– ?Por que te marchaste de Nazaret para ir alli -pregunto el rabino- si los padres de tu prometida, Joaquin y Ana, eran ya muy mayores?
– Fue por el censo -respondio Jose-. Tuve que irme. Todavia me quedaba un poco de terreno alla en Belen, adonde los nuestros regresaron despues del cautiverio, y si no reclamaba esas tierras las perdia. Fui a registrar donde habian nacido mis antepasados.
– Mmm… -dijo el rabino-. Y las reclamaste.
– Asi es. Y luego las vendi. Y el nino fue circuncidado y su nombre quedo inscrito en los archivos del Templo, como he dicho antes, y alli estan esos archivos.
– Alli estan, en efecto -dijo el rabino-, mientras otro rey de los judios no decida quemarlos para ocultar su herencia.
Eso hizo reir por lo bajo a los otros hombres. Algunos chicos mayores que habia por alli, en los que no habia reparado, tambien rieron. No sabia de que estaban hablando, tal vez de las fechorias del antiguo Herodes, que parecian no tener fin.
– Y despues de eso os fuisteis a Egipto -dijo el rabino.
– Trabajamos en Alejandria, mis hermanos, el hermano de mi mujer y yo -dijo Jose.
– Y tu, Cleofas, ?dejaste a tus padres y te llevaste a tu hermana a Betania?
– Nuestros padres tenian sirvientes -respondio Cleofas-. Y la vieja Sara hija de Elias estaba con ellos, y el viejo Justus no estaba enfermo.
– Ah, si, lo recuerdo -dijo el rabino-, tienes razon. Pero ?como lloraron tus padres por su hijo y su hija!
– Y nosotros por ellos -dijo Cleofas.
– Y desposaste a una mujer egipcia.
– Una mujer judia, nacida y criada en la comunidad judia de Alejandria. Y de una buena familia que te envia este presente.
Gran sorpresa.
Cleofas le tendio la mano con dos pequenos pergaminos, ambos en finos estuches con ribetes de bronce.
– ?Que es esto? -pregunto el rabino.
– ?Te da miedo tocarlos, rabino? -repuso Cleofas-. Son dos pequenos tratados de Filo de Alejandria, erudito, o filosofo si lo prefieres, muy admirado por los rabinos de su ciudad, unos pergaminos procedentes de libros y que traigo a modo de regalo.
El rabino alargo la mano.
Inspire hondo cuando le vi coger los pergaminos.
Yo ignoraba que mi tio tenia esos escritos de Filo. Ni siquiera me habria pasado por la cabeza. Y ver que el rabino los aceptaba me causo tanta alegria que casi me eche a llorar otra vez, pero me contuve.
– ?Y cuantos pelos grises tiene Filo de Alejandria? -pregunto el rabino.
Todo el mundo rio disimulando.
Yo me senti mucho mejor porque, al menos, no hablaban de mi.
– ?Si Filo te tuviera a ti por acusador, su cabeza se llenaria de pelos grises! -dijo Cleofas.
Jose le reprendio en voz baja, pero los chicos se habian echado a reir, y vi que una gran sonrisa iluminaba el rostro del rabino.
Cleofas no pudo aguantarse.
– Deberiamos hacer una colecta -dijo, abarcando con un gesto a todos los presentes- y enviar el rabino a Alejandria. Alli estan muy necesitados de fariseos que los enderecen.
Mas risas.
El viejo rabino rio. Y luego los otros dos. Todos rieron.
– Gracias por tu regalo -dijo el anciano-. Veo que no has cambiado. Y puesto que estais aqui y sois todos buenos artesanos, vereis que hay trabajo que hacer en esta sinagoga, pues el antiguo carpintero (que Dios lo tenga en su gloria) no pudo terminarlo mientras vosotros estabais fuera.
– Entiendo -dijo Jose-. Somos tus servidores y repararemos cuanto creas necesario. Una buena capa de pintura a todo esto, unos dinteles, eso veo que haria falta, y tambien podemos enyesar el exterior e incluso reparar algunos bancos.
Silencio.
Levante la vista. Los tres ancianos estaban mirandome otra vez. ?Por que? ?Que mas se podia preguntar? ?Que mas se podia decir? Note como se me encendia la cara. Me ruborice, pero sin saber por que. Me ruborizaba por todos los ojos que estaban pendientes de mi. No pude contener el llanto.
– Mirame, Jesus hijo de Jose -dijo el rabino. Obedeci.
Me pregunto en hebreo:
– ?Por que los fenicios le cortaron el pelo a Sanson?
– Ruego al rabino que me perdone, pero no fueron los fenicios -respondi en hebreo-. Fueron los filisteos. Y se los cortaron para privarlo de su fuerza.
Me hablo en arameo:
– ?Donde esta Eliseo, el que fue arrebatado al cielo en un carro?
– Ruego que me perdone el rabino -dije en arameo-. Fue Elias, no Eliseo, y Elias esta con el Senor.
En griego, me pregunto:
– ?Quien habita en el Jardin del Eden, escribiendo todo lo que acaece en este mundo?
Tarde un poco en responder. Luego, en griego, dije:
– Nadie. En el Jardin del Eden no vive nadie.
El rabino miro a ambos lados. Los otros rabinos le miraron a el, y luego los tres a mi.
– ?Nadie vive alli dedicado a escribir los hechos del mundo? -pregunto el anciano.
Reflexione un momento. Tenia que decir lo que sabia, pero no como lo habia sabido. ?Acaso lo estaba recordando? Respondi en griego:
– Algunos dicen que Enoc, pero el Eden estara vacio hasta que el Senor decida que todo el mundo puede volver alli.
El rabino hablo en arameo:
– ?Por que el Senor rompio su alianza con el rey David?
– El Senor no la rompio -dije. Esto lo sabia yo de siempre, tan claramente que ni siquiera tuve que pensarlo-. El Senor nunca rompe sus alianzas. El trono de David existe…
El rabino y los demas guardaron silencio.
– ?Y por que ningun rey del linaje de David ocupa ese trono? -pregunto el anciano, ahora en voz mas alta-, ?Donde esta el rey?
– Vendra algun dia -respondi-. Y su casa durara eternamente.
Su rostro se suavizo todavia mas y pregunto en voz queda:
– ?La construira un carpintero, quiza?
Carcajadas. Primero rieron los mayores y luego los chicos sentados en el suelo. Pero el viejo rabino no se rio. Vi un fugaz atisbo de tristeza en sus ojos mientras esperaba mi respuesta con gesto franco y amable.
Me ardian las mejillas.
– Si, rabino -dije-, un carpintero construira la casa del rey. Siempre hay un carpintero. Incluso el propio Senor es a veces carpintero.
El viejo rabino se echo hacia atras, asombrado. Oi ruidos a mi alrededor. No les habia gustado esta respuesta.
– Explicame eso de que el Senor es carpintero -dijo el rabino en arameo.
Pense en lo que Jose me decia muchas veces.
– ?No dijo el Senor a Noe cuantos codos debia tener el arca y con que madera construirla? ?Y que habia que embrear la madera? ?Y no dijo el Senor cuantos pisos debia tener el arca, y no dijo que habia de tener un tragaluz de un codo de altura, y no dijo a Noe donde tenia que poner la puerta?
Calle. Una sonrisa aparecio lentamente en la cara del anciano. Yo no miraba a nadie mas. Se hizo otra vez el silencio.
– Y ?no fue el Senor -prosegui en nuestra lengua- quien dio al profeta Ezequiel la vision del nuevo templo, mostrandole la medida de las galerias y las columnas, de las puertas y el altar, diciendo como tenian que estar
