esposo. -?Eres tu! -dijo de nuevo Juan hijo de Zacarias.

No conteste.

El murmullo de la multitud crecio.

Me volvi y subi a la orilla mas lejana, cruzando entre los juncos, mas y mas deprisa. Me detuve una vez a mirar atras. Vi otra vez a Jose, sostenido con carino por el recaudador de impuestos, que me miraba atonito. El rostro de Jose parecia despierto y apenado, y me hacia gestos de adios desde la distancia que nos separaba. Vi a mis hermanos, vi alli a todos mis parientes, a Shemayah, a Abigail, e incluso la pequena figura de Ana la Muda.

Los vi a todos de una forma especial: la limpia inocencia de los mas viejos, con ojos brillantes bajo los pesados pliegues de la piel; el subito sobresalto de los adultos, dubitativos aun entre la condena y el asombro; la excitacion de los ninos, que pedian a sus padres que les explicaran que habia ocurrido… Y mezclados con todos ellos, los atareados, los aludidos, los aburridos, los confusos, todos y cada uno hablando entre ellos.

Nunca los habia visto a todos juntos de esa manera, cada cual con sus propios problemas pero unido al de su izquierda y al de su derecha, y todos sujetos a un movimiento comun, como si en vez de pisar la arena estuvieran en alta mar, mecidos por las olas.

Me volvi a mirar a Juan, que a su vez se volvio a mirarme a mi. Abrio la boca para hablar, pero no dijo nada.

Me aleje de el. Durante un segundo, el sol que se filtraba entre las ramas de un arbol inclinado me sobrecogio. Si los arboles y las hojas de hierba pudieran hablar, me habrian hablado en ese momento.

Y me estaban hablando del silencio.

Segui caminando, con la mente ocupada solo en el sonido de mis pies al avanzar entre los juncos y el barro, y luego sobre el suelo seco y pedregoso, siempre adelante, hollando con mis sandalias el camino, y cuando ya no hubo camino, la tierra desnuda.

Ahora tenia que estar solo, ir adonde nadie pudiera encontrarme ni hacerme preguntas. Necesitaba buscar la soledad que toda mi vida me habia sido negada.

Tenia que buscar, mas alla de las aldeas, las ciudades o los campamentos.

Tenia que buscar donde no habia nada sino arena ardiente, y vientos huracanados, y los riscos mas altos de la tierra. Tenia que averiguar si existia la nada y si la nada no contenia nada… si era ella la que me tenia sujeto en la palma de su mano.

21

Voces que no paran.

Habia pasado dias atras el ultimo lugar habitado. Alli bebi mis ultimos tragos de agua.

No sabia donde estaba ahora, solo que hacia frio y el unico sonido real era el aullido del viento que barria el uadi. Me aferre al risco y empece a trepar. La luz diurna se extinguia muy deprisa. Por eso el frio era tan intenso.

Y las voces no paraban; todas las discusiones, todos los calculos, todas las predicaciones, todas las ponderaciones, y asi sucesivamente.

Cuanto mas cansado me sentia, con mas fuerza las oia.

Me tendi en una pequena cueva, al resguardo de la mordedura del viento, y me envolvi en el manto. La sed habia desaparecido y el hambre se habia evaporado. Eso queria decir que habian pasado muchos dias, porque son cosas que torturan durante varios dias hasta que cesan de hacerlo. Con la cabeza ligera, vacio, ansiaba todas las cosas y ninguna. Tenia los labios agrietados y la piel quebradiza. Mis manos estaban en carne viva; los ojos me dolian, tanto abiertos como cerrados.

Pero las voces no paraban, y poco a poco, arrastrandome y rodando sobre mi espalda, me acerque a la entrada de la cueva y mire mas alla, hacia las estrellas. Tal como habia hecho siempre, admire su nitida claridad dispersa sobre la extension arenosa, esa cualidad que llamamos magnificencia.

Y entonces acudieron los recuerdos y expulsaron el runrun de las voces de censura; los recuerdos de cada cosa que habia hecho alguna vez en esta mi existencia terrena.

No era una secuencia. No seguia el orden de las palabras escritas en un pergamino de un lado de la columna al otro, y luego otra vez, y otra. Era como algo que se despliega.

Y en la densidad de aquellos recuerdos destacaban los momentos de dolor: la perdida, el miedo, el arrepentimiento, la queja, la incomodidad, el inesperado tormento.

El dolor, como las propias estrellas, tiene en cada momento su propia forma infinitesimal y su magnitud. Todos aquellos recuerdos se alzaban a mi alrededor como si compusieran una gran guirnalda que era mi vida, una guirnalda que iba envolviendome en sus giros una y otra vez, por encima y por debajo de mi, hasta ajustarse como una segunda piel, sin resquicios.

A veces, antes del amanecer, comprendia alguna cosa: que podia sin esfuerzo retener cualquiera de aquellos momentos y todos ellos a la vez en mi mente, que aquellas pequenas e incontables agonias coexistian.

Cuando llegaba la manana y el viento furioso moria con la luz, empezaba a caminar y dejaba que vinieran a mi aquellos momentos incontables, dejaba mi mente moverse entre ellos con mis propios ojos y mi propio corazon, como la arena que me quemaba los ojos y los labios. Y seguia recordando.

Por la noche me despertaba. ?Era mi voz la que recitaba lo que esta escrito?: «Y todos los secretos seran conocidos, y a todos los lugares oscuros llegara la luz.»

«Dios querido, no, no dejes que sepan esto, no dejes que conozcan la gran acumulacion de todas estas cosas, la agonia y el gozo, la miseria, el solaz, la consecucion, el dolor de la amputacion, el…»

Pero lo sabran, todos y cada uno de ellos lo sabran. Lo sabran porque lo que recuerdas es lo que les ha ocurrido a todos y cada uno de ellos. ?Creias que esto era mas o menos cosa tuya? ?Creias…?

Y cuando sean llamados a rendir cuentas, cuando se presenten desnudos delante de Dios y cada incidente y cada palabra sean pesados en la balanza del juicio… tu, ?tu lo sabras todo de todos y cada uno de ellos!

Me arrodille en la arena. ?Es posible, Senor, estar con cada uno cuando a el o a ella le llegue el conocimiento? ?Estar alli en cada grito de angustia? ?En el recuerdo corroido por la culpa de cada placer incompleto?

Oh, Dios, ?que es el juicio y como puede llevarse a cabo, si no puedo soportar estar al lado de todos ellos en cada palabra insultante, en cada grito bronco y desesperado, en cada gesto escrutado, en cada acto explorado hasta sus raices mas reconditas? Y he visto actos, los actos de mi propia vida, los casos mas minimos, mas triviales, los he visto primero germinar como semillas diminutas, y luego brotar y extender sus ramas; los he visto crecer, enredarse con otros actos, y todos juntos formar un matorral y luego un bosque y finalmente una gran jungla salvaje que reduce el mundo a la escala de un mapa, el mundo como lo concebimos en nuestra mente. Dios querido, al lado de eso, de ese interminable brotar de actos que provienen de otros actos y de palabras que derivan de otras palabras y pensamientos de otros pensamientos, el mundo no es nada. ?Cada alma particular es un mundo!

Empece a llorar. Pero no quise apartar de mi aquella vision; no, dejadme ver, ver a todos los que lanzaron las piedras, y a mi todas las veces que cometi errores, y la cara de Santiago cuando le dije «Estoy cansado de ti, hermano», y a partir de ese instante brotan un millon de ecos de esas mismas palabras en todos los presentes que las escuchan o piensan que las han escuchado, y que las recordaran, repetiran, criticaran, defenderan… y asi sucesivamente para el levantamiento de un dedo, la botadura de un barco, la derrota de un ejercito en un bosque del norte, el incendio voraz de una ciudad en llamas. Dios querido, yo no puedo… pero lo hare, lo hare.

Solloce en voz alta. Oh Padre que estas en los cielos, te estoy tocando con mis manos de carne y sangre. ?Ansio Tu perfeccion, con este corazon que es imperfecto! Y llego a tocarte con lo que se esta corrompiendo delante de mis propios ojos, y contemplo tus astros desde el interior de la prision de este cuerpo, que no es mi prision sino mi voluntad. Hagase tu Voluntad.

Me derrumbe, sacudido por los sollozos.

Y descendere, acompanare a cada uno de ellos hasta las profundidades del Sheol, a las tinieblas privadas de cada persona, a la angustia expuesta ante los ojos de todos o solo ante los tuyos, al interior del miedo, al interior del fuego atizado por el calor de todos los pensamientos. Estare al lado de todos ellos, junto a cada solitario

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