otra habitacion. No pasaba nada grave.
Solo el viejo Justus tosiendo porque tenia la garganta tan debil que ya no podia tragar.
Santiago y yo nos quedamos a solas.
– Dime que es -insisti.
– Los hombres dicen que vieron cosas. Cuando tu naciste vieron cosas. ?Que?
Santiago aparto la vista con gesto de enfado, tenso. A los doce anos, un chico ya puede ponerse el yugo de la Ley. Santiago pasaba de esa edad.
– Algunos aseguraron que vieron cosas extranas -dijo-. Pero yo se lo que paso, y puedo decirtelo.
Espere.
Volvio a mirarme, ahora fijamente.
– Unos hombres fueron a la casa de Belen. Llevabamos viviendo alli algun tiempo, era un buen alojamiento.
Mi padre se ocupaba de sus asuntos, buscaba a nuestros parientes, todo eso. Y entonces, una noche se presentaron aquellos hombres. Eran hombres sabios venidos de Oriente, tal vez de Persia, hombres que interpretan las estrellas y creen en la magia, encargados de aconsejar a los reyes de Persia lo que deben hacer en funcion de los signos. Los acompanaban unos sirvientes.
Eran hombres ricos, vestian hermosas prendas. Preguntaron si podian verte y se arrodillaron ante ti. Te traian regalos. Y te llamaron rey.
Yo me habia quedado sin habla.
– Dijeron que habian visto una estrella muy grande en el cielo -continuo- y que habian seguido esa estrella hasta la casa en que estabamos. Tu estabas en una cuna, y esos hombres dejaron sus regalos delante de ti.
No me atrevi a preguntarle nada.
– En Belen, todo el mundo vio llegar a esos magos y sus sirvientes. Iban montados en camello, esos hombres. Hablaban con autoridad. Se inclinaron ante ti. Y luego se marcharon. Era el final de su viaje y estaban satisfechos.
Sabia que Santiago me estaba diciendo la verdad. De sus labios jamas brotaba mentira alguna. Y sabia que el sabia que la muerte de aquel chico en Egipto habia sido causada por mi, y que yo le habia devuelto la vida. Y me habia visto dar vida a unos gorriones de barro, algo que yo apenas si recordaba.
Un rey. «Hijo de David, hijo de David, hijo de David.»
Las mujeres regresaron a la habitacion. Y mis primos mayores llegaron de no se donde. Tia Salome recogio el pan que quedaba y los restos de la cena. La vieja Sara se sento en su sitio habitual en el banco.
– Reza para que los ninos duerman toda la noche -dijo.
– No te preocupes -dijo tia Salome-. Riba duerme con un ojo abierto y los vigila a todos.
– Esa muchacha es un primor -dijo mi madre.
– La pobre Bruria estaria muerta de no ser por esa muchacha. Riba la cuida como si fuera una nina. Pobre Bruria…
– Pobrecilla…
Y asi continuaron.
Mi madre me dijo que fuera a acostarme.
Al dia siguiente Santiago rehuia mi mirada. Tampoco me extrano. El no me miraba casi nunca.
Los meses de invierno eran cada vez mas frios.
Cuando llego el tiempo de la fiesta de las Luces, la casa se lleno de lamparas encendidas, y desde los tejados se veian grandes fogatas en todas las aldeas. En nuestras calles los hombres bailaban con antorchas tal como habrian hecho si hubieran estado en Jerusalen.
Al final del octavo dia, de amanecida, en las postrimerias de la festividad, me despertaron unos gritos en el exterior. Al momento, todo el mundo estaba levantado y dandose prisa.
Sin preguntar que pasaba, me levante presuroso.
La primera luz del dia era de un gris perfecto. ?El Senor habia enviado nieve!
Todo Nazaret estaba cubierto por un manto blanco, mientras grandes copos seguian cayendo, copos que los ninos corrian a recoger como si fueran hojas, pese a que se derretian en sus manos.
Jose me observo con una sonrisa secreta mientras todo el mundo salia a ver la silenciosa nevada.
– ?Rezaste para que nevara? -pregunto-. Pues ya tienes aqui la nieve.
– ?No! -dije-. Yo no rece. ?O si…?
– ?Cuidado con lo que pides en tus rezos! -susurro-. ?Entiendes lo que digo? -Su sonrisa se ensancho todavia mas, y me llevo fuera para que tocara los copos de nieve. Su risa y su felicidad me hicieron sentir muy bien.
Pero Santiago, que estaba aparte, bajo el alero del patio, se quedo mirandome. Y luego, cuando Jose se alejo, se acerco sigilosamente para susurrarme al oido:
– ?Podrias rezar para que lloviera oro del cielo!
Y se fue con los demas; casi nunca estabamos a solas.
Aquel mismo dia -la fiesta de las Luces habia concluido al amanecer- fui a echar un vistazo a la pequena arboleda, el unico sitio donde podia estar a solas. Habia mucha nieve. Llevaba los pies calzados con sandalias gruesas y envueltos en lana, pero cuando llegue la lana ya estaba humeda y me daba frio. No pude quedarme mucho rato bajo los arboles. Estuve alli de pie, pensando y contemplando la maravilla del manto blanco que cubria los campos y los volvia tan hermosos como una mujer vestida con sus mejores galas.
Que limpio, que nuevo se veia todo.
Ore. «Padre celestial, dime que esperas de mi. Dime que significan todas estas cosas.
Todo tiene su explicacion.
?Cual es la explicacion de todo esto?»
Cerre los ojos, y al abrirlos vi que la nieve formaba un velo sobre Nazaret.
Lentamente, el pueblo desaparecio envuelto en la blancura. Pero yo sabia que estaba alli.
– Padre celestial, no volvere a rezar para que nieve; nunca rezare para nada que no sea tu voluntad. Padre celestial, no rezare para que este viva o aquel muera; no, jamas para que muera nadie, y nunca, nunca intentare siquiera que deje de llover o que llueva, o que nieve, no, mientras el significado de todo esto se me escape…
Mi oracion derivo entonces hacia recuerdos fugaces.
La nieve me cayo en los ojos al levantar la cabeza para mirar las ramas de los arboles, y fue como si la nieve me estuviera besando.
Yo estaba a buen resguardo alli, a salvo, incluso de mi mismo.
A lo lejos, alguien grito mi nombre.
Desperte de mi oracion, de la quietud, de la suavidad de la nieve, y corri colina abajo agitando los brazos, dando voces, con ganas de volver al calor de la lumbre y la familia.
22
Mi primer ano en la Tierra Prometida llego a su fin como habia empezado: con el comienzo del ano nuevo para Israel.
Herodes Arquelao y los soldados romanos llegados de Siria habian implantado paz en Judea, o al menos la suficiente para que nosotros pudieramos atravesar los dominios de Arquelao, cruzar el valle del Jordan y remontar el terreno montanoso hasta Jerusalen para asistir a las celebraciones de la Pascua.
Yo me consideraba un nino mayor desde aquel penoso y terrible viaje camino de Nazaret. Conocia muchas palabras nuevas con las que meditar acerca de lo que habia visto entonces. Y me encanto cuando llegamos a campo abierto. Me gustaron las sonrisas y las carcajadas. Y banarme de nuevo en el rio Jordan.
Muchas personas del pueblo se habian sumado a nuestra familia, venian tambien muchas esposas y un numeroso grupo de doncellas vigiladas por sus padres, y todos mis nuevos amigos del pueblo, la mayoria parientes mios.
Se decia que las lluvias habian sido benignas ese ano, y durante un buen trecho la region se veia reverdecida.
La vieja Sara hizo el viaje con nosotros montada en un burro, y fue estupendo tenerla alli. Mi madre tambien
