medios de investigar formas de estrategia militar. Pero Cian no quiso jugar. Los juegos de mesa le causaban frustracion.

Sin embargo, ahora el brazo inutilizado le impedia ser guerrero. Fidelma advirtio que le costaba adaptarse a su nuevo papel para afrontar la vida. La idea de Cian como religioso era inconcebible. Ya le habia manifestado la rabia y el resentimiento que le causaba su desgracia. A los ojos de Fidelma, los intentos de reafirmar su hombria para compensar sus carencias eran pateticos. Eadulf jamas habria hecho algo asi. Un verso de la Eneida virgiliana acudio a su pensamiento: «Tu ne cede malis sed contra audentior ito». No cedas ante la adversidad; afrontala con mas audacia. Esta seria la actitud de Eadulf. Pero Cian, con aquel brazo impedido…

Fidelma tenso el cuerpo en el agua.

?El brazo impedido! ?Como pudo bajar del barco y remar hasta la orilla solo? Habria sido imposible mover a remo el esquife con un brazo. ?Y el esquife mismo! Dios santo, ?que le estaba pasando a su capacidad de observacion? Si gracias a algun milagro habia sido capaz de impulsar el esquife del barco hasta la isla, ?como habia vuelto para dejar el esquife en el barco? ?Alguien habia acercado a Cian a la isla y habia regresado al barco!

Eadulf habria entrevisto ese detalle. ?Dios, cuanto lo necesitaba! Se habia acostumbrado tanto a compartir pareceres y a escuchar sus consejos.

Se agito en el agua, consciente del derrotero que estaban tomando sus pensamientos. Deberia haber caido en la cuenta mucho antes en vez de entretenerse con ensonaciones. El efecto de flotar sobre el suave vaiven de las olas era soporifero y…

De pronto noto que el movimiento no era tan suave como antes. El agua empezaba a picarse. Oyo entonces un crujido. Abrio los ojos y parpadeo. La gran vela del Barnacla Cariblanca empezaba a inflarse. Se estaba levantando el viento anunciado, y el barco empezaba a moverse. Giro el cuerpo y empezo a dar brazadas.

Cuando se dio cuenta, el temor le helo la sangre: la cuerda atada alrededor de su cintura no estaba tensa. Flotaba. Y como la parte que no debia tocar el mar tambien estaba en el agua, la hacia mas pesada. El cabo ya no estaba atado a la baranda.

Grito pidiendo socorro.

No veia a Gurvan ni a nadie mas en la baranda del barco. El Barnacla Cariblanca se alejaba dejando atras los vientos.

Fidelma echo a nadar para salvar su vida, pero las olas eran cada vez mayores y costaba hacerlo deprisa. Pese a no dejar de nadar, sabia que seria imposible alcanzar el barco; antes se desvaneceria, abandonada en medio del oceano.

CAPITULO XX

Los silbidos del mar, el zumbido del viento sobre la espuma del oleaje, que desde su posicion parecia gigantesco, feroz y poderoso, ahogaban cualquier otro sonido. Le parecia oir gritos a lo lejos pero, con la cabeza inclinada, nadaba con toda la fuerza de que era capaz. Entonces alguien aparecio en el agua a su lado.

Levanto la cabeza, desorientada. Era Gurvan.

– ?Agarraos a mi con fuerza! -le indico con un grito casi ahogado por las olas que le venian encima-. ?Deprisa!

Fidelma no discutio. Se agarro a el por los hombros.

– ?Por el amor de Dios, no os solteis! -grito Gurvan, y se giro.

Entonces Fidelma vio que el oficial tenia atada al cuerpo una cuerda, que empezo a tirar de ambos a gran velocidad. Desde un costado del barco, unas siluetas izaban la cuerda; noto que, con una lentitud insoportable, los hacian avanzar a lo largo del costado del barco a fuerza de brazos.

Entonces penso en algo espantoso. Bamboleandose indefensos como estaban, todavia al lado del barco, si los hombres soltaban el cabo, el propio impulso de la caida los llevaria, a ella y a Gurvan, bajo el casco de la nave. Seria una muerte segura.

Acto seguido empezaron a sacarlos del agua.

– ?Agarraos fuerte! -le grito Gurvan.

Fidelma no respondio. Sus manos se aferraron sin mas a la ropa del oficial.

Seguian tirando de ellos, pero el agua se resistia a soltarlos: las olas crestadas de espuma los volvian a coger como dedos vacilantes para devolverlos a las negras fauces del mar.

Fidelma cerro los ojos, suplicando que el cabo no se partiera. Lo siguiente que noto fueron varias manos que la cogian de brazos y munecas. La subieron por encima de la baranda y se dejo caer sobre la cubierta temblando y resollando. El joven Wenbrit corrio a echarle el habito sobre los hombros. Tenia cara de preocupacion. Fidelma levanto la cabeza tratando de sonreir para mostrarle su gratitud, pues la falta de aliento le impedia hablar.

Tardo en poder ponerse en pie, si bien al hacerlo vacilo. Wenbrit la sostuvo del brazo para que no cayera. Fidelma vio que Gurvan ya estaba a bordo, reclinado contra la baranda, asimismo tratando de recuperar el aliento. De haberse demorado un poco mas en salvarla, habria perdido toda posibilidad, pues la nave cortaba ahora las olas a gran velocidad, y la vela estaba tensa, hinchada, contra la verga. Fidelma hizo una sena con la mano a Gurvan para expresar su gratitud. Intento hablar sin conseguirlo, hasta que dijo:

– Me habeis salvado la vida, Gurvan.

El oficial de cubierta se encogio de hombros. Su semblante reflejaba su preocupacion. Le costo, pero tambien recupero la voz.

– No debi haberos perdido de vista mientras estabais en el agua, senora.

Murchad aparecio corriendo, contento de ver que Fidelma no estaba herida.

– Ya os adverti, senora, que es un peligro banarse de ese modo -la reprobo el capitan con dureza.

– Mirad. -Gurvan se hizo a un lado y senalo la baranda-. Alguien ha cortado el cabo.

El extremo de la cuerda seguia atado alli, su longitud era escasa.

Fidelma quiso verlo mejor.

– ?Esta deshilachado? -pregunto, pero al estar lo bastante cerca para verlo considero la pregunta absurda.

Ella misma vio que habia sido cortado limpiamente, como si se hubiera usado un cuchillo afilado.

– Alguien ha intentado mataros, senora -le dijo Gurvan en voz baja pese a ser innecesario, pues era mas que evidente.

– Despues de entrar yo en el agua, ?cuanto tiempo habeis estado junto al cabo? -le pregunto.

Tras considerarlo, Gurvan respondio:

– Hasta que os he visto que nadabais a gusto, me habeis hecho una sena con la mano y yo os he devuelto otra de reconocimiento. Luego el hermano Tola me ha distraido al preguntarme quien se estaba banando, y ha empezado a preguntarme sobre los peligros del mar.

– ?Os habeis apartado en algun momento de aqui?

– Si, pero solo cinco minutos para ir a popa a hablar con el capitan.

– ?Y no habia nadie mas en la cubierta?

– Algunos marineros.

– No me refiero a tripulantes. Me refiero a pasajeros.

– Estaban esa monja joven, sor Gorman, y sor Crella, con el monje del brazo tullido, el hermano Cian. Y el taciturno… el hermano Bairne.

Fidelma miro a su alrededor y vio que la mayoria estaban juntos a cierta

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