sintiendo lo mismo por el despues de tantos anos.

– Debo confesar que a los dieciocho anos yo misma podria haber sido victima de esa misma locura -reconocio a los presentes-. El amor intensifica esos sentimientos, y a veces no somos lo bastante maduros para poder controlarlos. Asi es, en este caso debemos considerar la inestabilidad de la juventud. Pero te enganas, Cian, si crees que todavia puedes inspirarme tales sentimientos. Ni siquiera me inspiras compasion.

El hermano Dathal, devorado por el ansia y la curiosidad, pregunto:

– No es posible que vos fuerais amante de Cian, hermana.

Fidelma hizo una mueca de resignacion.

– Si, a mi tambien me engatuso siendo una joven alumna en la escuela del brehon Morann. -Miro con ojos pensativos a Cian-. Fue una historia entre dos jovenes inmaduros -anadio con una malicia sorprendente incluso para ella misma-. Pero yo madure. Y Cian no.

– Bueno, ?y como iba a saberlo esa amante enloquecida? -pregunto el hermano Dathal, intrigado-. Si lo vuestro sucedio hace diez anos, mucho tiempo antes de que Cian se uniera a los monjes de Bangor y mucho antes, seguramente, de que ninguno de nosotros lo conociera.

Fidelma le lanzo una mirada de apreciacion.

– Haceis una buena pregunta, hermano Dathal. Cuando subi a bordo, todos reparasteis en que yo conocia a Cian desde hacia tiempo. Una persona en concreto se intereso mas que los demas. Esa misma persona nos oyo a Cian y a mi discutir de nuestra insignificante historia.

De repente Fidelma se volvio hacia Cian.

– Creo que tu eres capaz de arreglartelas solo. Tu mismo admitiste que habias tenido relaciones con Canair, Muirgel y Crella.

No habia acabado de hablar cuando el hermano Bairne, sentado frente a Cian, salto por encima de la mesa. Empunaba un cuchillo.

– ?Canalla! -exclamo, agarrando a Cian por el pescuezo y esgrimiendo el arma.

Gurvan se inclino sobre Cian y sujeto la muneca de Bairne. Rapidamente la doblo hacia atras con un golpe doloroso. Dando un alarido, el hermano Bairne abrio los dedos y el cuchillo se desplomo sobre la mesa con un ruido. El hermano Tola tuvo el aplomo de recogerlo y entregarlo a Murchad.

El hermano Bairne no podia competir con un hombre musculoso y fornido como el marinero breton. Mientras forcejeaban, Cian se escabullo de entre ellos; Gurvan empujo al monje colorado y frenetico sobre la mesa y le retorcio el brazo tras la espala. De pronto el joven monje cedio, como si toda su fuerza le hubiera abandonado.

Fidelma lo miraba con desaprobacion.

– Eso ha sido una insensatez, hermano Bairne, ?no os parece?

– ?Lo odio! -gimoteo el joven.

– ?Lo odia y a la vez lo desea? -pregunto sor Ainder, horrorizada-. ?No comprendo nada!

– Hermano Bairne, explicad por que odiais al hermano Cian -lo invito Fidelma sin perder la paciencia.

– Odio a Cian por quitarme a Muirgel.

Cian se rio con dureza.

– ?Que locura! Muirgel nunca fue tuya para que yo te la quitara, jovenzuelo.

– ?Canalla! -volvio a gritar Bairne, inmovil todavia bajo la fuerza de Gurvan.

Sor Crella habia recuperado el animo.

– Cian dice la verdad. Muirgel no queria nada con Bairne. Le parecia excentrico, un sonador afeminado. Y es cierto, mantuvo una relacion con Cian.

Este asintio y explico:

– Pero Muirgel y yo acabamos nuestros amores justo antes de partir de Moville. Muirgel habia encontrado a otro y yo estaba con Canair. Es tan sencillo como eso. Muirgel me dijo que, aunque parecia increible, se habia enamorado de Guss.

– ?De Guss? -Crella lo miraba, confusa-. ?Eso es verdad? No es posible.

Se llevo una mano a la mejilla, horrorizada, negandose a aceptar la relacion de su amiga con el joven.

– Es verdad -corroboro Fidelma-. Muirgel lo amaba realmente; solo os lo impedia creer vuestro rechazo por Guss. Que os negarais a aceptar que Muirgel estaba enamorada de Guss me hizo sospechar de el pero, al mismo tiempo, la antipatia que sentiais por el (y que el entendio como celos) le llevo a creer que vos erais la asesina… de ahi que os temiera tanto y, en consecuencia, cayera al agua.

El hermano Tola movia la cabeza, perplejo.

– Sigo sin entender por que el hermano Bairne mato a Toca Nia si, como dice, odiaba a Cian. Es mas, Toca Nia era la respuesta a los deseos de Bairne, habria sido el mejor modo de acabar con Cian, ?no?

Fidelma se impacientaba.

– No os dais cuenta. Bairne no ha matado a nadie. No es lo bastante capaz. ?Mirad que poco convincente ha sido este unico intento! Permitid que retome lo que estaba diciendo antes de que Bairne montara este escandalo. Decia que Cian es capaz de arreglarselas solo. Ha reconocido haber mantenido una relacion con Canair y otra con Muirgel. Incluso ha admitido que tuvo una aventura con Crella. Pero hay alguien mas en este barco con quien tuvo otra aventura, la unica persona que nos oyo discutir sobre nuestros asuntos de juventud.

Sor Gorman se habia levantado de la mesa, pues Cian la miraba cada vez mas horrorizado por la avalancha de recuerdos. Gorman no mostraba reflexion ni culpa en su semblante, sino desafio, y sus ojos tenian un brillo especial. Avanzo el menton con un gesto agresivo. Solto una carcajada histerica, un golpe de risa agudo y satisfecho, un tono rayano en el triunfo malevolo. Mirando a Gorman, Fidelma se acabo de convencer de que estaba inequivocamente loca.

La muchacha los miraba a todos con desafio.

– No he cometido crimen alguno -dijo con desden-. ?Acaso no esta en el Genesis?

Por una herida matare a un hombre,

Y a un joven por un cardenal.

Si Cain seria vengado siete veces,

Yo lo sere setenta veces siete.

Fidelma la corrigio con cortesia.

– Estais citando la cancion de Lamec, hijo de Matusael, cuya eterna sed de venganza fue transformada por las palabras de Jesus. ?Recordais lo que Jesus dijo a Pedro segun el Evangelio de san Mateo?: «Entonces se le acerco Pedro y le pregunto: 'Senor, ?cuantas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mi? ?Hasta siete veces?'. Dicele Jesus: 'No digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete'». Que la sombra de Lamec muera con su venganza, Gorman.

La joven religiosa la miro enfurecida.

– No te pases de lista conmigo, ?ramera de Babilonia! A ti tambien te habria matado, pero te has salido con la tuya las dos veces. Aun asi seras castigada: «… Y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, la cual tenia siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de purpura y grana, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, y tenia en su mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicacion. Sobre su frente llevaba escrito un nombre: Misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. Vi a la mujer embriagada con la sangre de los martires de Jesus».

– ?Esta nina esta delirando! -murmuro sor Ainder con inquietud, levantandose a

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