– ?Cuanto pueden tardar en entrar en la bahia? -pregunto el sacerdote con gesto sombrio.

– En la proxima hora, padre.

– Da la voz de alarma. Llevemos a la gente al interior -ordeno con decision-. Vamos, Murchad, haz desembarcar a los peregrinos y la tripulacion. Existen unas cuevas donde escondernos o, en el peor de los casos, desde las que defendernos.

Murchad hizo un movimiento firme con la cabeza.

– ?No pienso dejar mi barco a merced de piratas sajones, francos o godos! La marea esta cambiando. Me marcho de la bahia. Si alguno de los pasajeros desea bajar a tierra, que asi lo haga.

El padre Pol lo miro horrorizado por un instante.

– No tendras tiempo de salir antes de que lleguen a la boca de la bahia. Si estan delante de Rochers, en media hora habran doblado el cabo.

– Es mejor estar en el barco que quedarse en la isla esperando a que desembarquen y nos corten el cuello a todos -replico Murchad, y luego se volvio hacia Gurvan-. ?Hay alguien mas en tierra aparte de nosotros?

– Nadie mas, capitan.

– ?Venis con nosotros, senora? -pregunto a Fidelma, que no vacilo en responder:

– Si vais a escabulliros, estoy con vos, Murchad.

– ?Vamos, pues!

Cian habia quedado al margen mientras ellos discutian que actitud tomar; dio un paso adelante.

– ?Esperad! Dejadme ir con vosotros.

Murchad lo miro con cara de sorpresa y, con una sonrisa burlona, le reprocho:

– Creia que os acogiais a sagrado.

– Ya os he dicho que lo he hecho para tener tiempo para preparar mi defensa contra las acusaciones de Toca Nia.

– Pero ahora puede que tengais que defenderos de una acusacion por su asesinato -le recordo Fidelma.

– Correre el riesgo. Lo que no quiero es que esos piratas me encuentren aqui sin posibilidad de defenderme. Dejadme ir con vosotros.

Murchad se encogio de hombros.

– No podemos perder tiempo. Venid o quedaos aqui. Nosotros nos vamos ya.

Oyeron la nota amenazante e iracunda de un cuerno. Al salir de la iglesia vieron personas corriendo en desbandada, mujeres con ninos desganifandose en sus brazos, hombres que cogian las armas que podian.

Murchad le dio la mano al sacerdote.

– Buena suerte, padre Pol. Creo que estos sajones tienen mas intencion de venir por nosotros que de saquear vuestra isla. Los hemos rehuido una vez y quiza lo hagamos otra.

Murchad encabezo la carrera sendero abajo hacia la cala.

Fidelma miro atras y vio que el padre Pol levantaba un brazo para bendecirles, y luego desaparecio. Era su deber llevar a su pueblo a un refugio seguro.

Ninguno de los cuatro abrio la boca durante el descenso al muelle, donde habian dejado el esquife. No fue hasta que estaban en el bote y Murchad y Gurvan bogaban con fuerza hacia el Barnacla Cariblanca cuando Cian topo con los ojos verdes e ironicos de Fidelma. Pero el sostuvo la mirada sin parpadear.

– Yo no he matado a Toca Nia, Fidelma -afirmo en un susurro-. No he sabido que estaba muerto hasta que habeis llegado a casa del padre Pol y me lo habeis dicho. Lo juro.

Fidelma estuvo a punto de creerle, pero queria asegurarse. Nunca podria confiar en Cian: hacia muchos anos que lo habia aprendido.

– Tendras tiempo de sobra para declararte inocente -respondio con brusquedad.

Llegaron al barco. Fidelma casi fue la ultima en subir a cubierta, pues Murchad habia saltado a bordo y ya estaba dando ordenes a diestro y siniestro. Gurvan subio despues de ella, en ultimo lugar para asegurar el esquife.

– ?Esta todo listo? -pregunto Murchad.

– Si, capitan -grito el oficial de cubierta, corriendo a ponerse a la espadilla con Drogan.

Fidelma se coloco junto a Murchad, pues le parecio lo mas logico.

– ?Que podemos hacer, Murchad? -le pregunto con la vista puesta en la entrada de la bahia.

El semblante del capitan era una mascara imperterrita, sus ojos de color gris marino se entornaron sin apartarlos de la extensa ensenada. Desde alli veian la silueta oscura del barco sajon despuntando por el cabo sur, resuelto a impedirles huir de la bahia. Su fondeadero estaba a unas tres millas de la entrada a la bahia, cuya parte mas ancha media poco mas de una milla. El barco asaltante tenia tiempo suficiente para obstaculizar cualquier intento de evasion.

– Son tenaces, esos demonios sajones -murmuro Murchad-. Os lo digo yo. Su capitan debio de tener una intuicion de buen marinero para percatarse de que habiamos retrocedido y pasado por su lado la otra noche. El que haya sido capaz de seguirnos hasta aqui dice mucho de el.

– Ahora no hay oscuridad que nos oculte -comento Fidelma.

Cuando Murchad advirtio que Cian habia bajado a despertar a los demas para informarlos de la llegada del barco pirata, Murchad dejo la conversacion para gritar que los peregrinos permanecieran abajo. Luego miro con pesar al cielo neblinoso y azul, donde minusculas ristras de nubes se estaban rizando.

– Eso seguro -respondio a Fidelma-. Y el cielo se esta aborregando… despejado, pero inestable. No habra oscuridad ni bruma que nos cubra. Con bruma podria haber intentado salir pasando por su lado. ?Ja! ?Es la unica vez que oireis a un marinero pidiendo que haya bruma!

Fidelma sospechaba que Murchad solo hablaba para evitar que el panico se apoderara de ella.

– No os preocupeis por mi, Murchad. Si nos van a atacar, no caigamos sin haber luchado.

El la miro con aprobacion.

– Asi no habla una religiosa, senora.

Fidelma le devolvio una sonrisa feroz.

– Asi habla una princesa Eoghanacht. Quiza mi vida este destinada a terminar como empezo, como hija del rey Failbe Fland y hermana del rey Colgu. Si hoy vamos a morir luchando, que el enemigo deba pagar un precio elevado.

Gurvan se acerco a ellos con un gesto sombrio y aseguro:

– Yo, por lo pronto, no pienso morir luchando. Una buena retirada es mejor que una mala defensa.

Murchad conocia bien a Gurvan y percibio un tono familiar en su voz.

– ?Insinuas que se te ha ocurrido algo?

– Dependera otra vez del viento y las velas -asintio Gurvan con un breve movimiento de la cabeza-. El sajon cree que lo tiene todo ganado. En Pointe de Pern el viento lo empuja al norte, y pretendera abordarnos si intentamos huir por ahi. Como un gato que acecha a un raton, ?eh?

– No hace falta ser un experto marinero para percatarse -anadio Fidelma.

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