intercambiabamos amantes. Eramos amigas intimas ademas de primas, no lo olvideis.

– ?Y creeis que aun mantenia su relacion con Cian y no con Guss?

– Con Guss no, pero creo que tuvo una discusion con Cian antes de partir de Moville.

– ?Que os hace estar tan segura de que no tenia nada con Guss? Sobre todo por la consabida postura libertina de Muirgel ante la vida.

– Porque me lo habria contado -insistia en afirmar Crella-. Guss era la ultima persona con quien habria tenido amores. Era un hombre demasiado serio. A mi me parece evidente que, cuando Guss se enamoro perdidamente de Muirgel y ella lo rechazo, planeo su muerte y luego la mato.

– ?Y como explicais que Muirgel se escondiera en el barco durante un par de dias con la intencion de hacer creer a los demas que habia caido por la borda?

– Tal vez lo hizo para huir de las atenciones de Guss.

– Entonces, ?por que no os hizo participe de su secreto? Disculpad, Crella, pero los hechos apuntan a que Guss era, de hecho, su amante. Pero hay otra cuestion: ?como explicais lo de sor Canair?

Fidelma miro fijamente a los ojos de Crella para observar su reaccion.

Un atisbo de perplejidad asomo a su rostro.

– ?Sor Canair? ?Que sucede con ella?

– ?Afirmais que Guss tambien la mato?

La perplejidad de su gesto se agravo y no era fingida.

– ?Que os hace pensar que hayan matado a sor Canair? Si ni siquiera conociais nuestro grupo hasta despues de zarpar, ?por que ibais a saber algo de sor Canair?

Fidelma se la quedo mirando y le dirigio una sonrisa.

– Por nada -dijo quitandole importancia-. Por nada en absoluto.

Dio media vuelta y salio del camarote con el cuchillo en la mano.

O bien sor Crella decia la verdad o… Fidelma movio la cabeza. Era el caso mas frustrante con que se habia encontrado. Si sor Crella decia la verdad, Guss era un embustero excepcional. Si el hermano Guss habia dicho la verdad, Crella debia de estar mintiendo. ?Quien habia dicho la verdad? ?Quien mentia? Le habian ensenado que la verdad era poderosa y prevaleceria. Pero era incapaz de atisbarla siquiera en aquel asunto.

No serviria de nada relatar a Crella la historia que le habia contado Guss, porque sencillamente la negaria si ella era culpable, y sin mas pruebas, no conduciria a ninguna parte. Fidelma tenia la impresion de haber ido a parar a un callejon sin salida.

CAPITULO XVI

Murchad senalo con el dedo la costa negra que emergia entre la bruma.

– Esa es la isla de Uxantis.

– Parece grande -observo Fidelma, que estaba a su lado.

Durante las ultimas horas habia dado vueltas a la historia que Guss le habia contado sobre la muerte de sor Canair, y el testimonio de el y Muirgel. ?Habian matado a Muirgel porque era una testigo del crimen? ?O era cierto que habia otras razones, como habia apuntado Guss? Y si era asi, y el movil eran los celos, ?podia ser Crella la asesina? ?Habia muerto Guss como consecuencia de ello? Si de algo estaba segura Fidelma era de que las versiones de Crella y Guss no coincidian, pero no tenia pruebas solidas para resolver el enigma.

Una hora antes habian oficiado un funeral por sor Muirgel y habian tirado el cuerpo a las profundidades del mar; era el segundo funeral por la misma persona, bien que mas sobrio y contenido que el anterior. En el mismo acto rezaron por el recuerdo del pobre Guss y encomendaron su alma a Dios. Era extrano saber que alguien entre ellos no compartia los sentimientos manifestados durante la ceremonia… Atardecia; el sol descendia en un cielo de poniente veteado de nubes oscuras. Empezaba a refrescar, y la lobrega silueta de Uxantis emergia perezosamente sobre el horizonte a medida que el navio se aproximaba. La sombria costa a la que Murchad apuntaba con el dedo debia de quedar a poca distancia de ellos.

– Es una isla grande -respondio el capitan-. Y peligrosa. Pero creo que tendremos suerte.

Fidelma lo miro sorprendida.

– ?Suerte? ?En que sentido?

– Esta neblina… Podria convertirse en niebla en un visto y no visto. En Uxantis es habitual. Ademas aqui hay corrientes fuertes e innumerables escollos, y si el viento arrecia, corremos el peligro de que nos arroje contra ellos o la costa rocosa de la isla. Aqui un vendaval puede tardar una semana y hasta diez dias en amainar.

Incluso entre la neblina la costa baja y negra que columbraban tenia algo de siniestro. No se divisaban colinas. Fidelma calculo que el punto mas elevado apenas debia de superar los tres metros de altura. Con todo, el rumor distante de las olas contra el rompiente sugeria peligros. Aquella isla parecia albergar un mar de amenazas.

– ?Como sabeis donde desembarcar? -se intereso-. Yo solo veo un muro impenetrable de rocas.

Murchad hizo una mueca.

– En este lado no lo intentaremos, desde luego. Es el lado norte. Debemos bordear la isla hasta el sur, donde hay una amplia bahia que alberga la poblacion principal. Hay una iglesia que fundo el santisimo Paul Aurelian el Breton hace un siglo.

Murchad senalo y dijo:

– Tenemos que pasar al otro lado de ese cabo… ?lo veis? Alli, donde esta ese barco que viene hacia nosotros.

Fidelma miro hacia donde apuntaba el brazo extendido del capitan y, a lo lejos, vio una nave que aparecia tras el cabo rumbo hacia ellos. Una voz grito desde lo alto del palo mayor.

Murchad dio un paso adelante y, a grito pelado, espeto con fastidio:

– ?Ya lo hemos visto! ?Tendrias que haber avisado hace diez minutos!

Gurvan aparecio por la proa y anuncio:

– Es un navio con aparejo de cruz de Montroulez.

– Se refiere al tipo de barco. Aunque eso no permite saber quien lo maneja. Un vigia no sirve de nada si no mantiene informados a los de cubierta.

Fidelma distinguio el aparejo de cruz. Por la elevada proa, tenia cierto parecido al Barnacla Cariblanca.

Gurvan, que se habia colocado junto a Drogan a la espadilla, miraba detenidamente al otro barco, tratando de discernir algun detalle.

– Creo que les pasa algo, capitan -anuncio.

Murchad dio media vuelta y fruncio el ceno para examinar el navio.

– La vela esta mal colocada y empuja demasiado al barco contra el viento - murmuro-. Esa forma de navegar no es nada conveniente.

Fidelma era incapaz de detectar anomalia alguna en el barco, pero sabia que los ojos expertos de Murchad y Gurvan eran capaces de reconocer los fallos de otros navegantes.

Murchad solto una exclamacion inusitada que hizo dar un respingo a Fidelma.

– ?Sera burro! Ya deberia estar orzando. El viento sopla del mar y va a arrastrarlo hacia las rocas.

Se acortaba la distancia que los separaba, pero el Barnacla Cariblanca se alejaba de los acantilados rumbo al oeste y con espacio de sobra para maniobrar. El

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