interior.

Pese a la tez morena, Gurvan se ruborizo.

– ?No se considera pecado entre los religiosos desvestirse delante de lo demas?

Fidelma hizo una mueca sarcastica y cito:

– «Pero llamo Yaveh al hombre, diciendo: '?Donde estas?'. Y este contesto: 'Te he oido en el jardin y, temeroso porque estaba desnudo, me escondi'. '?Y quien?', le dijo, 'te ha hecho saber que estabas desnudo'». Supongo que Dios quiso decir con esto que el pecado esta en la mente del que mira, no en su ojo.

Gurvan estaba incomodo.

– De todas maneras, como ya os he dicho, no voy a desnudarme. Ahora, permitid que me de un bano antes de que el viento se levante.

Y sin mas preambulos, Fidelma se quito el habito. Siempre llevaba ropa interior de srol, sedas y satenes importados por mercaderes galos. Se trataba de una costumbre adquirida desde nina como miembro de la casa real de Cashel; era el unico lujo que Fidelma se permitia, pues nada era mas grato al tacto que aquel tejido de ultramar. Ricos y nobles, como no, podian deleitarse con la compra de telas delicadas. Pero sabia que el resto usaba ropa interior de lana e hilo.

Cuando era una joven alumna del brehon Morann de Tara, Fidelma aprendio la curiosidad de que existia un codigo legal de vestimenta. El Senchus Mor establecia un protocolo relativo a la indumentaria que debian llevar los pupilos de un mismo tutor. Cada nino debia tener dos conjuntos completos a fin de poder usar uno mientras el otro se lavaba. La ropa de los ninos se enumeraba segun su rango, la de los hijos de reyes, pasando por la de los hijos de jefes y asi sucesivamente hasta la categoria social inferior, mientras que durante el pupilaje -manera en que se les educaba- los ninos siempre debian ir vestidos con las mejores galas.

Pensando en estas cosas, Fidelma sintio una punzada de soledad. ?Cuanto le habria gustado tener a Eadulf con ella! Al menos con el podia hablar de esas cosas aun cuando disentian, que era a menudo. Necesitaba su ayuda como nunca para resolver aquel enigma. Quizas el habria reparado en algo que ella habia pasado por alto.

Vio a Gurvan de pie con un cabo largo en las manos, evitando mirarla.

– Estoy lista, Gurvan. Te lo juro, voy vestida con decencia.

Gurvan levanto la vista sin tenerlas todas consigo.

Cierto que las prendas que llevaba no eran escandalosas, pero tampoco ocultaban por completo la figura esbelta de Fidelma: un cuerpo juvenil que vibraba con la dicha de la vida y discrepaba de su vocacion religiosa.

Gurvan trago saliva, nervioso.

– Mostradme como debo atarme la cuerda al cuerpo -le pidio para acabar de convencerlo.

Gurvan se acerco con un extremo del cabo en la mano.

– Lo mejor es atarla alrededor de la cintura, senora. Hare un nudo seguro para que no se escurra… un nudo de rizo.

– Ya he visto como se ata. Dejadme intentarlo y luego comprobad si lo he hecho bien.

Tomo de la mano de Gurvan el cabo y se rodeo la cintura con el, y luego se concentro para hacer el nudo.

– Derecho sobre izquierdo e izquierdo sobre derecho… ?asi?

Gurvan comprobo el nudo y dio su aprobacion.

– Exactamente. Yo atare el otro extremo a la baranda con un nudo parecido.

Asi lo hizo. La cuerda era lo bastante larga para que pudiera nadar a todo lo largo del barco.

Fidelma levanto una mano para indicar que estaba lista, se aproximo a la baranda y, con gracilidad, se tiro al agua desde un costado.

El agua estaba mas fria de lo que esperaba, por lo que saco la cabeza resollando y casi sin aliento tras el chapuzon. Tardo unos minutos en recuperarse y asimilar la temperatura. Luego dio unas cuantas brazadas perezosas. Fidelma habia aprendido a nadar casi antes que a andar, en el rio Suir - tambien llamado «el rio hermana»- que tenia un breve recorrido desde Cashel, donde nacia. No le temia al agua, solo sentia un sano respeto por ella, pues conocia la magnitud que podia alcanzar su fuerza.

En Eireann se daba un fenomeno paradojico. Mientras buena parte de los habitantes del interior aprendian a nadar en los rios, la mayoria de quienes vivian en pueblos costeros de pescadores, y en concreto en la costa oeste, rehusaban aprender. En una ocasion Fidelma habia preguntado el por que a un viejo pescador, pues si un barco se hundia, bien tendrian que saber nadar para salvarse. El buen hombre movio la cabeza y conto:

– Si nuestros barcos se hunden, mejor irse derecho al fondo de una tumba marina que sufrir una muerte larga e insufrible tratando de sobrevivir en esas aguas.

Y tenia razon en que aquella costa rugiente y rocosa banada por un oleaje feroz y espumoso no era adecuada para nadar. Tal vez el viejo tenia razon.

– Si Dios quiere que vivamos, nos salvara. No tiene sentido luchar contra el destino.

Fidelma no quiso abundar en la conversacion, pues no era un tema del que gustaran hablar los pescadores. Es mas, la peor maldicion que alguien podia echar a aquella gente de mar era: «?Asi mueras ahogado!».

Fidelma se quedo flotando boca arriba sobre el agua ondulante. La inmensa figura negra del Barnacla Cariblanca se erguia imponente sobre ella; la vela mayor aun colgando flaccidamente de la verga. Al ver la silueta oscura de Gurvan mirandola desde la baranda, Fidelma levanto un brazo con languidez y saludo para indicarle que estaba bien. Gurvan asintio con la cabeza y se aparto.

Dio un suspiro y cerro los ojos para deleitarse con la calidez del sol en la cara. El agua se seco en sus labios, pero resistio la tentacion de lamer la sal, pues sabia que luego se moriria de sed.

Entonces empezo a cavilar sobre la situacion en el barco, pero por mucho que lo intentara era incapaz de concentrarse del todo en la perdida de la pobre Muirgel. En su lugar acudia Cian. ?Cian! Lo extrano fue que al momento le vino a las mientes un pasaje del libro de Jeremias: «Tu, pues, que con tantos amantes fornicaste, ?podras volver a mi?». Un escalofrio le recorrio el cuerpo. ?Que le habia evocado esas palabras? Lo cierto es que eran palabras apropiadas, pero ?por que precisamente palabras de las Sagradas Escrituras? ?Ya se habian hecho bastantes citas biblicas en aquel viaje! Quiza fuera contagioso.

Sintio un momento de compasion por Cian, por la herida que le habia impedido proseguir su labor de guerrero. Sabia muy bien que su vida se habia regido por su habilidad fisica. Era la vanidad personificada; se envanecia de su cuerpo, se envanecia de su destreza con las armas, se envanecia de creer que ser joven era ser inmortal. ?No habia dicho Aristoteles que los jovenes viven en un estado permanente de embriaguez? Aquella era la palabra que describia a la perfeccion al joven Cian. Su propia juventud lo emborrachaba, pues la juventud era inmortal: en este mundo, solo envejecian los ancianos.

Y eso era lo que mas le habia atraido de el. Su juventud. Su poderio. Tenia escasos atributos intelectuales, pero era buen jinete; sabia lanzar la jabalina con precision; sabia esgrimir y esquivar una espada, y usar un escudo para protegerse; sabia como arrojar una flecha con un arco. La estrategia de guerra era la unica actividad cercana a lo intelectual que habia desarrollado en su vida.

Cian nunca se habia cansado de contar la historia del rey supremo Aedh Mac Ainmirech. Seis anos atras, Brandubh, rey de Laigin, lo habia derrotado introduciendo furtivamente a sus guerreros en el campamento del rey supremo ocultos en cestos de provisiones.

Fidelma nunca habia sentido interes por la historia, y sin embargo habia intentado convencer a Cian de que practicara juegos como el Cuervo Negro o la Sabiduria de Madera, como

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