situado en medio de ellos. ?Soy uno de ellos! ?Y soy tu Hijo! ?Soy tu Hijo unigenito! Y conducido a este lugar por tu Espiritu, lloro porque no puedo hacer otra cosa que aceptarlo, que aceptar lo que no puedo comprender con esta mente de carne y sangre; y porque Tu me has abandonado aqui, lloro.
Llore. Llore y llore. Senor, dejame este corto rato para poder llorar, porque he oido que las lagrimas consiguen muchas cosas… ?Solo? ?Decias que deseabas estar solo? ?Querias esto, estar solo? ?Querias el silencio? Querias estar solo y en silencio. ?No comprendes ahora la tentacion que representa estar solo? Estas solo. ?Y bien, estas absolutamente solo porque tu eres el unico que puede hacer una cosa asi! ?Que juicio puede haber para un hombre, una mujer o un nino, si no estoy yo alli en cada latido de su corazon y en lo mas profundo de su tormento?
Llego el alba.
Y el alba volvio otra vez, y otra.
Yo permanecia acurrucado en el suelo, y el viento proyectaba la arena contra mi rostro.
Y la voz del Senor no estaba en el viento, y no estaba en la arena, y no estaba en el sol, y no estaba en las estrellas.
Estaba dentro de mi.
Siempre he sabido quien era yo en realidad. Yo era Dios. Y elegi no saberlo.
Pues bien, entonces supe que significaba exactamente ser el hombre que sabia que era Dios.
22
Cuarenta dias y cuarenta noches. Es el tiempo que permanecio Moises en la cumbre del Sinai.
Es el tiempo que espero Elias hasta que el Senor hablo con el.
– Senor, lo he hecho -murmure-. Se tambien lo que esperan ellos de mi.
Lo se muy bien.
Mis sandalias se caian a pedazos. Hice mas nudos en las correas de los que podia contar. La vista de mis manos quemadas por el sol me incomodaba, pero en mi interior reia. Volvia a casa.
Montana abajo, hacia el desierto reverberante que se extendia entre mi y el rio que aun no podia ver.
– Solo, solo, solo -cantaba.
Nunca habia sentido tanta hambre. Nunca habia sentido tanta sed.
Despertaron como en respuesta a una decision mia.
– Oh si, cuantas veces lo desee fervientemente -cante para mi mismo-.
Estar solo.
Y ahora estaba solo, sin pan, sin agua, sin un lugar donde reposar mi cabeza. -?Solo?
Era una voz. Una voz familiar, la voz de un hombre familiar por su timbre y su tono.
Me di la vuelta.
El sol estaba a mi espalda, de modo que la luz no me hirio los ojos y lo ilumino con toda claridad.
Era mas o menos de mi estatura e iba vestido con elegancia, con prendas mas hermosas y ricas incluso que las de Ruben de Cana o Jason… mas parecidas al atuendo del rey. Llevaba una tunica de lino con una orla bordada de hojas verdes y flores rojas, y cada capullo relucia recamado en hilo de oro.
La orla de su manto blanco era de un brocado todavia mas ancho y mas rico, hilado como los mantos de los sacerdotes, con flecos de los que colgaban pequenos cascabeles de oro. Las sandalias llevaban hebillas metalicas relucientes. Y cenia su cintura con un grueso cinturon de cuero tachonado con clavos de bronce, como el de un soldado. Y tambien colgaba a su costado una espada en su vaina adornada con incrustaciones de joyas.
El cabello era largo y lustroso, de un bello tono castano oscuro. Y del mismo color eran sus ojos risuenos.
– Mi pequena broma no te ha divertido -dijo cortes, con una graciosa reverencia. -?Tu broma?
– Nunca te miras en un espejo. ?No reconoces tu propia imagen?
La alarma sacudio mi rostro y luego toda mi piel. Era mi duplicado, excepto por el hecho de que yo nunca me habia vestido de esa manera.
Dio un pequeno giro sobre si mismo en la arena, de modo que yo pudiera percibir mejor su atuendo. Me fascino la expresion -o la falta de expresion- de sus grandes ojos entornados. -?No crees -me empezo a decir- que tengo cierta obligacion de recordarte lo que eres? Ya ves, me he enterado de tu mania particular. Tu no te consideras a ti mismo un simple profeta o un santon como tu primo Juan. Tu crees ser el Senor en persona.
No conteste.
– Oh, ya se. Tenias intencion de mantenerlo en secreto, y muchas veces consigues ocultar bastante bien lo que piensas, o al menos asi me lo parece. ?Pero aqui, en este desierto? Sabes, con frecuencia sueles hablar en voz alta.
Se acerco mas, y alzo el borde de su manga para que yo admirara mejor el brocado, las hojas puntiagudas, las flores carmesi.
– Por supuesto no quieres hablar conmigo, ?no es asi? -dijo con una ligera mueca despectiva. Se parecia a mi cuando me hacia el desdenoso. Si alguna vez me lo habia hecho.»Pero se que tienes hambre, un hambre horrorosa. Tanta hambre que estarias dispuesto a comer cualquier cosa. Lo cierto es que ya estas devorando tu propia carne y tu propia sangre.
Me di la vuelta y empece a alejarme.
– Ahora, si eres un santo de Dios -dijo, y se coloco sin esfuerzo a mi lado y camino a la par conmigo, mirandome a los ojos cuando yo volvia la vista hacia el-, y olvidemos por el momento esa mania tuya de creerte el Creador del Universo, en ese caso sin duda podras convertir estas piedras, cualquiera de las que hay por aqui, en pan caliente.
Me detuve y percibi el inconfundible aroma del pan caliente. Podia sentirlo en mi boca.
– Eso no habria sido un problema para Elias -dijo-, ni para Moises, por descontado. Y tu aseguras ser un santo de Dios, ?no es asi? ?El Hijo de Dios? ?Su Hijo muy amado? Bueno, hazlo. Convierte las piedras en pan.
Mire las piedras un momento, y luego volvi a caminar.
– Muy bien, pues -dijo, y al caminar para mantenerse a mi lado tintinearon con suavidad los cascabeles de su manto-. Aceptemos como cierta tu mania.
Eres Dios. Ahora bien, segun tu primo, Dios puede convertir estas piedras en hijos de Abraham, estas piedras o cualquier otra piedra, ?no? Pues entonces, convierte estas piedras en pan. Lo necesitas con bastante urgencia, ?verdad?
Me volvi hacia el y me eche a reir.
– «No solo de pan vive el hombre -le conteste-, sino de todo lo que sale de la boca de Dios.»
– Esa es una traduccion literal bastante deficiente -me dijo con un suave meneo de su cabeza-, y si me permites indicartelo, mi piadoso y enganado amigo, tus vestidos no se han conservado durante estos cuarenta dias tan bien como los de tus antepasados durante los cuarenta anos que erraron en el desierto, y ahora mismo tienes el aspecto de un mendigo andrajoso que muy pronto va a quedarse descalzo.
Volvi a reir.
– No importa -dije-. Yo sigo mi camino.
– Muy bien -repuso el cuando me puse de nuevo en marcha-, pero es demasiado tarde para que entierres a tu padre. Ya lo esta.
Me detuve. -?Oh, vamos, no me digas que el profeta cuyo nacimiento estuvo acompanado por tantas senales y maravillas no sabe que su padre, Jose, ha muerto!
No conteste. Senti un nudo en el corazon y procure reprimir mis lagrimas.
Mire la extension arenosa.
– Dado que al parecer eres como mucho un profeta a tiempo parcial -prosiguio con la misma voz tranquila, mi voz-, dejame describirte la escena.
Fue en la tienda de un recaudador de impuestos donde exhalo su ultimo suspiro, y entre los brazos de ese recaudador, imaginatelo, aunque su hijo estaba sentado a su lado y tu madre le lloraba. ?Y sabes como paso sus ultimas horas? Contando al recaudador de impuestos y a todo el que queria escucharle lo que podia recordar de tu nacimiento… Bueno, ya sabes, la vieja cancion del angel que se aparecio a tu pobre madre aterrorizada, y el