con el importante tema de la purificacion en las aguas del Jordan.

Hablaban del profeta Eliseo y de como habia enviado a Naaman, el leproso, a banarse siete veces en el Jordan.

– Pero el profeta no lo bautizo -dijo uno de los escolares.

– No, no lo hizo el en persona, pero dijo a aquel hombre que se banara.

– Y recuerda -dijo de pasada el rabino una noche- que el leproso estaba furioso con el profeta, ?no es asi? Estaba furioso con el, recuerdalo, irritado porque el profeta no salio a verle sino que le envio sin mas a hacer aquello… Y yo os pregunto: ?que fue, que fue lo que ocurrio luego?

A menudo surgia el siguiente tema: ?acaso era que estabamos celebrando nuestra reciente victoria en Cesarea? Los rabinos y los fariseos hablaban de eso, y tambien los soldados. Pero los rabinos senalaban con vehemencia que el lugar para dar gracias al Senor no era la orilla del rio sino el Templo, que habia sido ultrajado de manera tan burda por la proximidad de los estandartes de Pilatos. Nadie estuvo en desacuerdo.

Y cuando los soldados romanos preguntaban si tanta alegria era debida a que el gobernador romano habia renunciado a su primera intencion, no lo hacian por provocacion ni por preocupacion, sino solo por curiosidad. Por que iba tanta gente a ver a ese hombre, gente del norte y el sur, del este y el oeste, gente incluso de las ciudades griegas de la Decapolis.

Lo cierto es que, antes o despues, casi todo el mundo tenia algo que comentar acerca de la enorme multitud que se dirigia al rio. -?Tan cansados y hambrientos estamos de esperar a un verdadero profeta despues de tantos siglos -preguntaba Jason-, que abandonamos nuestras casas y nuestros campos en cuanto se rumorea que un hombre puede traernos una nueva sabiduria o algun consuelo especial? -?Han pasado de verdad cuatrocientos anos -argumentaba su tio Jacimus -desde que hablo el ultimo profeta, o es sencillamente que somos sordos a los profetas que el Senor nos envia? No dejo de preguntarmelo.

Era inevitable que la gente discutiera sobre el Templo. Discutian sobre si el Templo era o no demasiado griego o demasiado grande, sobre si estaba demasiado abarrotado de libros y maestros y cambistas de dinero, y de multitudes de gentiles boquiabiertos a los que siempre habia que recordar que no les estaba permitido entrar en los patios interiores, a los que era necesario amenazar de muerte si no obedecian las leyes; y en cuanto a los sacerdotes, Jose Caifas y su suegro Anas, bueno, la gente tambien tenia muchas cosas que decir sobre ellos.

– Por lo que se refiere a Caifas, una cosa esta clara -intervenia mi tio Cleofas siempre que tenia ocasion-. Ese hombre lleva mucho tiempo sin ceder a las presiones politicas.

– Dices eso porque es pariente tuyo -replico un peregrino.

– No; lo digo porque es verdad -respondio Cleofas, y recito los nombres de sumos sacerdotes puestos y depuestos al poco tiempo, incluidos los nombrados por la Casa de Herodes y mas tarde por los romanos.

Esa cuestion de que los romanos nombraran a nuestros sumos sacerdotes daba pie a empezar una discusion acalorada. Pero habia suficientes personas mayores para calmar a los impulsivos, e incluso Hananel hablo un par de veces para rechazar con desden cualquier idea de purificar el Templo, como proponian desde mucho atras los Esenios.

– Eso es pura palabreria -afirmo-. ?Es nuestro Templo!

Toda mi vida habia oido la misma clase de discusiones y quejas. A veces seguia el hilo de los argumentos, pero la mayoria de las veces mi mente se evadia. Nadie esperaba que yo dijera nada en un sentido o en otro.

Muchos de quienes viajaban con nosotros no sabian que Juan hijo de Zacarias era primo nuestro. Quienes silo sabian eran rapidamente silenciados por nuestra simple afirmacion de que sabiamos muy poco de el, porque los anos y las distancias nos habian separado por completo.

Yo habia visto a Juan por ultima vez cuando era un nino de siete anos.

Por supuesto, Jason podia describirlo de forma bastante detallada, pero siempre se remitia a la misma imagen, interesante pero remota: estudioso, piadoso, un modelo entre los Esenios, de los que despues habia desertado para llevar una vida todavia mas dura en el desierto torrido.

Mi madre, que podia haber contado mas historias sobre Juan y sus padres que ninguno de los presentes, no decia nada. Mi madre, en los meses anteriores a mi nacimiento, habia ido a alojarse en casa de Isabel y Zacarias, y a esos dias correspondian las historias que Jason me habia repetido: el canto de gozo de mi madre, la profecia de Zacarias cuando nacio su hijo. Todas cosas bien conocidas para mi madre. Pero tampoco ahora se preocupaba, como nunca lo habia hecho, de sumarse a la conversacion de los fariseos y los escribas; y los sobrinos mas jovenes, que solo habian oido fragmentos y alusiones de esas historias, estaban ansiosos por saber mas.

Jason tambien guardaba sus secretos, aunque muchas noches junto al fuego vi claramente que ardia en deseos de ponerse en pie y recitar de memoria las oraciones que habia aprendido de Juan, que a su vez las habia sabido a traves de mi madre y de sus propios padres.

Le dedicaba una pequena sonrisa de vez en cuando, y el me guinaba un ojo y sacudia la cabeza; pero acepto que aquellas no eran historias para ser contadas. Y entretanto seguian las discusiones sobre quien era aquel Juan al que con tanta devocion nos encomendabamos todos.

Cuando dejamos las altas colinas de Galilea y descendimos al valle del Jordan, el aire se hizo mas calido y agradable. Al principio el paisaje era seco.

Despues llegamos a las marismas pobladas de juncos que bordeaban el rio, y cuanto mas avanzabamos, mas frecuentes eran las noticias que nos llegaban de que Juan, que se aproximaba a nosotros desde el sur administrando el bautismo, podia estar mas cerca incluso de lo que pensabamos. Y que el dia menos pensado ibamos a toparnos con el.

Jose no se encontraba bien.

Empezo a quedarse a dormir en la carreta a todas horas, y Santiago y yo nos estremeciamos cuando le veiamos dormir de esa forma, profundamente, todo el dia. Todos conociamos esa clase de sopor, esa extrana respiracion ritmica que se mantenia sin interrupcion a pesar del traqueteo de las ruedas y de las inevitables sacudidas por causa de piedras y baches.

Las mujeres lo advirtieron, sin hacer preguntas y con mas paciencia al parecer que mi tio Cleofas o mis hermanos menores, que habrian despertado a Jose con la minima excusa.

– Dejadle descansar -dijo mi madre, y mi tia Esther ordeno a todos hacer lo mismo.

La mirada que vi en los ojos de mi madre era triste, como lo fue la noche en que recibimos la carta. Pero sobrellevaba su pena con entereza. Nada la sorprendia ni la alarmaba. Se sentaba al lado de Jose de vez en cuando, entre el y Cleofas, su hermano. Mecia a Jose contra su hombro. Le daba agua cuando el se desperezaba, pero en general impedia a los demas que lo espabilaran, cosa que hacian sobre todo para tranquilizarse comprobando que podia ser espabilado.

Una noche, Jose desperto y no supo donde estabamos. No logramos hacerle entender que nos habiamos puesto en marcha hacia el Jordan con la intencion de encontrar a Juan hijo de Zacarias y sus seguidores. Santiago llego a sacar la carta arrugada para leersela a la debil luz de una vela.

Finalmente, mi madre dijo: -?Crees que te llevariamos a donde tu no quisieras ir? Nunca hariamos una cosa asi. Ahora, duerme.

Entonces se conformo y cerro los ojos.

Santiago se alejo para que nadie le viera llorar. Era su padre, y nos estaba dejando. Oh, todos eramos hermanos, pero el era el padre de Santiago y lo habia tenido con una esposa joven a la que ninguno de nosotros, a excepcion de Alfeo y Cleofas, habia conocido. Cuando era un nino pequeno, Santiago habia estado junto al lecho de muerte de su madre, con Jose. Y ahora, muy pronto Jose se iria tambien.

Fui a colocarme cerca de Santiago, y cuando el quiso me indico que me acercara mas. Estaba tan inquieto como siempre, revolviendose a un lado y otro.

– No tenia que haber insistido en que viniera.

– Pero si no lo hiciste -dije-; el quiso venir, y manana cuando salga el sol… estaremos alli.

– Pero que sentido tiene eso de que uno bautice a otro, que no baje uno al rio a banarse por su cuenta como siempre, sino que sea otro… ?Y has visto los soldados?

Las noticias que corren de todo lo que esta pasando enfureceran a ese bobo gobernador, sabes muy bien que sera asi.

Lo que supe es que necesitaba todas aquellas preocupaciones para no enfrentarse a la otra, la de que Jose se estaba muriendo. De modo que no le dije nada. Y muy pronto se fue a discutir otra vez de lo mismo con Jason,

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