– ?Cuando la vi? Anoche. Hable con ella a traves de la puerta de su camarote antes de medianoche.

– ?A traves de la puerta? ?A que os referis exactamente?

– No me abrio cuando llame. Le pregunte si se encontraba mejor y si queria que le llevara alguna cosa. Grito desde dentro que solo queria estar sola. Entonces me fui a la cama.

– ?Os levantasteis durante la noche?

Nego con la cabeza.

– ?Y a que hora os despertasteis?

– Debia de estar amaneciendo. Tenia que usar el defectora - explico, empleando por educacion el termino latino en vez del coloquial.

– Ah, si. Me han dicho que no usasteis el defectora situado en la popa, sino que fuisteis hasta el de proa. Queda muy lejos. ?Por que lo hicisteis?

El hermano Bairne la miro con gesto de sorpresa.

– Supongo que se me olvido que habia tambien en popa. No sabria deciros.

– ?Y al regresar visteis a alguien?

– Vi al rufian de Cian en la puerta del camarote de Muirgel. Dijo que estaba comprobando que todos estuvieran bien despues de la tormenta, o algo asi. Espere, porque pense que tal vez pretendia volver con Muirgel. Pero a los pocos segundos volvio a salir y dijo que Muirgel no estaba alli.

– ?Y cuando os enterasteis de que no habia rastro de ella a bordo?

El hermano Bairne se inclino sobre la mesa y la miro de cerca.

– Si quereis saber la verdad, hermana, os la contare. Yo no creo que Muirgel cayera al agua. Creo que alguien la empujo. Y os dire quien lo hizo.

Hizo una pausa dramatica que obligo a Fidelma a instarle a hablar:

– ?Quien lo hizo?

– Sor Crella.

Fidelma trato de mantener una expresion inescrutable.

– Me habeis dicho quien lo hizo; ahora decidme el por que.

– ?Los celos!

Fidelma observo el semblante atento de Bairne con cautela.

– ?De quien iba a estar celosa?

– De Muirgel. ?De quien si no? Preguntadle. Toda la culpa es de ese canalla obstinado que…

Fidelma lo interrumpio.

– ?De quien estais hablando?

– De ese rufian lisiado, Cian. ?El es el responsable de todo esto! ?Recordad lo que os digo!

* * *

Fidelma se desperto temprano. Aunque no clareaba todavia, dejo el calor de la litera. Deshaciendo el ovillo que formaba a los pies de la cama, el senor de los ratones dio un bufido de protesta por el movimiento repentino de Fidelma.

Se lavo con diligencia y se vistio; habria deseado darse un bano en toda regla, pues se sentia sudorosa e incomoda. Se puso la pesada capa y salio a cubierta.

Una tenue luz en el horizonte oriental indicaba que faltaba poco para amanecer. Reinaba un silencio inquietante y extrano en el barco, a pesar de ver las figuras oscuras de algunos marineros expectantes; al igual que ella, aguardaban el amanecer.

Fidelma se acerco con cautela a popa, donde, como esperaba, encontro a Murchad y a Gurvan de pie, codo con codo. Las otras dos figuras imprecisas estaban atentas a la espadilla. Solo se oia el viento contra las jarcias y el suave ondear de las velas de piel.

La oscuridad habia caido con el barco sajon a la zaga, navegando contra el viento. Apenas se hizo de noche, Murchad ordeno apagar las luces a fin de no delatar su posicion. Fijaron el rumbo al norte durante una hora antes de virar y navegar de popa en un angulo que les llevaria al suroeste, alejandolos de la ultima posicion que conocian de la nave sajona.

Con el alba habia llegado el momento de averiguar si la estratagema habia resultado.

A aquellas horas hacia frio, la aurora era gris y la fuerza del viento escasa. El tiempo se despejaba y el fino resplandor grisaceo ya se extendia.

Nadie habia pronunciado un saludo. Todos estaban en sus lugares, inmoviles como estatuas contemplando el cielo de levante.

– Rojo -murmuro Gurvan, rompiendo el silencio.

Nadie dijo nada mas. Todos sabian que habia querido decir. Un cielo rojo al amanecer significaba mal tiempo por delante. Sin embargo, habia algo mas importante que tener en cuenta, ahora que la luz del sol empezaba a derramarse por todo el mar. Los presentes contemplaban la tenue penumbra que se desvanecia con la luz matutina.

– ?Mastil! ?Hoel! ?Que ves?

Hubo un instante de silencio. Luego les llego un grito debil.

– ?El horizonte esta limpio! ?No hay velas a la vista!

Murchad fue el primero en dar muestras de tranquilidad.

– No hay velas -murmuro-. Ni velas ni palos.

– Creo que ha resultado, capitan -afirmo Gurvan.

Murchad dio una palmada de jubilo. Tenia en los labios una sonrisa de puro gusto.

– Donde haya una vela, que se aparte un remo -bromeo-. Ah, ahi la tenemos… -dijo ladeando la cabeza, y luego asintio con satisfaccion.

Fidelma se pregunto que querria decir con aquello.

– La brisa matutina… si, el viento esta cambiando. A lo largo del dia llegaremos a Uxantis. Puede que hacia el mediodia, y si el viento arrecia -anuncio, y volvio la cabeza hacia el resplandor rojo que se disipaba-, podremos guarecernos alli del mal tiempo. Si puedo evitarlo, prefiero no atravesar el mar de Vizcaya si hay mala mar.

Murchad parecia haber recuperado su jovialidad tras comprobar la efectividad de la tactica para evadir al asaltante sajon.

– Mantened el rumbo, Gurvan. Estare tomando el desayuno. Sor Fidelma, ?os gustaria desayunar conmigo en mi camarote?

Fidelma acepto aquella invitacion inusual, y Murchad llamo a Wenbrit para pedirle que llevara comida para dos.

Fidelma penso que, al fin y al cabo, era mucho mas ameno desayunar con Murchad que con los demas, sobre todo despues de la tension de las ultimas horas. Murchad saco a colacion el asunto que mas preocupaba a los dos.

– ?Y bien? ?Que habeis podido averiguar sobre la muerte de esa mujer… Muirgel?

Fidelma se sento en una de las dos sillas a ambos lados de una mesita de madera. El capitan saco una botella de un armario y dos tazas de barro.

– Corma -anuncio al servir el contenido-. Ayuda a soportar el frio matutino.

En circunstancias normales, la idea de tomarse de buena manana una bebida alcoholica tan fuerte la habria repugnado. Pero el dia habia amanecido fresco y Fidelma tenia frio. Cogio la taza y tomo unos sorbos de aquella bebida ardiente y la dejo correr sobre la lengua; luego, con el extremo de esta la

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