Pero esperare a que todos los peregrinos se reunan para la comida del mediodia. Entonces hablaremos del asunto con ellos. Me gustaria que Gurvan y Wenbrit esten presentes, y vos tambien. Y puede que necesite la ayuda de unos brazos fuertes -anadio.

Sonrio ante la expresion perpleja de Murchad y puso una mano sobre su brazo para tranquilizarlo.

– Descuidad, Murchad. Esta tarde conocereis la identidad del responsable de atroces crimenes.

CAPITULO XXI

Se habian reunido como habia solicitado Fidelma, sentados en derredor de la extensa mesa de la sala principal; Murchad se repantigo contra la caja del mastil. Gurvan estaba sentado comodamente en un lado, mientras que Wenbrit se habia encaramado a la mesa en la que preparaba la comida normalmente, y tenia los pies colgando, presenciando la sesion con interes. Fidelma apoyo la espalda contra su silla, situada en la cabecera de la mesa, y miro a aquellos rostros expectantes.

– Se me ha dicho alguna vez -empezo a decir con calma- que averiguo las cosas gracias a una suerte de instinto. Puedo aseguraros que no es asi. Como dalaigh, hago preguntas y escucho. En ocasiones, aquello que la gente omite en sus respuestas me revela mas de lo que dice en realidad. Pero necesito informacion. Necesito hechos, preguntas incluso, que considerar. Yoanalizo esa informacion o reflexiono sobre esas preguntas, y solo entonces puedo hacer deducciones.

»No, no poseo conocimientos secretos, como tampoco soy un profeta capaz de despejar una incognita sin informacion. El arte de revelar misterios es comparable a jugar al fidchell o al brandubh. Todo debe estar sobre la mesa para que cada uno pueda decidir que solucion dar al problema. Los ojos deben ver, el oido debe prestar atencion y el cerebro debe funcionar. Los instintos pueden enganar o confundir. Por consiguiente, no son infalibles como medio para llegar a la verdad, si bien pueden ser buenos consejeros.

Callo. Reinaba el silencio. Los demas seguian mirandola con expectacion, como conejos atentos a los movimientos de un zorro.

– Mi mentor, el brehon Morann, solia decirnos que nos cuidaramos de lo evidente porque en ocasiones lo evidente es enganoso. Mientras pensaba sobre ello comprendi que, a veces, lo evidente es lo evidente porque es la realidad.

»Si fuerais por un camino y apareciera alguien corriendo hacia vosotros con los ojos desorbitados, el cabello alborotado y las facciones distorsionadas, gritando y echando espumarajos por la boca; y si ademas esa persona enarbolara un cuchillo manchado de sangre y asimismo tuviera sangre en la ropa, ?de que modo percibiriais a esa persona? Podria estar gritando y tener la cara distorsionada porque la han atacado, y podria sostener el cuchillo porque acaba de cortar carne para la comida y se ha manchado la ropa por descuido. Hay muchas explicaciones posibles, pero la mas evidente es que se trata de un maniaco homicida dispuesto a matar a quienes se interpongan en su camino. Y en ocasiones la explicacion evidente es la correcta.

Volvio a hacer una pausa, pero tampoco hubo comentarios.

– Me temo que me he estado fijando demasiado en lo evidente sin percatarme de que era la verdad.

«Cuando recomponia los hechos, solo habia una persona vinculada a todos ellos, un denominador comun que siempre estaba alli donde yo miraba. Y ese denominador comun era Cian.

Cian se levanto con torpeza de su sitio; el balanceo del barco lo empujo sobre la mesa, pero evito la caida apoyandose con una mano.

Gurvan se habia levantado para colocarse tras el, con la mano sobre el hombro del monje.

Cian se sacudio para apartarlo.

– ?Arpia! ?No soy un asesino! Lo que te mueve a acusarme son tus celos mezquinos. Solo porque te rechace…

– ?Sientate y calla o tendre que pedirle a Gurvan que te reduzca!

El tono glacial de Fidelma atajo su arrebato. Cian se quedo inmovil, desafiante, y ella tuvo que insistir.

– ?Sientate y guarda silencio, he dicho! No he terminado.

El hermano Tola miro a Fidelma con desaprobacion.

– Cum tacent clamant -musito-. Claro, si no lo dejais hablar, su silencio lo condenara, ?cierto?

– Podra hablar cuando yo haya terminado y cuando sepa de que debe hablar - aseguro Fidelma a Tola con dureza-. Es preferible hablar con conocimiento de causa que con ignorancia.

Dicho esto, miro al resto de oyentes para proseguir.

– Como iba diciendo, cuando descubri que Cian era el denominador comun de todos los asesinatos, todo empezo a adquirir sentido. -Alzo una mano para contener un segundo arranque de Cian-. Ojo, no digo con esto que Cian sea el asesino. Hasta ahora solo he dicho que era el denominador comun.

Cian puso gesto de desconcierto, al igual que todos los demas; al quedar tranquilo, volvio a sentarse.

– Si no me acusas de asesinato, ?de que me acusas pues? -exigio con brusquedad.

Fidelma lo miro con acritud.

– Se te puede acusar de muchas cosas, Cian, pero en este caso en concreto, no se te acusa de asesinato. Que seas o no el Carnicero de Rath Bile ya no me preocupa. La acusacion se desvanecio con la muerte de Toca Nia.

Miro a los demas, que la miraban pasmados desde sus sitios, esperando a que prosiguiera. Fidelma volvio a hacer una pausa y escruto aquellos rostros. Cian la miraba con desafio. El hermano Tola y sor Ainder compartian un asomo de desden, de cinismo, en el gesto. Sor Crella y sor Gorman tenian la vista baja. La expresion del hermano Bairne era la misma que la de un animal enjaulado; sus ojos miraban aqui y alla, como buscando una salida por donde escapar. El hermano Dathal inclinaba el cuerpo hacia delante, mirandola a los ojos casi con entusiasmo, como si disfrutara de antemano de lo que Fidelma se disponia a revelarles. Su companero, Adamrae, tenia la vista puesta sobre la mesa e, impaciente, tamborileaba con los dedos sin hacer ruido, como si la reunion lo aburriera.

– No hay necesidad de deciros, por supuesto, que esta sentado entre nosotros un peligroso asesino.

– Eso es mas que logico -afirmo el hermano Dathal, asintiendo con ansias-. Pero, ?quien es, si no es el hermano Cian? ?Y por que os habeis referido a el como el denominador comun?

– Conoceis al asesino desde que partisteis del norte en peregrinacion -prosiguio Fidelma haciendo oidos sordos a las preguntas de Dathal-. La primera victima del asesino fue sor Canair.

Sor Ainder inspiro profundamente y exigio:

– ?Como es posible que sepais eso? Sor Canair sencillamente no se presento cuando el barco tenia que zarpar con la marea. ?Que os hace pensar que la han matado?

Hubo un murmullo de asentimiento.

– Porque hable con alguien que vio el cuerpo. El hermano Guss lo vio, asi como Muirgel.

Cian solto una risotada sarcastica.

– Que oportuno, ?verdad?, ahora que Muirgel y Guss estan muertos y no pueden apoyar esa afirmacion.

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