distancia de alli, contemplandola, incomodos. Todos habian asistido al rescate.

– ?Alguno de ellos estaba cerca del cabo?

– No sabria deciros. Podria haber sido cualquiera de los tres. Yo volvi en cuanto note que el viento se levantaba. Entonces vi que habian cortado el cabo. Llame a un par de tripulantes, cogimos otro cabo y el resto ya lo conoceis.

Fidelma aguardo en silencio.

– Senora -la llamo el joven Wenbrit-. Mas vale que os quiteis esa ropa mojada.

Fidelma bajo la cabeza y le sonrio. Vio que la seda empapada se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Tiro del habito que llevaba a los hombros para cerrarlo mejor.

– Un trago de corma no me iria mal, Wenbrit -pidio-. Estare en mi camarote.

Apreto el paso al cruzar la cubierta, al tiempo que pasajeros y tripulacion se dispersaban en grupos, hablando entre ellos apasionadamente, pero manteniendo la voz baja.

Media hora despues de entrar en calor gracias al ardiente licor de corma, un buen masaje vigoroso y el cambio de ropa, Fidelma fue en busca de Murchad a su camarote. El capitan aun parecia turbado por lo sucedido: la hermana de su rey, Colgu de Cashel, habia estado a punto de morir.

– ?Os encontrais bien, senora? -le pregunto nada mas verla entrar.

– Me siento como una idiota, solo eso, Murchad. Se me olvido que quien mata una vez, puede tomarle el gusto a matar.

Murchad estaba desconcertado.

– ?Quereis decir que tenemos a un maniaco homicida a bordo?

– El hecho en si de proponerse matar a alguien siempre es senal de tener una mente perturbada, Murchad.

– ?Sospechais todavia del hermano Cian? Al fin y al cabo, nadie mas iba beneficiarse de la muerte de Toca Nia. Por tanto, es posible que tambien matara a sor Muirgel y que luego intentara silenciaros.

Fidelma hizo un ademan negativo a la vez que tomaba asiento frente a el.

– Creo que falla la logica. Podria ser que quien mato a Toca Nia no sea la misma persona que mato a Muirgel. Por otra parte, no hay que perder de vista el asesinato de sor Canair, del que solo tenemos la palabra de Guss. Y ahora Guss esta muerto, y su palabra como unico testigo no sirve de nada. El mismo criterio que impide detener y procesar a Cian es aplicable al caso de Canair: no hay testigos. No obstante, dejando al margen la ley, estoy dispuesta a creer que Guss decia la verdad.

– ?Quereis decir que creeis que sor Crella es la culpable?

– Podria serlo. Sin duda, las contradicciones de su historia apuntan a ello. Pero, por otra parte, ?para que iba a contarme algo que seria contradicho ipso facto? ?Mentia o acaso creia estar diciendo la verdad? El problema que no consigo resolver es el porque.

– ?Como ha podido suceder esto? -se pregunto Murchad-. La vida en la mar siempre te acerca a la muerte, pero no de esta manera. Tal vez se trate de un viaje condenado a la desgracia. He oido a ese joven monje, el hermano Dathal, decirlo alguna vez. Es como la travesia de Donn, dios de la muerte…

Una sonrisa se insinuo en los labios de Fidelma.

– Son supersticiones, Murchad; recluyen al mundo con el miedo. Lo que abre la jaula es la razon. Hay una respuesta logica para cada misterio, y la descubriremos. Tarde o temprano -anadio, y callo un instante-. ?Habeis permanecido en la cubierta todo el tiempo que he estado en el agua?

– Si. He visto como Gurvan os ataba el cabo a la cintura y luego alrededor de la baranda. He visto como os tirabais al agua. No creais que no haya hecho un esfuerzo para recordar si habia visto a alguien cerca del cabo.

– ?Gurvan ha acudido a hablar con vos en algun momento?

– Si, tal como os ha dicho. Se ha quedado en la baranda. Luego he visto como levantaba una mano. Y a continuacion Tola, que estaba paseando por la cubierta, se le ha acercado y han trabado conversacion. El viento ha empezado a soplar fuerte y despues ha venido a hablar conmigo. Le he advertido de que os sacara ya del agua, porque el viento no tardaria en picar.

– ?Y no os habeis fijado en si habia alguien mas cerca del cabo?

– Un par de mis hombres estaban en las vergas. Ya he hablado con ellos mientras os estabais cambiando. Pero no han visto nada. Como esperabamos el viento de un momento a otro, estaban alli para atesar la vela cuando levantara. Aunque si que habia alguien mas… -Fruncio el ceno, alborotandose el pelo del cogote con la mano derecha-. Aunque no se quien era.

– Quiza podais describir a esa persona.

– No, porque estaba bastante hacia proa y llevaba puesta la capucha esa que, ?sabeis?…

– La cogulla.

– Como se llame. La capucha le cubria la cabeza.

– De modo que era uno de los peregrinos. ?Sabriais decir si era un hombre o una mujer?

– Ni siquiera eso, senora.

– ?Os habeis fijado en si se ha acercado a la baranda?

– Podria ser. No habia nadie mas por alli en ese momento. Entonces el viento ha cambiado y he llamado a la tripulacion; Gurvan ha vuelto a donde habia amarrado el cabo y ha visto que habia ocurrido algo. La figura religiosa habia desaparecido, y yo he dado por supuesto que, fuera quien fuere, habria bajado a entrecubiertas.

De pronto Murchad la miro como si hubiera recordado algo importante.

– Lo que se es que no ha bajado por la escalera de camara.

Confusa, Fidelma pregunto:

– ?Y por donde podria haber entrado?

– Probablemente por la escotilla de proa.

– Pero por ahi no hay acceso a las cubiertas de abajo, ?no?

– Hay una escotilla de pequenas dimensiones justo delante de vuestro camarote, pero nadie la utiliza. Al menos, ningun pasajero lo haria, porque solo conduce a las zonas de bodega, por donde tendrian que pasar para llegar hasta otras partes del barco.

– Es decir, que por ahi hay un modo de bajar a entrecubiertas y de llegar a los camarotes de los pasajeros.

Cuando Murchad lo confirmo, Fidelma se puso de pie y dijo:

– Vayamos a indagar.

Les hacia falta una luz, ya que el pequeno pasillo que separaba el camarote de Fidelma del de Gurvan (uno a cada lado), asi como la parte del fondo, estaban a oscuras. Fidelma entro en su camarote para coger un farol. Luchtighern dormia a los pies del camastro ovillado en un bulto negro y peludo. Fidelma encendio el farol y volvio con Murchad, que estaba levantando una escotilla del suelo, en la que ella no habia reparado. El espacio permitia el paso de una persona por vez.

– ?Y decis que no se utiliza por lo general?

– Por lo general, no.

– ?Y desde aqui se puede acceder a lo ancho y largo del barco?

Murchad murmuro un «si».

Se detuvieron al final de unos escalones de madera en una pequena bodega. Apenas si habia espacio para estar de pie. Fidelma sostuvo el farol en alto y miro en derredor.

– Hay mucho polvo -murmuro-. Supongo que no suele utilizarse como camarote… ni siquiera como almacen, imagino.

– Poquisimas veces -respondio Murchad-. Es en la siguiente bodega donde

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