estado con las mujeres y los ninos pequenos, pero estos estaban ahora con sus madres. Y mi madre compartia espacio con la vieja Sara, Justus, Bruria y su esclava, aunque tuvieran un cuarto separado. Eche de menos a la pequena Salome. Incluso a Esther, la recien nacida, que se despertaba llorando y ya no paraba hasta quedarse dormida.

Me senti muy mayor estando con Jose y Santiago, pero aun asi le pedi a Jose si podia acurrucarme con el, y me dijo que si.

– Si me despierto llorando -le dije-, ?me llevaras con mi madre, por favor?

– ?Es eso lo que quieres? -pregunto el-. ?Que te pongan con tu madre?

Eres pequeno para estar aqui con nosotros, pero tienes siete anos y ya entiendes las cosas. Pronto cumpliras ocho. ?Que quieres? Si lo prefieres puedes estar con tu madre.

No respondi. Me di la vuelta y cerre los ojos.

Dormi de un tiron.

14

Hasta el tercer dia no nos dieron permiso para rondar por donde queriamos. Para entonces Cleofas habia recorrido un trecho del camino, y al volver dijo que ya no quedaba nadie en las cruces, que la ciudad habia recuperado la normalidad, el mercado estaba abierto… Y luego, con una carcajada, anadio que necesitaban carpinteros para reconstruir lo que se habia quemado.

– Aqui ya tenemos trabajo suficiente -dijo Jose-. En Seforis seguiran construyendo aun mucho despues de que todos nosotros hayamos muerto.

Y era verdad que teniamos mucho que hacer, en primer lugar llenar el mikvah, para lo cual los ninos tuvimos que ir pasando vasijas a los hombres. Y despues habia que enyesar toda la casa. Y cuando hubieramos terminado con esto, habia mas cosas que hacer.

Yo estaba contento porque podiamos recorrer el pueblo, y tan pronto tuve oportunidad me fui al bosque. Vi muchos ninos y tuve ganas de hablar con ellos, pero antes queria pasear por el campo y trepar por las cuestas bajo los arboles.

Alejandria, como todo el mundo afirmaba, era una ciudad llena de maravillas, habia grandes festejos y procesiones y esplendidos templos y palacios, y casas como la de Filo con suelos de marmol. Pero alli habia hierba verde.

A mi me gustaba su aroma mas que cualquier perfume, y cuando pasaba bajo las ramas de los arboles el suelo se volvia blando. De la parte del valle soplaba una brisa que agitaba los arboles casi de uno en uno. Me gustaba mucho el crujir de las hojas sobre mi cabeza. Segui cuesta arriba hasta que sali de nuevo a un claro donde la hierba era mas espesa, y me tumbe. El suelo estaba humedo porque habia llovido un poco por la noche, pero se estaba bien. Contemple el pueblo. Vi hombres y mujeres trabajando en los huertos, y mas alla los campos y las granjas. Habia gente desbrozando la maleza, o eso me parecio.

Pero mi mente estaba concentrada en las arboledas y en el cielo azul, alla arriba.

Me quede ensimismado. Sentia como si flotara. Me palpe el cuerpo. Era como si todo mi ser estuviera zumbando y el zumbido llenara mis oidos, pero no estaba zumbando. ?Que agradable era! A veces me sentia asi antes de quedarme dormido. No tenia sueno. Permaneci quieto en la hierba y oi ruido de animalillos. Vi incluso unas alitas que se agitaban. Levante la cabeza y vi muchos animales diminutos pululando entre la hierba.

Desvie lentamente la vista hacia los arboles. El viento volvia a sacudirlos de un lado al otro. Las hojas parecian de plata a la luz del sol y no dejaron de moverse incluso cuando ceso el viento.

Mis ojos volvieron a lo que tenia mas cerca: los animalitos que correteaban por el terreno irregular. Pense que quizas, al tumbarme, habia aplastado a alguno, tal vez varios, y cuanto mas miraba, mayor numero de ellos veia. El suyo era el mundo de la hierba; no conocian otra cosa. ?Y quien era yo para tumbarme alli a sentir la hierba mullida y disfrutar de su aroma, sin importarme cuanto podria molestarlos?

No lo lamente. Mi mano acaricio las briznas de hierba y los animalitos se movieron cada vez mas rapido, hasta que su universo empezo a vibrar sin ningun sonido que me resultara audible.

La tierra era como un lecho debajo de mi. Los graznidos de los pajaros eran musica. Cruzaban el cielo a tal velocidad que apenas si podia verlos.

Gorriones. Y entonces, enfrente de mi, vi minusculas florecillas entre la hierba, tan pequenas que no las habia visto antes, flores de petalos blancos y corazon amarillo.

La brisa arrecio y las ramas se agitaron en lo alto. Hubo una lluvia silenciosa de hojas.

De pronto aparecio un hombre. Surgio de la arboleda que habia cuesta abajo y venia directamente hacia mi.

Era Jose, ascendiendo con la cabeza inclinada. La brisa agitaba su tunica y sus borlas. Estaba mas delgado que cuando habiamos salido de Alejandria.

Quiza todos lo estabamos.

Debia ponerme en pie en senal de respeto, pero me encontraba muy bien alli tumbado, y continuaba sintiendo aquel zumbido, asi que me limite a verlo acercarse.

Yo no tenia juicio suficiente para saberlo, pero aquellos minutos en la hierba al pie de aquel arbol fueron la primera vez en mi vida que estuve realmente solo. Solo supe que la paz se habia roto, y que asi debia ser. ?Que cosa era el tiempo, que yo podia pasarlo alli contemplando el mundo hasta que este perdiera su perfil? Por fin, me puse en pie como si acabara de despertar de un sueno profundo.

– Ya se -me dijo Jose, un poco triste-. Es solo un pueblecito, poca cosa, nada en comparacion con la gran ciudad de Alejandria, en absoluto, y seguro que habras pensado muchas veces en tu amigo Filo y en todo cuanto hemos dejado atras. Lo se muy bien.

No fui capaz de responder de inmediato. Queria decirle lo mucho que me gustaba todo aquello, lo bien que me hacia, pero mientras buscaba las palabras que todavia no poseia, perdi la oportunidad.

– Pero, mira -anadio-, aqui nadie vendra a buscarte. Estas a buen resguardo. Y asi vas a seguir.

«A buen resguardo.»

– Pero ?por que he de…?

– No -dijo Jose-. Nada de preguntas ahora. Ya habra tiempo. Escucha: no puedes contarle nada a nadie. -Me miro para asegurarse de que lo entendia-.

No debes comentar lo que oyes que hablamos los hombres. No debes hablar de donde hemos estado ni por que. Guarda tus preguntas para ti, y cuando seas mayor, yo mismo te dire lo que necesites saber.

No pronuncie palabra.

Me tomo de la mano y volvimos al pueblo. Llegamos a un pequeno huerto delimitado por piedras pequenas, cerca de unos cuantos arboles. La maleza lo cubria todo, pero habia un arbol grande, sano y lleno de brotes y nudos.

– El abuelo de mi abuelo planto este olivo -dijo Jose-. Y ese de ahi, un granado, ya veras cuando empiece a florecer. Queda cubierto de capullos rojos.

Inspecciono el pequeno huerto. Los que habia en las colinas estaban cuidados y llenos de hortalizas.

– Manana gradaremos todo esto para que puedan trabajar las mujeres -dijo-. No es demasiado tarde para plantar unas vinas, pepinos y otras cosas. Veremos que opina la vieja Sara. -Me miro-. ?Estas triste?

– No -respondi al punto-. ?Esto me gusta! -Deseaba tanto encontrar las palabras, palabras como las de los salmos.

Jose me cogio en brazos y me beso en ambas mejillas. Luego volvimos a casa. El no me creia. Pensaba que lo habia dicho por amabilidad. Yo queria correr por el bosque y escalar las colinas. Queria hacer todo lo que no habia hecho en Alejandria. Pero habia trabajo pendiente cuando llegamos al patio, y cada vez venia mas gente a presentarnos sus respetos.

15

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