distribuido los camarotes, como ya os dije. Se asigno uno para ella a fin de que pudieramos reunimos mas tarde. Pero Muirgel me pidio que fuera a su camarote antes incluso de zarpar. Estaba palida y temblaba, casi enloquecida del panico que sentia.

– ?Y os dijo de que tenia miedo?

– Me dijo que sabia que el asesino de sor Canair estaba a bordo -dijo, y senalo la cruz que Fidelma aun tenia en la mano-. Vio a alguien con esa cruz al cuello. Era la cruz de Canair, y nunca se la quitaba, porque habia sido un regalo de su madre, segun le conto a Muirgel. Muirgel juro que Canair la llevaba puesta cuando se separo del grupo para visitar a sus amigos. Solo la persona que la mato podia habersela arrancado luego.

– Pero ese no me parece motivo suficiente para que sor Muirgel sintiera panico. Es evidente que reconocio a la persona que llevaba el crucifijo. Bien podria haber acudido al capitan y contarselo todo.

– ?No! Ya os lo he dicho… estaba aterrada. Dijo que sabia por que habian matado a Canair, y que ella seria la proxima victima.

– ?Le pedisteis mas informacion?

– Lo intente. Cuando le pregunte como lo sabia, cito un pasaje de la Biblia.

– ?Cual? -se apresuro a preguntar Fidelma-. ?Lo recordais?

– Era algo como esto:

Ponme como un sello sobre tu corazon,

Ponme en tu brazo como sello.

Que es fuerte el amor como la muerte

Y son, como el «seol», duros los celos.

Son sus dardos saetas encendidas, Son llamas de Yaveh.

Fidelma pregunto con aire pensativo:

– ?Os explico Muirgel a que aludia en concreto?

El hermano Guss se sonrojo.

– Muirgel… Muirgel habia estado con otros hombres antes de estar conmigo; no lo negare. Me dijo que una vez ella y Canair se enamoraron del mismo hombre. Pero no anadio nada mas.

– ?Habian estado enamoradas del mismo hombre? ?«Y son, como el 'seol', duros los celos»? -suspiro Fidelma-. Hay un atisbo de logica en todo esto, pero no mucha. ?Estais seguro de que no os conto nada mas?

– Solo me dijo que sabia que la persona que habia matado a Canair la mataria a ella antes de acabar el viaje.

– ?A causa de los celos?

– Si. Muirgel me dijo que se encerraria en el camarote durante todo el dia, fingiendo que se encontraba mal.

– Entonces yo subi a bordo y al joven Wenbrit le parecio que podria compartir camarote con ella -dijo Fidelma.

– Si… se quejo de vuestra presencia, pero aun cuando os asignaron otro camarote, seguia sintiendose vulnerable. Entonces fue cuando se le ocurrio este plan y dejo su habito manchado de sangre en el camarote. Queria que los demas pensaran que ya la habia matado alguien, a fin de que nadie fuera por ella.

– ?Pretendia fingir que habia caido al agua durante la tempestad?

– No. No sabiamos que iba a desatarse una tormenta. Muirgel simplemente iba a dejar el habito manchado de sangre para que pareciera que la habian acuchillado. Esperaba que la gente creyera que la habian asesinado y tirado luego por la borda durante la noche. La tormenta solamente confundio las cosas, porque hizo pensar a los demas que Muirgel habia caido al agua durante la tormenta. Entonces nos maldijimos por haber dejado el habito manchado, ya que solo contribuiria a complicar el asunto.

– Cierto: si no hubierais dejado el habito a la vista para que alguien lo encontrara, habriamos aceptado que Muirgel habia sido victima de un accidente -asintio Fidelma con una sonrisa desalentadora-. Y vos, obviamente, proporcionasteis la sangre con que manchar la tela.

Automaticamente, el hermano Guss se llevo la mano derecha al hombro izquierdo y se encogio.

– Me hice un corte en el brazo para obtener la sangre -confirmo-. Pero no sabia que ya hubierais hallado el habito. Me extranaba que tuvierais tanto interes en mi brazo dolorido. Tuve que improvisar.

– Eso me hizo sospechar, por supuesto, de que estabais implicado en la primera muerte de Muirgel. Por cierto, ?donde se oculto? El oficial de cubierta rastreo el barco de arriba abajo sin hallar rastro de ella.

– Muy sencillo: se escondio debajo de mi litera. El hermano Tola duerme a pierna suelta. Ni las trompetas anunciando el Segundo Advenimiento lo despertarian. Por razones obvias, Muirgel tenia que salir de vez en cuando, pero lo hacia durante la noche, o antes del amanecer, cuando no habia nadie. Era muy facil. ?A quien se le iba a ocurrir mirar debajo de mi litera?

– ?Y esta manana?

– Esta manana se habia levantado temprano y le parecio que seria mas seguro regresar a su propio camarote. Dijo que a nadie se le ocurriria mirar alli ahora que estaba oficialmente muerta. Yo pretendia reunirme con ella despues del desayuno.

– ?Y que creeis que ocurrio luego?

– Que la misma persona que mato a Canair la vio y la mato.

– Muy bien. Antes habeis insinuado que sabiais quien le habia dado muerte o, mas bien, que sospechabais quien puede haber acabado con su vida. ?Os referiais a la misma persona a la que acusasteis durante la conversacion que mantuvimos ayer?

– ?Crella? Si, y creo que ella fue quien se planto a murmurar ante la puerta de Muirgel esa noche. Crella nos espiaba. Tenia celos de Canair y tenia celos de Muirgel a pesar de hacer ver que queria a Muirgel con amor filial.

– Pero tambien habeis dicho que Muirgel no os revelo el nombre de la persona de la que sospechaba. No os llego a decir a quien vio con la cruz de Canair, ?no? Solamente sospechais que fue sor Crella.

– Ya os he dicho que creo…

– Quiero hechos reales -lo interrumpio Fidelma sin contemplaciones-, no lo que podais sospechar. ?Os llego a decir Muirgel a quien temia?

Guss movio la cabeza y reconocio:

– No, no me lo dijo.

Fidelma se froto el menton con gesto pensativo.

– No podemos tomar medidas basandonos en sospechas, Guss. A menos que podais darme algun dato fehaciente…

Dejo la frase en el aire.

– ?Entonces vais a permitir que Crella se zafe? -la acuso el hermano Guss con enfado.

– Lo que me preocupa es descubrir la verdad.

El joven la desafio con una mirada hostil, pero luego sus rasgos se disiparon en un gesto de congoja.

– ?Yo la amaba! Habria hecho cualquier cosa por ella. Ahora temo por mi propia vida, pues Crella debe de saber que yo era su amante y que trate de ocultarla. ?Hasta donde pueden alcanzar sus celos?

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