Se dio cuenta de que habian ido subiendo la voz y que estaban hablandose a gritos. Por fortuna, el rumor del viento y el mar habia tapado sus palabras, aunque Murchad, que estaba cerca, a la espadilla, miraba al mar de frente, con un gesto que pretendia disimular su verguenza ajena. Fidelma supuso que habia oido la discusion.

De pronto Fidelma advirtio que la joven e inocente sor Gorman habia subido a cubierta con discrecion; estaba cerca de ellos y los escrutaba con profunda curiosidad. Toqueteaba un manton que tenia echado sobre los hombros para protegerse del viento frio que soplaba. No bien Fidelma la miro, solto una risilla y empezo a salmodiar:

Mi amado es fresco y colorado,

Se distingue entre millares.

Su cabeza es oro puro,

Sus rizos son racimos de datiles.

Sus ojos son palomas posadas al borde de las aguas,

Que se han banado en leche,

Y descansan a la orilla del arroyo…

Cian musito una exclamacion despreciativa y dio media vuelta para descender por la escalera de camara, rozando a la joven muchacha al pasar. Sor Gorman solto una risa aguda.

Fidelma penso que Gorman era una criaturita extrana. Parecia capaz de citar pasajes enteros de las Santas Escrituras sin el menor esfuerzo. ?Que acababa de recitar? ?Algo del Cantar de los Cantares? Sor Gorman levanto la vista y sus ojos se volvieron a encontrar con los de Fidelma. Volvio a sonreirle… pero era la suya una sonrisa extrana, exenta de humor, apenas un movimiento muscular. Entonces la joven se giro y empezo a alejarse.

– ?Sor Gorman!

Fidelma se habia prometido hacerle un poco de compania, pues saltaba a la vista que era muy excitable, aunque nadie parecia preocuparse por ella. Mientras Fidelma se acercaba, la muchacha la miraba con recelo.

– Espero que ya no os sigais culpando de lo que le ha pasado a sor Muirgel.

La expresion cariacontecida de la joven monja se agravo.

– ?A que os referis?

– Bueno, me contasteis que os sentiais culpable de que Muirgel hubiera caido por la borda por haberla maldecido.

– ?Ah, eso! -exclamo Gorman quitandole importancia con un mohin-. Era una tonteria. Claro que mi maldicion no la mato. Ha quedado demostrado con su muerte. Si mi maldicion la hubiera matado, no habria estado viva estos dos ultimos dias.

Fidelma levanto un poco los ojos ante la aparente insensibilidad que revelaba su tono. Pero Gorman mostraba cambios bruscos y extranos de temperamento.

– Como sabeis -aprovecho Fidelma-, estoy preguntando a cada uno donde estaba justo antes de sentarse a desayunar. Vos habeis dicho que estabais en vuestro camarote, ?verdad?

– Asi es -respondio, cortante.

– ?Y estaba con vos sor Ainder, con quien compartis camarote?

– No, ella salio un momento.

– Ah, si; eso ha dicho.

– Muirgel esta muerta. Perdeis el tiempo haciendo estas preguntas -le solto Gorman.

Fidelma pestaneo ante el tono descortes.

– Es mi obligacion hacerlo -contrapuso, y luego trato de reconducir la conversacion a fin de llevarla a su terreno-. Me he fijado en que os gusta recitar los cantos de las Escrituras.

– Todo esta en los textos sagrados -respondio Gorman de un modo casi arrogante-. Todo.

De pronto miro a Fidelma a los ojos sin parpadear y sus facciones volvieron a formar una sonrisa inquietante.

No hay para tu ulcera remedio,

No tienes curacion.

Todos tus amadores te han olvidado,

No preguntan por ti,

Pues yo te heri…

Fidelma se estremecio a su pesar.

– No os comprendo…

Gorman dio una patada al suelo.

– Jeremias. Conocereis las Escrituras, ?no? Es un epitafio adecuado para Muirgel.

Dicho esto se aparto de ella y se alejo precipitadamente, pasando junto a la alta figura de sor Ainder. Esta se acerco a la muchacha como si tuviera intencion de hablar con ella, pero esta la empujo, lo cual hizo soltar una exclamacion de enfado a la monja de rasgos angulosos, pues casi perdio el equilibrio con el empellon.

– ?Le pasa algo a sor Gorman? -le pregunto a Fidelma.

– Creo que necesita a un amigo que le de consejo -respondio Fidelma.

Sor Ainder sonrio.

– Ni falta hace decirlo. Siempre ha sido muy reservada, y a veces hasta habla sola, como si no necesitara a nadie mas. Pero dicen que los verdaderos santos ven y hablan con los angeles. Yo no la juzgaria mal, ya que es posible que tenga mas fe que todos nosotros juntos.

– Yo creo que es solo un alma atribulada.

– Y la locura puede entenderse como un don de Dios, de modo que tal vez haya que bendecirla.

– ?Pensais que esta loca?

– Si no loca, si algo excentrica, ?no os parece? Miradla, ahi va otra vez, musitando imprecaciones y maldiciones.

Sor Ainder apreto los labios; al parecer no queria seguir hablando de aquello, porque comento, cambiando de tema:

– Parece que en este barco de peregrinos con rumbo a un santo lugar algo brilla por su ausencia.

– ?Y es? -pregunto Fidelma con prudencia.

– La religion precisamente. Me temo que aparte de pocas excepciones, Dios no acompana a los que emprendieron esta travesia.

– ?Que os hace pensarlo?

Sor Ainder clavo su mirada vidriosa en los ojos de Fidelma.

– No habia religiosidad, ciertamente, en la mano que mato a sor Muirgel, como no habia religiosidad tampoco en ella misma. Esa joven habria estado mejor en una casa de mancebia.

– ?No teniais simpatia por Muirgel?

– Como os dije el otro dia, no la conocia lo bastante para tenerle antipatia. Yo solo desaprobaba su soltura con los hombres. Pero, como os dije, al parecer nadie en el grupo de peregrinos, como se hacen llamar, la consideraba compania escandalosa.

– Supongo que vos no os considerais «compania escandalosa». ?Hay mas excepciones?

Вы читаете Un acto de misericordia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×