ante su presencia.

– Disculpad, senora -murmuro este a la abadesa-. No sabia que estuvierais ocupada. La administradora me ha dicho que queriais verme. Volvere mas tarde.

Haciendo caso omiso de la presencia de Fidelma, abandono la sala cerrando la puerta.

Fidelma se volvio hacia la abadesa Fainder con cierto regocijo.

– Esto si que resulta fascinante. Nunca habia visto a un marinero tan a sus anchas en una abadia, hasta el punto de tener acceso a la camara privada de la abadesa a voluntad.

La abadesa Fainder parecia avergonzada.

– Ese hombre es un zafio. No tiene ningun derecho a creer que puede entrar aqui -dijo tras vacilar un instante, si bien en un tono nada convincente-. De todas maneras, ?quien sois vos para juzgarme en estos menesteres?

Sor Fidelma sonrio con serenidad sin hacer comentario alguno al respecto.

La abadesa Fainder espero un momento y a continuacion se encogio de hombros.

– Ese hombre comercia con la abadia, eso es todo -dijo a la defensiva.

Fidelma se mantuvo en silencio, sentada, como si esperara a que la abadesa prosiguiera.

– El obispo Forbassach fue a visitaros anoche -empezo a decir la abadesa-. En cuanto se supo que el sajon habia huido… o mas bien, cuando se supo que lo habian ayudado a escapar, hice llamar al obispo. A el le parecio evidente que vos sabriais donde estaba. Pero al parecer no os encontro.

– No fue asi -replico Fidelma-. Me desperto en mitad de la noche buscando en vano al hermano Eadulf.

La abadesa abrio bien los ojos. Era evidente que nadie la habia informado de la visita nocturna del obispo Forbassach.

– ?Registro vuestro cuarto y no hallo nada? -pregunto, frunciendo el ceno con incertidumbre.

– Pareceis sorprendida. No, no encontro al hermano Eadulf bajo mi cama, si a eso os referis, madre abadesa. Y, si fuera inteligente, tampoco deberia haber esperado encontrarlo alli. El obispo Forbassach no hallo nada.

– ?Nada? -repitio la abadesa con un tono de incredulidad.

Guardo silencio para reflexionar, como si estuviera asimilando la noticia. Luego parecio que su actitud altanera se hubiera desmoronado y se mostro contenida.

– Muy bien -prosiguio-. Si necesitais reanudar el interrogatorio, adelante. Creo que todos en esta abadia sospechan la identidad de aquellos que han ayudado a huir al sajon.

Fidelma se levanto con tranquilidad.

– Gracias por vuestra colaboracion, madre abadesa. Es bueno saber que todos en esta abadia sospechan quienes ayudaron a huir a Eadulf.

El comentario desconcerto a la abadesa. En su mirada se reflejo una pregunta, a la que Fidelma decidio responder.

– Si en esta abadia todos tienen sospechas acerca de quien puede haber ayudado al hermano

Eadulf a escapar, quiza puedan informarme a fin de poder resolver pronto este misterio. Puede que hasta sepan quien mato en realidad a esa nina, de cuyo asesinato se le acusa falsamente.

La abadesa Fainder recupero su actitud desdenosa.

– Y a pesar de todo lo ocurrido, ?seguis sosteniendo que el sajon es inocente?

– Confieso que si, a pesar de todo.

La abadesa movio la cabeza muy despacio.

– Debo decir, sor Fidelma, que sois firme en vuestra fe.

– Me alegra saber que os hayais dado cuenta, madre abadesa. Tambien os dareis cuenta de que no me rindo hasta que la verdad no sale a la luz.

– La verdad es poderosa y prevalecera -cito la abadesa Fainder con sarcasmo.

– Una buena maxima, solo que no siempre se cumple. No obstante, es un ideal por el que esforzarse y asi lo he hecho toda mi vida. -De subito tomo asiento otra vez y se inclino sobre la mesa-. Y ahora que tengo la oportunidad, os hare unas preguntas.

La abadesa Fainder estaba atonita ante aquel cambio de actitud. Hizo una sena con la mano, como si asi la invitara a proceder.

– Supongo que sor Fial sigue sin aparecer.

– Que yo sepa, aun no se sabe nada de su paradero. Parece que ha decidido abandonar la abadia.

– ?Que podeis decirme de sor Fial, esa misteriosa y joven novicia?

La abadesa Fainder hizo una mueca de disgusto.

– Tenia unos doce o trece anos. Vino de las montanas del norte. Creo que dijo que ella y Gormgilla vinieron juntas para unirse a la comunidad.

– Doce o trece anos es menos que la edad de elegir -senalo Fidelma-. Eran bastante jovenes para plantearse por si mismas formar parte de una comunidad. ?O acaso las trajeron sus padres?

– No tengo la menor idea. Sor Fial estaba muy afectada, lo cual es normal, tras presenciar la muerte de su amiga. Se nego a hablar de ello, aparte de narrar los detalles de los hechos acaecidos esa noche. No me sorprende en absoluto que nos haya dejado. Seguramente habra regresado a su casa.

De pronto Fidelma solto una exclamacion al venirle a la mente una idea. La abadesa se desconcerto.

– Una nina de catorce anos carece de responsabilidades legales. Para ello debe haber cumplido la edad de elegir.

La abadesa Fainder espero cortesmente. Molesta, Fidelma recalco lo que aquello implicaba.

– Esto significa que, ante la ley, una nina de su edad no puede declarar en un juicio. Deberia haberlo mencionado en mi apelacion. Cualquier posible declaracion de Fial no se habria aceptado en el tribunal.

La abadesa parecia regocijada.

– En eso os equivocais, dalaigh. El obispo Forbassach me lo explico: el testimonio de un nino en su propia casa puede utilizarse como prueba contra un sospechoso.

Fidelma estaba confusa.

– No entiendo esa interpretacion de la ley. ?Como iba a estar esa nina, Fial, en su propia casa?

Fidelma sabia muy bien que, segun la ley, el testimonio de un nino que aun no habia cumplido la edad madura se permitia en determinadas circunstancias; por ejemplo, si el nino declaraba sobre algo que habia sucedido en su propia casa, por tener conocimiento directo de ello. Solo entonces se tenia en cuenta la declaracion de un nino.

La abadesa Fainder respondio con una sonrisa de superioridad:

– Forbassach considero que esta comunidad era la casa de quienes formaban parte de ella. La nina estaba aqui como parte de la comunidad. Este era su hogar.

– ?Eso es ridiculo! -salto Fidelma-. Eso pervierte el sentido de la ley. Llego aqui como novicia y, por lo que se

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