modo que lo habia hecho con otros hombres. Crella creia que Muirgel aun queria a Cian.

– ?Asi que dijo que jugaba con vuestros sentimientos? -repitio Fidelma-. ?Estais seguro de que Muirgel habia acabado su relacion con Cian? ?No os estaria utilizando para vengarse de Cian por decidir terminar sus amores?

Guss se enfado.

– De esto estoy seguro. Nos expresamos nuestro amor como lo haria cualquier persona sana.

Era evidente a que se referia.

– ?Y encontrabais el momento y el lugar para ello en un viaje con otros correligionarios? -pregunto Fidelma, tratando de disimular el escepticismo que transmitia su voz.

– Yo no miento -respondio Guss indignado.

– Ya se que no -respondio Fidelma en un tono solemne.

– ?Yo no miento! -exclamo, al parecer ofendido por el tono de ella-. Desoid las palabras celosas de Crella.

– Muy bien. Volvamos a la manana en que zarpo el barco. ?Muirgel y vos embarcasteis juntos?

– Embarcamos todos a la vez, a excepcion de sor Canair.

– ?De que modo embarcasteis juntos?

– Salimos de la abadia despues del desayuno y bajamos al muelle. Como sor Canair no aparecia, Muirgel asumio el mando. Murchad vino a comunicarnos que debiamos subir a bordo o, de lo contrario, desaprovechariamos la marea, en cuyo caso perderiamos el dinero del pasaje. Asi que subimos a bordo.

– ?Alguien protesto por partir sin sor Canair?

– Todo el mundo estaba de acuerdo en que, si sor Canair se hubiera propuesto seriamente acompanarnos, habria llegado a la hora concertada con nosotros en el muelle al amanecer. Sor Crella recalco que Canair no habia dejado un recado siquiera.

– ?Por que sor Muirgel se hizo cargo del grupo?

– Era la siguiente en la jerarquia de la abadia.

– Yo diria que el hermano Tola o sor Ainder tenian prioridad.

– Tola era de la abadia de Bangor, y sor Ainder era mayor solo en edad.

– Pero parece que ahora el jefe es el hermano Cian. Y el es de Bangor.

– No tiene derecho a ocupar tal cargo. Sor Muirgel no se lo permitio. Ella tenia muy presente su rango. Habria hecho falta una persona muy poderosa para arrebatarle la posicion.

– Asi que ella asumio el mando y subisteis todos a bordo. ?Que acontecio despues?

– Cada uno se fue a su camarote.

– ?Quien organizo la distribucion de ocupantes?

– Muirgel.

– ?En que momento?

– No bien subimos al barco.

– ?Y por que Muirgel y Crella no compartian camarote, si tan amigas eran?

– Muirgel no quiso por el motivo que os he dicho. Muirgel y Crella discutian sobre mi.

– Crella me dijo que le habia prometido a Canair compartir camarote con ella.

– Es la primera noticia que tengo de ello -respondio el hermano Guss sin darle importancia-. Ademas, sor Canair no estaba.

– ?De modo que sor Muirgel no se puso mala tan pronto como para desatender sus deberes como nueva jefa del grupo?

– Era consciente de sus obligaciones -respondio Guss-. Pero no sabia que vos ibais a viajar a bordo. Lo organizo todo de modo que pudiera tener un camarote propio. Los planes, los hicimos luego… -dijo con un escalofrio, llevandose las manos a la cara.

– Debio de ser un incordio que un pasajero inesperado, como yo fui, entrara en su camarote -supuso Fidelma.

– Si, lo fue -asintio Guss.

– ?Y como lo sabeis? -se apresuro a preguntar Fidelma.

Guss no se inmuto.

– Porque fui a verla.

– Pero se encontraba tan mal que me dijo que no queria ver a nadie.

– Pero a mi si.

– Muy bien. ?Cuando fue la ultima vez que la visteis?

– Debio de ser pasada la medianoche. La tormenta estaba en pleno apogeo.

– Contadme que sucedio.

– Le lleve algo de comer y beber y charlamos un rato. Eso es todo. Oh, hubo un momento en que oimos a alguien al otro lado de la puerta. Oimos su voz pese al estruendo del temporal, pero creo que era alguien que hablaba solo. Era como si alguien recitara en voz alta contra el viento y el rugido del mar.

– ?Quien era?

– No lo se. Era una voz femenina. Fuera quien fuera, no llego a entrar ni a llamar. Se quedo tras la puerta mascullando. Cuando ceso la salmodia, sali a mirar. No habia nadie, pero me parece que oi una puerta cerrandose.

– ?Y luego que hicisteis?

– Muirgel dijo que aquella noche queria descansar y me pidio que regresara a mi camarote. Dijo que habria mas ocasiones de vernos en los dias venideros. Luego, por la manana, Cian llego con la noticia de que habia caido al agua. Pero yo no me lo crei.

– ?Y la impresion que esto os ha causado os ha retenido en vuestro camarote?

El hermano Guss se encogio de hombros.

– No he tenido valor para enfrentarme a los demas, sobre todo a Crella.

Fidelma se levanto para dirigirse a la puerta.

– Gracias, hermano Guss. Me habeis prestado una gran ayuda.

El joven la miro desde la litera.

– Sor Muirgel no cayo al mar -aseguro con furia.

Fidelma no le respondio. Sin embargo, en su fuero interno estaba completamente de acuerdo. Sin embargo, algo le causaba desasosiego. El hermano Guss no mostraba los signos de dolor propios de alguien que acaba de perder a la persona que dice amar.

CAPITULO XII

Atardecia. El cielo estaba despejado y el sol, aunque tenue, rielaba sobre el mar con un baile de luces. Fidelma se apoyaba en la baranda de proa, recapitulando cuanto habia oido hasta el momento sobre la extrana desaparicion de sor Muirgel.

Empezaba a definirse un panorama curioso. Algunos peregrinos tenian ideas muy definidas acerca de sor Muirgel. El hermano Guss aseguraba estar enamorado de ella, pese a lo poco afectado que parecia por su muerte. Era evidente que mentia sobre algo pero, ?sobre que exactamente? ?Sobre su relacion con Muirgel? ?O sobre otra cosa?

Вы читаете Un acto de misericordia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×