cuerpo inerte de Toca Nia-. Cian ha matado a su acusador y ha huido a tierra.

Parecia la unica explicacion logica. Fidelma solto un suspiro de resignacion.

– Cierto, es lo que parece -reconocio-. Aun asi, la isla no es un lugar lo suficiente grande para esconderse. No deja de ser una isla. Lo acabaremos encontrando. Voy a vestirme. Debemos bajar a tierra y encontrar a Cian cuanto antes.

* * *

Murchad, Gurvan y Fidelma arribaron al muelle en el esquife y desembarcaron. No habia ni un alma bajo la luz grisacea de la aurora. Subieron por el sendero que llevaba a la iglesia, y se sorprendieron al ver que en la penumbra de la entrada aparecio una figura que fue a recibirlos. Era el padre Pol y estaba muy serio.

– Se a quien habeis venido a buscar -anuncio a modo de saludo.

La solemnidad de Fidelma era pareja.

– ?Os ha dicho por que se ha refugiado aqui? -le pregunto.

– Se de que se le acusa -respondio el sacerdote.

– ?Sabeis donde esta? Seria de gran ayuda que nos lo dijerais, pues evitariamos perder tiempo buscandolo por toda isla.

– No hara falta, hermana. Y yo tampoco lo permitiria. El hermano Cian esta en la iglesia.

El tono severo del capellan la confundia, y era distinto del que usara el dia anterior.

– En tal caso debemos llevarlo de vuelta al Barnacla Cariblanca para que pueda presentar su defensa.

El sacerdote arrugo el entrecejo y levanto una mano para detenerlos.

– No puedo permitirlo.

Fidelma miro con asombro al padre Pol.

– ?Que no podeis permitirlo? -repitio perpleja-. Ayer dijisteis que la situacion de Cian no era asunto vuestro. ?Y ahora decis que no permitireis que nos lo llevemos al barco? ?Que clase de logica manejais?

– Tengo autoridad para impedir que os lleveis a Cian con vosotros.

– El crimen se ha cometido a bordo del barco de Murchad, no en vuestra isla, de modo que esta dentro de la jurisdiccion de Murchad.

El sacerdote puso cara de confusion un momento y luego se cruzo de brazos con animo de no moverse.

– En primer lugar, el hermano Cian se ha acogido a sagrado en este lugar - anuncio-. En segundo lugar, el supuesto crimen del que se le acusa sucedio hace cinco anos y a cientos de kilometros de aqui. Careceis de autoridad para juzgar esos cargos en el barco. Vos misma lo dijisteis ayer.

Rascandose la nuca, Murchad miro a Fidelma en busca de consejo.

– ?Se ha acogido a sagrado? -repitio desorientado-. No se si lo he entendido bien…

El padre Pol intervino.

– Sor Fidelma te explicara lo que Dios dijo segun esta escrito en el libro de los Numeros: «Elegireis ciudades que sean para vosotros ciudades de refugio, donde pueda refugiarse el homicida que hubiere muerto a alguno sin querer. Estas ciudades os serviran de asilo contra el vengador de la sangre…».

– Ya sabemos que esta escrito en los Numeros, padre Pol -concedio Fidelma con calma. Se volvio hacia Murchad para explicarselo-: El refugio sagrado al que se refiere es comparable a nuestra ley de Nemed Termann, segun la cual una persona acusada de un acto de violencia, sea o no culpable, puede acogerse a un lugar sagrado hasta el momento en que se enjuicie su caso debidamente… Pero nuestra ley, padre, tambien impide que el culpable se acoja a sagrado para evadir a la justicia.

El padre Pol inclino la cabeza para darle la razon.

– Lo comprendo, hermana. Sin embargo, las leyes de Eireann no se aplican en Uxantis. Aqui la ley es la ley de Dios segun se dicta en las Sagradas Escrituras. Dice el Exodo: «A aquel que hiera mortalmente a otro yo le senalare un lugar donde podra refugiarse». Vuestro hombre tiene derecho a recogerse en este lugar hasta que pueda preparar su defensa contra quienes buscan vengarse contra el.

– Padre Pol, nosotros no buscamos venganza. Pero el hermano Cian debe venir con nosotros para poder defenderse contra ese crimen.

– Se ha acogido a sagrado de la manera debida y se le ha concedido.

Aquello le dio una idea a Fidelma.

– ?De la manera debida? -repitio.

Trataba de actuar como una buena dalaigh, objetivamente, sin dejarse influir por los sentimientos, observando unicamente los hechos, pero se trataba de Cian y no de un desconocido cualquiera que intentaba evadir la ley. ?Era Cian! Lo odiara o no, habia estado enamorada de el una vez. Debia desentenderse de su implicacion sentimental, porque ademas ya no confiaba en sus sentimientos. Debia pensar solamente en la ley. La ley era cuanto importaba en ese momento.

– ?Decis que se ha acogido a sagrado de la manera debida? -repitio.

El padre Pol prefirio no responder al percibir que Fidelma se disponia a plantear una argumentacion.

– Acabais de citar la ley del Exodo, pero no habeis terminado la cita. El versiculo termina diciendo: «Si de proposito mata un hombre a su projimo traidoramente, de mi altar mismo le arrancaras para darle muerte». ?Es asi?

– Sin duda. Pero, ?que traicion hay en la guerra? En la guerra se permite matar. Un guerrero puede actuar con fiereza en la batalla y no saber lo que hace. Si asi fue, Cian respondera por las consecuencias, por supuesto. Pero dudo que podais sostener que actuo traidoramente.

– No nos referimos a los crimenes de los que Toca Nia acusaba al hermano Cian -respondio Fidelma lentamente-, sino al hecho de que han matado a Toca Nia en su litera, esta manana, a bordo del barco de Murchad, justo cuando el hermano Cian ha huido para pediros asilo.

Desconcertado, el padre Pol dejo caer los brazos a los lados.

– No me ha dicho nada de esto.

Fidelma se inclino hacia delante como un cazador acechando a la presa.

– En tal caso, permitidme que os recuerde la ley segun Josue: «El homicida huira a una de estas ciudades, se detendra a la puerta de esta ciudad y expondra su caso a los ancianos de ella»… ?Ha hecho Cian tal cosa?, ?ha hablado del asesinato de Toca Nia?

El padre Pol estaba claramente turbado.

– Ni lo ha mencionado. Solo se ha acogido a sagrado por el crimen del cual Toca Nia lo acusaba.

– Entonces, segun el codigo eclesiastico que habeis citado, no se ha acogido a sagrado de la manera debida y, por consiguiente, no puede solicitar refugio.

El padre Pol estaba indeciso. Al fin, tomo una determinacion y se hizo atras con un ademan indicando que le precedieran.

– Plantearemos la cuestion al hermano Cian -dijo a media voz.

Cian estaba sentado en la penumbra del jardin trasero de la iglesia cuando el padre Pol llevo ante el a Fidelma y Murchad.

– Se me ha concedido refugio -anuncio-. Podeis decirselo a Toca Nia. Pienso quedarme aqui. Ni vosotros ni vuestras leyes pueden tocarme.

Murchad fruncio el ceno y abrio la boca, pero Fidelma lo hizo callar con una sena.

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