– No, eso no es una respuesta.

Solo entonces lo miro Fidelma, y con cara de pocos amigos.

– Si, si lo es. La Muirbretha, la legislacion maritima, es aplicable en este caso.

El hermano Tola estaba atonito, y sus facciones empezaron a formar una sonrisa condescendiente.

– ?Y que sabreis vos de tal legislacion?

Fidelma suspiro y abrio la boca para responder, pero Cian se le adelanto.

– Porque es dalaigh, abogada de los tribunales. Porque tiene el titulo de anruth -respondio con cierta mordacidad en el tono.

Todos sabian que el titulo de anruth era solamente un grado inferior al titulo superior que podian otorgar las universidades eclesiasticas y seculares.

Durante el instante de silencio que siguio a la aclaracion de Cian, sor Ainder regreso al comedor.

– Crella esta descansando -anuncio, ajena al nuevo momento de tension-. No hay que olvidar que era amiga intima y pariente de sor Muirgel. Su muerte la ha afectado mucho. No es necesario hacer comentarios desconsiderados en semejantes circunstancias, hermano Tola.

El hermano Tola puso mala cara y pregunto a Cian:

– ?Que deciais sobre esta mujer?

– Fidelma de Cashel es abogada de los tribunales, y su reputacion se ha extendido a Tara y la corte del rey supremo.

– ?Es eso cierto? -exigio Tola sin quedar convencido.

– Asi es -intervino Murchad para confirmarlo-. Tambien es hermana del rey de Muman.

La sangre se agolpo en las mejillas de Tola, que agacho la cabeza para ocultar su turbacion, fingiendo examinar la mesa.

Fidelma habria preferido que su rango hubiera quedado al margen del asunto. Miro a todos con un gesto de incomodidad.

– Lo unico que digo es que bajo la Muirbretha, la legislacion maritima, en su barco Murchad tiene las mismas potestades que un rey. De hecho, tiene incluso mas poder, pues, al igual que un rey, tambien goza de la autoridad de un jefe brehon. En otras palabras, es el gobernante de todos los que vayan en su barco. De todos. Creo que he explicado con claridad la situacion. ?O teneis mas dudas, hermano Tola?

El alto religioso levanto la vista para mirarla con irritacion.

– No, no tengo mas dudas -respondio con frialdad.

Fidelma se volvio hacia Murchad.

– Quedad tranquilo, pues vuestras normas se obedeceran estrictamente y todos los presentes estan al corriente de que la desobediencia conllevara un castigo.

Murchad sonrio en muestra de reconocimiento, si bien con cierto nerviosismo.

– Mi unico proposito es proteger vuestras vidas. El… accidente de sor Muirgel nunca deberia haber ocurrido.

Se disponia a salir del comedor, cuando la joven sor Gorman lo retuvo.

– ?Podemos… nos permite oficiar un funeral sencillo para el reposo del alma de sor Muirgel, capitan?

Murchad parecio violentarse un momento.

– Es nuestro deber cristiano -recalco sor Ainder para apoyarla.

– Como no -murmuro el capitan-. Podeis oficiar el funeral a mediodia, cuando la bruma se haya disipado.

– Gracias, capitan.

Murchad los dejo cuando Wenbrit empezaba a repartir aguamiel y agua. Comieron en absoluto silencio, y Fidelma agradecio volver a la cubierta. La niebla seguia siendo espesa y humeante, y al mediodia aun no se habia levantado.

* * *

El funeral fue sencillo. Todos se reunieron en la cubierta principal, salvo Gurvan y otro marinero por tener que controlar la espadilla, y un vigia al que no se veia por estar encaramado en el palo mayor, envuelto en niebla, y cuya labor consistia en detectar algun claro por donde el cielo empezara a escampar. Ya hacia rato que Murchad habia arriado velas y echado las anclas para evitar que la corriente arrastrara al barco hacia algun peligro. Pero Fidelma notaba que el navio se desplazaba pese a estar anclado, y Murchad miraba de aca para alla con inquietud, alerta a un posible contratiempo.

Formaban un grupo peculiar alli, de pie, rodeados por la bruma como espectros en un escenario de ultratumba. Lo sorprendente fue que el hermano Tola se encargara de leer las oraciones para el descanso del alma de sor Muirgel. Su voz retumbaba como si estuviera en el interior de un sepulcro. Concluida la oracion, entono unos versiculos del Libro de Jeremias que Fidelma reconocio, si bien se extrano de que hubiera escogido aquellos en concreto:

Porque nos echan de la tierra, nos

arrojan de nuestras moradas.

Porque, oid, mujeres, la palabra

de Yahve,

Y perciban de vuestros oidos la palabra

de su boca,

Para que enseneis a vuestras hijas

a lamentarse

Y ensenen unas a otras endechas

Pues la muerte ha subido por nuestras

v entanas

Y penetro en nuestras moradas,

Acabo con los ninos en las calles…

Fidelma miro con cierta perplejidad al adusto monje pues, a su juicio, las severas cadencias que empleaba no eran adecuadas para oficiar una ceremonia por el reposo de un alma. Miro a los demas dolientes y vio, a pesar de la niebla, que a sor Gorman le brillaban los ojos y asentia con la cabeza al ritmo del recitado. A su lado estaba Cian con expresion de absoluto aburrimiento. Los demas parecian impasibles, acaso arrobados por el tenor de las declamaciones religiosas.

Los cadaveres de los hombres yacen

Como estiercol sobre el campo…

De pronto, el hermano Bairne carraspeo ruidosamente. Lo hizo con intencion de interrumpir, y lo consiguio.

– Yo tambien querria recitar unas palabras del Libro Sagrado para el descanso del alma de nuestra difunta hermana -anuncio, haciendo callar al hermano Tola-. Creo que yo la conocia tan bien como el resto de cuantos hoy nos hemos reunido.

Nadie lo contradijo.

Empezo a declamar, y Fidelma vio que lo hacia mirando al frente con seriedad, como si dirigiera las palabras a alguien. En concreto, miraba al lado opuesto del circulo. Desde su posicion y, a

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