Con una breve sonrisa, Fidelma lo tranquilizo desde el umbral.

– No os preocupeis por mi, Murchad. Estoy segura de que se trata de un crimen causado por cierta pasion y que solo implica a sor Muirgel.

Fuera, la luz del sol ya lo invadia todo. La manana era limpia y azul, pero se habia levantado un viento frio. El resplandor rojo del cielo se habia desvanecido; pese a que ello anunciaba una fase de calma, tambien significaba que daria paso al mal tiempo. Y es que no hay tiempo variable que llegue sin avisar. De nina, Fidelma habia aprendido a detectar las senales del cielo. Solo habia que observarlas e interpretarlas correctamente. Podia parecer que habia amanecido un dia radiante y que el palido sol ascenderia y lo calentaria todo, pero Fidelma dudaba que eso fuera a pasar. Se avecinaba mal tiempo. ?Que habia sido de la fe que tenia el capitan en el veranillo de san Lucas?

Bajo a la entrecubierta, a la parte de los camarotes; se detuvo al oir voces procedentes del comedor. Los peregrinos todavia estaban desayunando. Era un momento idoneo para registrar el camarote y las pertenencias de sor Muirgel con tranquilidad. Ya informaria de sus sospechas al grupo mas adelante, pero deseaba poder hacerlo revelando al mismo tiempo quien podria haber empujado al agua a su companera.

El problema era que varias personas podian haber matado facilmente a sor Muirgel; habia varios sospechosos. La experiencia le decia que uno nunca podia fiarse de lo evidente. ?Pero que hacer cuando habia demasiados claros sospechosos? Detestaba reconocerlo, incluso para si, pero habria deseado que el hermano Eadulf estuviera con ella para contrastar con el sus ideas. A menudo, los comentarios de Eadulf le proporcionaban un enfoque mas nitido de la situacion.

Antes de entrar en el camarote cargado y oscuro de sor Muirgel, se detuvo en el umbral a encender una lampara del farol que se balanceaba de un gancho en el pasillo. Miro alrededor para asegurarse de que nadie la observaba, entro y cerro la puerta.

Sobre la litera que habia usado sor Muirgel habia un par de mantas amontonadas de cualquier manera. Fidelma levanto el farol y dio un vistazo al cuarto. No vio maletas, ni documentos, ni libros que pudieran facilitarle pistas.

Se concentro e hizo un examen mas exhaustivo, sin moverse de donde estaba, pero volviendose para mirar bien las esquinas en busca de algun armario o de algun colgador. No habia indicio alguno de equipaje ni pertenencias. Tal vez alguien habia colocado el equipaje bajo las mantas amontonadas sobre la litera. No recordaba haber visto tanto desorden la ultima vez que habia estado en el camarote con Wenbrit para examinar el habito de Muirgel, que habia entregado a Murchad en tanto que capitan del Barnacla Cariblanca por si hacian falta pruebas en algun momento.

Dejo el farol en el suelo junto a la cama, y se inclino sobre esta. Entonces la invadio una fria sensacion de anticipacion: reparo en que las mantas ocultaban una forma humana. Pese a tener un instante de duda, extendio la mano y aparto un pliegue de la tela.

Habia una figura femenina tendida boca arriba, en ropa interior manchada de sangre. Aun tenia los ojos abiertos, y brotaban chorritos de sangre de una herida irregular que le atravesaba el cuello y habia alcanzado la yugular. Mientras Fidelma contemplaba el cuerpo, los oscuros ojos vidriosos la miraron, mudos y suplicantes. Los labios temblaron, emitieron un borboteo, y empezo a manar sangre de ellos.

Fidelma se apresuro a bajar la cabeza para escucharla mejor, pero solo oia una respiracion dificultosa, ninguna palabra. Noto que la moribunda empujaba el puno contra ella.

Entonces, sin que pudiera hacer nada, la cabeza se desplomo a un lado, y un reguero de sangre broto de aquella boca a medio abrir. Algo cayo al suelo con un tintineo cuando los dedos de la mano cerrada se relajaron. Fidelma se agacho a recogerlo en el acto. Era un crucifijo de plata pequeno, colgado de una cadena rota.

Fidelma se levanto poco a poco, sosteniendo el farol en lo alto a fin de ver mejor el rostro de la mujer. Perpleja, Fidelma se tomo tiempo para relacionar lo que estaba viendo con lo sucedido las ultimas veinticuatro horas.

El cadaver que yacia en la litera que tenia ante si con una degolladura reciente era el de sor Muirgel.

CAPITULO XIV

– No lo entiendo -anuncio por enesima vez Murchad, al tiempo que se rascaba el cogote y miraba el cuerpo tumbado.

Fidelma le habia pedido que bajara al camarote sin avisar a nadie mas. Parecia totalmente desconcertado.

– ?Estais segura de que es sor Muirgel? Yo solo la vi un momento el dia en que todos subieron a bordo. Podria ser otra hermana.

Fidelma rechazo la posibilidad moviendo con firmeza la cabeza.

– Yo tambien la vi durante unos pocos instantes cuando entre en este camarote, pero no me cabe ninguna duda de que se trata de la misma mujer. No es ninguna de las otras tres, estoy segura.

Murchad suspiro con frustracion y observo secamente:

– En tal caso, parece que han asesinado a sor Muirgel dos veces. Una, la primera noche de viaje, cuando se hallo el habito manchado de sangre, pero no el cadaver; y otra, ahora, apunalada y degollada. ?Que puede significar?

– Significa que, al principio, sor Muirgel quiso hacernos creer que estaba muerta… cuando en realidad seguia estando a bordo, oculta en alguna parte… O alguien la ocultaba. Cuando Wenbrit se ha quejado de que echaba en falta comida, me ha asaltado la sospecha. Por eso queria volver a registrar el camarote. Muirgel estaba representando una farsa. Con todo, no hay rastro del cuchillo.

– Pero, ?por que queria Muirgel que creyeramos que la habian apunalado o que habia caido al agua durante la tempestad? -pregunto Murchad-. ?Con que fin dejo el habito a conciencia para que sospecharamos de inmediato que habia sido asesinada?

Fidelma miro el crucifijo que tenia en la mano, el mismo que Muirgel habia sostenido en la suya. Fidelma casi lo habia olvidado mientras trataba de dar con una explicacion para el misterio.

– ?Que es eso? -inquirio el capitan cuando vio a Fidelma mirandolo minuciosamente.

– Su crucifijo. Debio de hallar consuelo en el durante los ultimos momentos de su vida. Lo tenia en la mano al morir.

– Si que era una mujer devota -observo Murchad, senalando otro crucifijo mas grande y ostentoso alrededor del cuello de la muerta.

Fidelma miro fijamente el crucifijo que tenia en la mano. Era de un estilo completamente distinto del que llevaba Muirgel al cuello. Amen de ser mas pequeno, estaba elaborado con mejor gusto. Entonces cayo en la cuenta de que el crucifijo no era de Muirgel. Le dio la vuelta sobre la palma de la mano con profundo interes. La segunda vez que lo volteo reparo en que tenia un nombre garabateado.

– Acercad el farol, Murchad.

Asi lo hizo el capitan.

Las marcas apenas si eran visibles, pero el nombre se distinguia con facilidad. «Canair».

Fidelma apreto los labios, pensativa.

– ?Llegasteis a conocer a sor Canair? -pregunto a Murchad.

– Nunca llegue a verla. El pago del pasaje, tanto el vuestro como el suyo, lo negocio la abadia de St. Declan antes de que llegaran los peregrinos. De los peregrinos, yo solo conocia el nombre, y tenian que coincidir con el numero de pasajes reservados. Se pagaron once pasajes, pero solo

Вы читаете Un acto de misericordia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×