– Cierto, muy oportuno -coincidio Fidelma-. Muirgel tambien fue asesinada, mientras que el hermano Guss… -Se encogio de hombros-. En fin, todos sabemos que paso. Cayo al agua a causa del miedo.

Todas las miradas se volvieron a sor Crella.

– Solo habia una persona de la que Guss se aparto por miedo antes de morir - comento el hermano Dathal.

Sor Crella estaba quieta en su lugar, hipnotizada como un conejillo aterrado. Presentaba una palidez cadaverica y solo era capaz de mover la cabeza de un lado al otro, como si negara.

– ?Sor Crella? -pregunto el hermano Tola con los labios apretados y gesto pensativo-. Supongo que tiene sentido. Hay rumores de que estaba celosa de Muirgel.

– El hermano Guss me conto que estaba convencido de que sor Crella era quien habia matado a Muirgel -intervino Cian, encantado de que el peso de la responsabilidad se hubiera trasladado a otro.

– ?Celos? ?Lujuria! -exclamo sor Ainder con desden-. El peor de los pecados.

Sor Crella se echo a llorar con timidez. Fidelma penso que debia intervenir otra vez.

– Sor Crella solo fue la causa involuntaria de la muerte del hermano Guss - revelo-. Por desgracia, el hermano Guss tenia la inquebrantable conviccion de que Crella era la culpable. Era joven y temeroso… y no olvideis que habia visto lo que habia hecho el asesino con Canair y con Muirgel. Temia por su vida; era un hombre desesperado cuyo pavor le llevo a perder la razon. Cuando Crella se acerco a el, penso que iba a atacarle, se aparto por miedo y acabo cayendo por la borda. Crella no causo su muerte, sino la persona que provoco en el ese miedo a morir.

Un largo silencio volvio a dominar la sala. Con los ojos arrasados en lagrimas, sor Crella miraba fijamente a Fidelma sin acabar de entender lo que habia dicho, salvo que no la estaba acusando.

– ?Os estais burlando de nosotros, hermana? -salto sor Ainder, colerica-. Acusais a la ligera y luego absolveis como si nada. ?Que pretendeis? ?No podeis decirnos sencillamente que motivo impulso a cometer estos crimenes y quien es el responsable?

Fidelma mantuvo un tono impasible, como si hablara del tiempo.

– Vos misma me disteis el motivo.

Sor Ainder pestaneo.

– ?Que?

– Vos me dijisteis… que era uno de los siete pecados capitales. -Fidelma callo para que asimilaran sus palabras antes de proseguir-. En toda investigacion, la primera pregunta que uno debe plantearse es la que Ciceron hizo una vez a un juez romano. ?Cui bono??Quien se beneficia? ?Que razon hay?

– ?Insinuais que la razon fue la lujuria? -interrumpio el hermano Tola en un tono cargado de irrision-. ?Como se puede atribuir a la lujuria la muerte del guerrero de Laigin, Toca Nia? A mi me parece evidente que murio a causa de su acusacion contra Cian. Solo Cian se beneficiaba con su muerte.

Era indiscutible que Tola no podia sufrir a Cian y viceversa.

– Llevais razon -asintio Fidelma con serenidad-. Toca Nia murio para proteger a Cian.

Cian fue a levantarse de nuevo, pero Gurvan lo empujo para sentarlo otra vez.

– Asi que, al final, resulta que me estas acusando -dijo con amargura-. Yo no…

– ?No lo mataste? -interrumpio Fidelma sin alterarse-. No, no lo hiciste. He dicho que lo mataron para protegerte; no he dicho que lo hubieras matado tu. Pero la causa de la muerte de Toca Nia es la misma que la de las muertes de Canair y Muirgel, asi como el de los dos intentos de acabar con mi vida.

– ?Dos? -pregunto el hermano Dathal, extranado-. ?Alguien os ha intentado matar dos veces?

– Oh, si -confirmo Fidelma-. Anoche hubo un segundo intento en mi camarote durante la tormenta. Le debo mi vida a un gato.

No se molesto en dar mas explicaciones. Habria tiempo de sobra mas adelante.

– ?De manera que hay un solo asesino y una sola razon? ?Eso estais diciendo? - pregunto Murchad para cerciorarse de que seguia el razonamiento.

– La razon en cuestion es la lujuria -confirmo-. O mas bien, diria, la conviccion que el asesino tenia de estar enamorado de Cian hasta el extremo de perder la razon y obsesionarse con que debia protegerlo y eliminar a cualquiera que intentara ganarse su amor.

Cian se echo hacia atras, palido y tembloroso.

– No entiendo lo que estas diciendo.

– Si Toca Nia te hubiera hecho dano, le habrias sido negado a esa persona, que te queria para ella sola.

– Sigo sin entenderlo.

– Es muy facil. He dicho que eras el denominador comun. ?No fuiste amante de Canair y de Muirgel varias veces?

Cian la miro con desafio y dijo sin mas:

– No lo negare.

– Y ha habido diversas mujeres mas cuyo afecto te ganaste para satisfacer un apetito insaciable de doncellas. ?Tratabas de resarcirte acaso por lo que te habia hecho Una? -Fidelma no pudo evitar hurgar maliciosamente en la herida.

– Una no tiene nada que ver con eso -aseguro Cian.

Sor Gorman se inclino hacia delante con desasosiego.

– ?Quien es Una? En Moville no habia ninguna sor Una.

– Una era la mujer de Cian. Se divorcio de el alegando que era esteril -explico Fidelma con una sonrisa implacable-. Tal vez Cian trataba de compensar ese hecho tan degradante acostandose con cuantas jovenes pudiera.

La colera asomaba al semblante de Cian.

– Maldita…

– Una de esas amantes no soportaba la idea de que hubieras amado a otras - prosiguio Fidelma-. A diferencia de la mayoria de amantes, esta persona estaba desequilibrada. O, mejor dicho, los celos la habian enloquecido. Ni siquiera intuias el hervidero de celos y odio que estabas avivando. Tuviste suerte, Cian, de que ese odio no se proyecto contra ti, sino contra tus amantes.

Cian se quedo inmovil de pronto, como si Fidelma hubiera echado una jarra de agua fria sobre su ira. Estaba sentado con la boca a medio abrir y parecia estar atando cabos, pensando en lo que Fidelma estaba explicando.

El hermano Tola se inclino hacia ella:

– Si os he entendido bien, mataron a Toca Nia porque amenazaba a Cian; y esa persona, movida por la locura, resuelta a proteger a Cian, sencillamente veia al guerrero de Laigin como una amenaza que debia eliminar, como habia eliminado a sus amantes.

– Esa persona queria a Cian para ella sola -corroboro Fidelma.

– Aparte de Crella, no he estado con nadie mas -aseguro Cian-, salvo con…

Miro a Fidelma con grandes ojos de sospecha, que reflejaron un vislumbre de pavor.

Fidelma se rio de buena gana al entrever que estaba pensando Cian. Que el pudiera acusarla era harto ironico, pero lo cierto era que su arrogancia natural le hacia creer que ella seguia

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