Me incorpore. Tuve que pellizcarme y frotarme para entrar en calor.
Alli estaba la Casa de Oracion, o la sinagoga, un edificio grande a la izquierda del arroyo y un poco apartado del camino. La puerta estaba abierta y arriba habia habitaciones a las que se llegaba por una escalera adosada a un lado, todo muy cuidado y con hierba verde.
Fuimos hasta alli y esperamos nuestro turno mientras otros entraban.
Cleofas, Alfeo, Jose, Simon y la vieja Sara se colocaron detras de mi. Los otros siguieron adelante, primero las mujeres. Cleofas tomo a la vieja Sara del brazo, y Silas y Levi entraron. Santiago se situo tambien detras de mi, con todos mis tios y Jose.
Jose me empujo suavemente hacia el interior.
Los hombres me flanquearon por ambos lados.
Me quede en el umbral de madera. Era un recinto mucho mas grande que la sinagoga donde soliamos reunimos en Alejandria, que era solo para nuestros vecinos. Y tenia bancos a lo largo de las paredes, colocados en graderia, de manera que la gente se sentaba como en un teatro o en la Gran Sinagoga de Alejandria, a la que yo habia ido una vez.
Los bancos del lado izquierdo estaban ocupados por mujeres. Vi como mis tias y Bruria ocupaban sus sitios. Habia muchos ninos, sentados en el suelo y por todas partes, y tambien en el lado derecho, delante de los hombres. Habia tambien una hilera de columnas, y al fondo un espacio para que un hombre leyera de pie.
Ya era momento de entrar. Habia muchas personas esperando detras de mi, y nadie delante. Pero un hombre alto se situo a la izquierda, un hombre con una larga barba grisacea y de aspecto suave, tan poblada en el labio superior que casi le ocultaba la boca. Sus ojos eran oscuros y tenia una cabellera larga hasta los hombros, solo un poquito gris, bajo el chal de rezar.
El hombre alargo su mano delante de mi.
Hablo con voz muy suave, mirandome al hacerlo, pero sus palabras iban dirigidas a los demas.
– Conozco a Santiago, si, y a Silas y Levi, los recuerdo, pero ?y este? ?Quien es?
Yo guarde silencio. Todo el mundo nos estaba mirando y eso no me gusto.
Empece a asustarme.
Entonces hablo Jose:
– Es mi hijo. Jesus hijo de Jose hijo de Jacob -dijo.
Los que estaban detras de mi se me acercaron mas. Cleofas me puso la mano en la espalda, y lo mismo hizo Alfeo. Mi tio Simon se coloco tambien detras y apoyo una mano en mi hombro.
El hombre de la barba, de rostro sereno, me miro fijamente y luego miro a los demas.
Entonces oi la voz de la vieja Sara, tan clara como antes. Estaba detras de todos nosotros.
– Ya sabes quien es, Sherebiah hijo de Janneus -dijo-. ?Hace falta que te diga que hoy es el sabbat? Dejale entrar.
El rabino debia de estar mirandola, pero yo no podia volver la cabeza. Mire al frente y tal vez vi el suelo de tierra, o la luz que entraba por las celosias, o todos los rostros vueltos hacia nuestro grupo. Pero, viera lo que viese, supe que el rabino se dio la vuelta y que otro de los rabinos alli presentes -y habia dos en el banco- le susurro algo.
Y acto seguido supe que ibamos a entrar en la sinagoga.
Mis tios ocuparon el extremo del banco. Cleofas se sento en el suelo y me indico que me sentara yo tambien. Santiago, que ya habia estado alli, tomo asiento al lado de Cleofas. Luego los otros dos chicos se levantaron y vinieron a sentarse con nosotros. Ocupabamos la esquina interior.
La vieja Sara avanzo con ayuda de tia Salome y tia Maria hasta el banco de las mujeres. Y por primera vez pense: «Mi madre no ha venido.» Podia haberlo hecho, dejar los pequenos al cuidado de Riba, pero no habia venido.
El rabino dio la bienvenida a muchas personas hasta que la sinagoga estuvo llena.
No levante la vista cuando empezaron a hablar. Supe que el rabino recitaba de memoria cuando canto en hebreo:
– Es Salomon quien habla -dijo-, el gran rey. Senor, Senor de nuestros padres, Senor misericordioso, tu creaste al hombre para que gobernara sobre la creacion, mayordomo del mundo… para que administrara justicia con el corazon virtuoso. Otorgame sabiduria, Senor, y no me niegues un lugar al lado de tus siervos.
Mientras lo pronunciaba, los hombres y los chicos empezaron lentamente a repetir cada frase, y el rabino hacia pausas para que pudieramos seguirlo.
Mi temor remitio, pues la gente se habia olvidado de nosotros. Pero yo no olvidaba que el rabino nos habia interrogado y habia pretendido impedirnos la entrada. Recorde las extranas palabras que mi madre me habia dicho en Jerusalen. Recorde sus advertencias. Supe que algo andaba mal.
Estuvimos varias horas en la sinagoga. Se leyo y se hablo. Algunos ninos se quedaron dormidos. Al cabo de un rato la gente empezo a desfilar. Algunos iban saliendo y otros llegando. Alli dentro se estaba bien.
El rabino fue de un lado a otro haciendo preguntas e invitando a dar respuestas. De vez en cuando se oian risitas. Cantamos un poco y despues se hablo de la Ley de Moises, dando lugar a discusiones acaloradas por parte de los hombres. Pero a mi me entro sueno y me dormi con la cabeza apoyada en las rodillas de Jose.
En cierto momento desperte y todo el mundo estaba cantando. Era muy bonito, y no se parecia en nada a los canticos de la gente en el Jordan.
Volvi a quedarme dormido.
Jose me desperto para decirme que volviamos a casa.
– ?No puedo llevarte en brazos durante el sabbat! -susurro-. Levanta.
Lo hice. Sali con la cabeza gacha, sin mirar a nadie a la cara.
Llegamos a casa. Mi madre, que estaba recostada contra la pared, cerca del brasero, y arrebujada en una manta, levanto la vista. Miro a Jose y note que lo interrogaba con los ojos.
Me acerque a ella y me eche a su lado, con la cabeza en sus piernas. Me adormile a ratos.
Desperte varias veces antes de la puesta de sol. En ningun momento estuvimos a solas.
Mis tios hablaban en voz baja a la luz de las lamparas que no debian apagarse durante el sabbat.
Aunque hubiera tenido la ocasion de hacerle alguna pregunta a Jose, ?que le habria preguntado? ?Que podia preguntar que el quisiera responder, que no me hubiera prohibido preguntar? Yo no queria que mi madre supiese que el rabino me habia parado en la puerta de la sinagoga.
Mis recuerdos se enlazaban como eslabones de una cadena: la muerte de Eleazar en Alejandria y todo lo que vino despues, paso a paso. ?Que habian dicho aquella noche, antes de partir, acerca de Belen? ?Que habia pasado en Belen? Yo habia nacido alli, pero ?de que estaban hablando?
Vi a aquel hombre agonizando en el Templo, la muchedumbre asustada e intentando escapar, el largo viaje, las llamaradas que subian al cielo. Oi a los bandidos. Me estremeci. Senti cosas que no logre relacionar con palabras.
Pense en Cleofas cuando creyo que iba a morir en Jerusalen, y luego en mi madre en aquel tejado. «Te digan lo que te digan en Nazaret… un angel se aparecio… no habia ningun hombre… una nina que tejia para el Templo, hasta que fue demasiado mayor… un angel se aparecio.»
Jose dijo:
– Vamos, Yeshua, ?cuanto tiempo vas a poner esa cara de preocupacion? Manana iremos a Seforis.
16
El camino de Seforis, salpicado de otros pueblos mas pequenos, estaba repleto de gente ya desde Nazaret. Inclinamos la cabeza al pasar por delante de las cruces, aunque ya no habia ningun cuerpo en ellas. Se habia derramado sangre en la region y estabamos apenados. Vimos casas reducidas a cenizas, tambien arboles quemados, y gente que mendigaba diciendo que lo habian perdido todo por culpa de los bandidos o los soldados.
Nos detuvimos repetidas veces para que Jose les diera monedas de la bolsa familiar. Mi madre les dedicaba palabras de consuelo.
Los dientes me castaneteaban y mi madre penso que tenia frio, pero no era eso, sino la vision de las casas
