el gato lo ha desviado al moverse o no, pero el filo le ha dado de lleno en el flanco. La reaccion del gato me ha despertado y ha ahuyentado al atacante.

– ?Habeis reconocido a esa persona? -quiso saber el chico.

– Me temo que no. Estaba demasiado oscuro.

Fidelma se estremecio al comprender lo cerca que habia estado de morir por segunda vez. Luego se tranquilizo.

– Ocupaos del senor de los ratones, Wenbrit. Curadlo lo mejor que sepais. Me ha salvado la vida. No tardaremos en obtener respuestas. Deo favente, la tormenta tiene que amainar pronto: con ella no puedo concentrarme.

Sin embargo, no contaron con el favor de Dios, pues la tormenta duro un dia mas. El estruendo y el vaiven permanentes habian embotado los sentidos de Fidelma hasta el punto de serle indiferente la suerte que pudiera correr. Solo queria dormir, acallar el despiadado embate de la tempestad. De vez en cuando, el navio se inclinaba hasta tal punto, que Fidelma dudaba que fuera a recuperar la posicion horizontal. Luego, tras unos momentos interminables, el Barnacla Cariblanca recuperaba el vaiven normal, hasta que otra ola gigante aparecia de entre la oscuridad.

Habia momentos en que Fidelma pensaba que el barco se estaba hundiendo de tanta agua que lo embestia; e incluso le costaba respirar a causa del agua salada y glacial que empapaba su ropa y le oprimia los pulmones. Tenia el cuerpo magullado y dolorido por los constantes bandazos del barco.

Con las primeras luces del dia siguiente noto, adormilada, que el viento habia perdido intensidad y que el balanceo del barco era menos violento. Salio de su camarote y miro alrededor. Aun quedaban en el cielo gris de la aurora restos de nubes tormentosas, bajas y aisladas, que pasaban entre una franja blanca y fina de cirros. Incluso diviso el orbe palido y blancuzco del sol en el horizonte levantino. No era un amanecer iridiscente, pero anunciaba al menos que el tiempo abonanzaba.

Para su sorpresa, Murchad se dirigia hacia ella por la cubierta. Tenia un aspecto extenuado tras dos dias de fuerte tormenta, la mayor parte de los cuales la habia pasado a la espadilla.

– ?Estais bien, senora? -se intereso-. Wenbrit me ha contado lo ocurrido y le he pedido a Gurvan que no os quite el ojo de encima por si vuelven a atacaros.

– He tenido dias mejores -bromeo Fidelma. Al ver a Wenbrit afanado algo mas alla, pregunto al capitan-: ?Como esta Luchtighern?

Murchad sonrio.

– Puede que quede un poco cojo, pero seguira cazando ratones mucho tiempo. El bueno de Wenbrit ha conseguido coser la herida, y no tiene mal aspecto a pesar del corte. Supongo que no visteis quien os lanzo el cuchillo, ?no?

– Estaba demasiado oscuro -respondio, y cambio de tema-. ?Se ha acabado ya la tormenta?

– Creo que ya hemos pasado lo peor -respondio-. El viento ha cambiado a sur, por lo que sera mas facil volver a izar la vela mayor y mantener el rumbo inicial. Creo que no me dolera acabar este viaje. Me alegrara volver a los brazos de Aoife.

– ?Aoife?

– Mi esposa se llama Aoife -dijo Murchad sonriendole-. Hasta los marineros tienen esposa.

Un pensamiento pululaba en la memoria de Fidelma. De pronto le vino a la mente una antigua cancion.

Tu, que nos amaste en dias ya idos,

A la voragine del odio, de rencornutrido,

Arrojaste el amor profesado

Para hacer de la venganza tu ley.

A Murchad no le hizo gracia.

– Estaba pensando en la concupiscencia y los celos de Aoife, esposa de Lir, dios de los oceanos, y en como destruia a quienes le amaban.

El capitan resoplo, ofendido, y protesto:

– Mi esposa Aoife es una mujer maravillosa.

Fidelma se apresuro a sonreirle.

– Disculpadme. Solamente el nombre me ha sugerido la idea. No pretendia faltarle al respeto a vuestra esposa. Con todo, me ha hecho recordar algo muy util.

?Cual era el pasaje biblico que habia citado Muirgel a Guss para decirle quien podia ser la siguiente victima?

(…) Y son, como el «seol», duros los celos.

Son sus dardos saetas encendidas,

Son llamas de Yaveh.

Miro al mar. Seguia cubierto de espuma, pero habia perdido braveza, y las grandes olas empezaban a ser mas pequenas y escasas. ?Al fin todo tenia sentido! Sonrio con satisfaccion absoluta y se volvio hacia el exhausto Murchad.

– Perdonad, capitan, pero no os prestaba atencion.

Fue entonces cuando Fidelma se fijo en el desbarajuste que habia causado la tempestad. Por toda la cubierta habia palos astillados, el tonel del agua estaba deshecho en pedazos, cabos y demas aparejos colgaban aqui y alla. Los marineros parecian haberse desplomado alli donde estaban, de puro agotamiento.

– ?Alguien esta herido? -pregunto Fidelma, boquiabierta ante los destrozos.

– Algunos de mis hombres se han hecho un par de rasgunos -reconocio Murchad.

– ?Y los pasajeros?

Murchad movio la cabeza.

– Todos sanos y salvos, senora… por esta vez.

Para Fidelma era un milagro que en aquellos dos dias en que el barco habia sido zarandeado arriba y abajo por un mar furioso, nadie hubiera sufrido danos.

– La prevision es que manana o pasado divisemos la costa iberica, senora -dijo en voz baja-. Y si hemos mantenido buen rumbo, arribaremos a puerto poco despues. Desde ese puerto el santo lugar esta muy cerca tierra adentro.

– Debo confesar que no lamentare salir de los confines de vuestro navio, Murchad.

El capitan la miro con mala cara y dijo:

– Queria decir que, una vez lleguemos al puerto, ya no habra ocasion para llevar al asesino de Muirgel y Toca Nia ante la justicia. Y eso sera malo. La historia rondara este navio como un fantasma, lo perseguira alla a donde vaya. Mis hombres ya han bautizado este viaje como «la travesia de los malditos».

– El misterio se resolvera, Murchad -aseguro Fidelma para infundirle confianza-. La mencion del nombre de vuestra mujer me ha hecho ver las cosas claras, o eso creo.

Murchad la miraba sin comprender nada.

– ?El nombre de mi esposa? ?El nombre de Aoife os ha hecho descubrir al culpable de los asesinatos?

– No creo que tardemos en identificar al culpable -respondio con optimismo-.

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