– Doy por sentado que Fidelma sigue gozando de vuestra aprobacion para actuar, capitan.

– He concedido plena autoridad a Fidelma de Cashel para ocuparse del caso - sentencio Murchad-. Punto final.

CAPITULO XV

Habian avistado la costa occidental de Armorica, la region conocida hoy como Pequena Bretana.

Murchad anuncio:

– Dentro de unas horas divisaremos la isla de Uxantis, situada en el extremo ponentino de la costa.

Fidelma nunca habia estado en Armorica, pero sabia que en los ultimos doscientos anos, decenas de miles de britanos habian tenido que emigrar a causa de la expansion de anglos y sajones; muchos se habian establecido entre los armoricanos. Muchos otros se refugiaron en el noroeste del reino de los suevos, lugar al que llamaron Galicia, el lugar hacia el que el barco se dirigia; otros tambien se asentaron en los Cinco Reinos de Eireann, pero en grupos menores. Sin embargo, fue en Armorica, entre pueblos que compartian una lengua y una cultura similares, donde los refugiados de Bretana empezaron a cambiar el mapa politico del pais, hasta el punto de que esa tierra habia sido rebautizada Pequena Bretana.

– En Uxantis nos aprovisionaremos de agua y comida -anadio Murchad-. Estamos a mitad de camino de nuestro viaje, pero despues de esta escala, no habra mas ocasiones para estirar las piernas en tierra firme ni para comer caliente y darse un bano.

Fidelma tomo nota de lo anunciado distraidamente. Estaba pendiente de observar a los demas peregrinos mientras reposaban en la cubierta principal. No tenia las cosas nada claras. Uno de ellos era el asesino, ?y ella ni siquiera sabia de quien debia empezar a sospechar! No habia desvelado el secreto del hermano Guss: que sor Canair tambien estaba muerta. Esperaba que al reservar para si aquel dato, alguien podria revelar informacion sin saberlo, lo cual identificaria a esa persona como el asesino. Lo cierto era que la acusacion contra sor Crella aun no podia probarse.

El hermano Tola habia adoptado su postura acostumbrada en la cubierta, sentado con la espalda contra el tonel de agua a la vera del palo mayor, leyendo su misal. Los hermanos Dathal y Adamrae se paseaban del brazo por la cubierta de manera extrana -o eso le parecio a Fidelma-, riendose juntos de algun chiste privado. La esbelta figura de sor Ainder estaba sentada en el lado de estribor aleccionando al hermano Bairne. Sor Crella caminaba con impaciencia por la cubierta, abrazandose el cuerpo, afectada todavia y sin dejar de musitar para si. Fidelma busco al hermano Guss con la mirada, pero no estaba en ninguna parte. Y sor Gorman tampoco.

– Vaya, Fidelma.

Cian aparecio a su lado, interrumpiendo sus cavilaciones. Su voz contenia un tono burlon.

– Por la fama que os habeis ganado en los ultimos anos, habria dicho que el misterio de sor Muirgel ya estaria resuelto a estas alturas.

Le costaba creer que hubiera podido ser tan inmadura para enamorarse de un hombre asi. Contuvo el impulso de soltarle un exabrupto al recordar que todavia necesitaba obtener informacion de el; y en aquel momento se le estaba brindando la ocasion de hacerlo. Asi pues, en vez de reaccionar mal, le pregunto con serenidad:

– ?Cuanto tiempo duro tu relacion con sor Muirgel?

Cian parpadeo varias veces y su sonrisa crecio.

– ?Ahora quieres indagar sobre mis amorios? ?Por que me preguntas por Muirgel?

– Sencillamente porque sigo investigando su muerte.

Cian escudrino la expresion flematica de Fidelma y levanto los hombros ligeramente.

– Si te hace falta saberlo, no hace mucho que acabamos. ?Estas segura de que no me preguntas por interes personal?

Fidelma rio.

– Te tienes en muy alta estima, Cian… pero siempre fue asi, claro. Sor Muirgel murio a manos de una persona a la que conocia. Ya lo he dicho durante el desayuno.

– ?Tratas de implicarme? -exigio Cian-. ?Es posible que tu orgullo herido, despues de tantos anos, te haya trastocado y ahora quieras acusarme? ?Es de lo mas ridiculo!

– ?Por que iba a ser ridiculo? ?Acaso no hay amantes que se matan el uno al otro? -pregunto con inocencia.

– Mi historia con Muirgel acabo mucho tiempo antes de que este viaje diera comienzo.

– Mucho tiempo es un concepto impreciso.

– Bueno, una semana o asi antes del viaje.

– ?La dejaste sin mas? ?O en este caso tuviste el valor para decirselo a la cara? -anadio sin miramientos.

El rostro de Cian se encendio.

– Para que lo sepas, ella me dejo a mi… y si, me lo dijo a la cara. Por increible que parezca, me dijo que se habia enamorado de otro… de ese papanatas del hermano Guss.

Aquello verificaba una parte de la historia de Guss pese a que Crella negara que su amiga mantuviera una relacion con el.

– Conociendote, seguro que no aceptaste docilmente el rechazo, Cian. Tienes demasiada vanidad. Imagino que te quejarias.

La profunda carcajada que Cian solto tomo a Fidelma por sorpresa.

– Para que sepas, su confesion fue todo un alivio, porque yo mismo tenia intencion de poner fin a nuestros amores.

– Me cuesta creer que permitieras que un muchacho como Guss te sustituyera sin que te picara el amor propio.

– Si te interesan los detalles morbosos, Canair y yo habiamos sido amantes una temporada. Estaba intentando librarme de Muirgel. Pero por suerte me lo puso facil.

Dado el despliegue de jactancia, era mas que evidente que Cian no mentia.

– ?Cuando empezo la relacion con Canair?

– ?Vaya, resulta que tambien quieres detalles de eso! De verdad, Fidelma, ?desde cuando te interesa la vida amorosa de los demas?

Fidelma tuvo que contenerse para no cruzarle la cara de un bofeton.

– Permiteme recordarte -dijo con frialdad-, que en este momento soy una dalaigh que investiga un asesinato.

– Una dalaigh a kilometros de su casa, a bordo de un barco de peregrinos -se burlo Cian-. No tienes derecho a husmear en mi vida, dalaigh.

– Tengo pleno derecho. Asi que mantuviste relaciones con Canair y con Muirgel. Conociendo tu caracter, supongo que galanteabas con buena parte de las jovenes de Moville.

– Estas celosa, ?verdad? -replico con sorna-. Siempre fuiste posesiva y celosa, Fidelma de Cashel. No vistas tu fisgoneo de obligacion laboral. Ya tuve suficiente con tu malhumor cuando era mas joven.

– No me interesa tu necia vanidad, Cian. Solo me interesa la informacion. Tengo que averiguar quien mato a Muirgel.

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