– Como Jupiter subido en el monte Ida observando el campo de batalla a sus pies. Son todos tan diminutos… Eso hace que uno se sienta como… como un dios.

– ?De veras? Jupiter podia enviar rayos o mensajeros con alas. Ademas, podia oir lo que se decia. Tener una buena vision panoramica no me hace sentir como ningun dios. Mas bien todo lo contrario. Me hace sentir impotente observar desde semejante distancia.

– ?Por que no bajas y te unes a ellos?

– ?Ponerme a merced de la turba? Es imposible saber lo que podrian hacer despues…

– ?Mira, papa!

Como en una agitada inundacion producida por una tormenta, la multitud parecio de repente desbordarse en la ancha plaza delante de la Columna Rostral, emergiendo oleada tras oleada en los escalones y jardines de los templos y edificios publicos circundantes.

– ?Mira, papa! ?El Senado!

Los amplios escalones se hallaban inundados por la plebe, que se alzaba como una marea negra para azotar las altas puertas de bronce. Atrancadas por dentro, resistieron la embestida, pero no tarde en oir un golpe seco, lento y repetitivo. Era duro ver lo que realmente estaba sucediendo, pero la multitud parecia estar asaltando las puertas del Senado con una especie de ariete improvisado.

– ?Imposible! -dije ?Increible! ?En que estaran pensando? ?Que quieren?

Las puertas cedieron subitamente. Momentos despues, gritos de victoria se elevaron entre la multitud. Volvi la mirada a la Columna Rostral. El orador continuaba vociferando, dando zancadas de un lado a otro y exhortando al gentio con gestos salvajes; entretanto, el cuerpo de Clodio habia desaparecido. Frunci el ceno, confundido; vislumbre al rato el cuerpo desnudo sobre las andas envueltas en tela negra, que proseguia su marcha con movimientos espasmodicos y extranos hacia los escalones del Senado. Al parecer, se andaban pasando las andas de mano en mano. Por un momento vi al gentio como una -colonia de insectos y al cadaver de Clodio como su reina. Senti un: escalofrio y me dio un ataque de vertigo. Alargue una mano hacia Diana y la rodee por los hombros mientras con la otra me sujetaba firmemente a las tejas.

Las andas llegaron al pie de los escalones del Senado y se encallaron un instante; se inclinaron hacia arriba y comenzaron el ascenso. El gentio, al poder ver el cuerpo de nuevo, estallo en otro rugido ensordecedor, mezcla de triunfo y desesperacion. Las andas se sostuvieron en alto al llegar a la parte superior de los escalones. Un hombre subio a su lado agitando una antorcha encendida. Parecia que estaba pronunciando un discurso, aunque resultaba dificil imaginarse que la vociferante multitud pudiera oirle mejor que yo. Incluso a aquella distancia estaba casi seguro de que el orador era Sexto Cloelio, el lugarteniente de mirada salvaje de Clodio, el hombre que habia hablado de amotinamientos y venganzas contra Milon la noche anterior.

Al cabo de un rato, aun agitando la antorcha, se dio media vuelta y entro en el Senado. Tras el, las andas fueron llevadas al interior.

– ?En que estaran pensando? -pregunte.

– En echarla abajo -dijo Belbo-. ?No fue lo que el tipo ese dijo cuando aporreo la puerta?

Negue con la cabeza.

– Estaba delirando. Ademas, debia de estarse refiriendo a la casa de Milon, o a la de Ciceron incluso, pero ni mucho menos a…

A veces, el mencionar lo imposible puede hacerlo parecer de repente muy posible. Me quede mirando el tejado del Senado, como si concentrandome pudiera ver a traves y percibir las intenciones de Sexto Cloelio. Seguramente no…

Vi las primeras espirales de humo flotando fantasmalmente por las ventanas situadas a lo largo de la parte superior del Senado, con los postigos cerrados.

– Papa…

– Si, Diana, ya lo veo. Deben de estar incinerando el cuerpo dentro del edificio. ?Los muy idiotas! Como no tengan cuidado…

– No me parece que sean de los que tienen cuidado -dijo Belbo inclinando la cabeza con aire serio.

Poco despues, las primeras llamas vacilantes aparecieron en todas las ventanas a un tiempo. Uno tras otro, los postigos se fueron incendiando. Un humo negro y denso empezo a filtrarse por las ventanas y por la entrada abierta. Sexto Cloelio salio corriendo del edificio, agitando la antorcha en alto con aire triunfante. El gentio se quedo en silencio un instante, probablemente aturdido, como lo estaba yo, por la monstruosidad que acababa de tener lugar. Dejaron escapar un rugido que debio de oirse hasta en Bovilas.

Por lo menos se oyo en casa de Ciceron. Por el rabillo del ojo, distingui un movimiento en su tejado. Habia regresado acompanado de Tiron. Ambos estaban de pie, ya no agazapados, y observaban el espectaculo del Foro. Tiron se llevo las manos a la cara. Estaba llorando. ?Cuantos momentos felices habia pasado en aquel edificio copiando los discursos de su amo con el metodo taquigrafico inventado por el, mandando a su ejercito de subalternos de aca para alla, dando testimonio del esfuerzo que hacia para salir adelante? Los esclavos pueden ser muy sentimentales.

Ciceron no lloro. Se cruzo de brazos, contrajo la mandibula y se quedo mirando con tristeza la orgia de destruccion que se engendraba alla abajo.

– ?Alli! -dijo Diana. Senalaba a Ciceron-. ?Alli! Ese aspecto debio de tener Jupiter mientras observaba Troya.

Conociendo mejor que mi hija a Ciceron y seguro de que no habia nada, ni remotamente, parecido a un dios en el, estaba a punto de corregirla cuando Belbo me interrumpio:

– ?Tienes razon! ?La misma imagen!

Su certeza compartida me obligo a echar otro vistazo. Diana tenia razon. Tenia que reconocerlo. Segun se veia Ciceron en aquel momento, observando la destruccion del Senado a manos de la gente de Clodio, asi de grandioso debio de parecer Jupiter cuando se cernio sobre el monte Ida y observo el demencial choque de mortales a sus pies.

Capitulo 4

Agitadas por el frio viento, las llamas se elevaron cada vez mas altas hasta que todo el Senado fue engullido por el fuego. La chusma bailaba en los escalones de marmol, ululando y carcajeandose al tiempo que esquivaba cascadas de cenizas.

El fuego empezo a extenderse, primero hacia el conjunto de oficinas senatoriales en la zona sur del Senado. El miedo a la muchedumbre ya habia vaciado la mayoria de los edificios, pero despues de que comenzaran a propagarse las llamas, algunos escribientes, acuciados por el panico, salieron a toda prisa llevandose una pila de documentos. Unos tropezaban y caian, otros zigzagueaban alocadamente, esquivando a la chusma que se burlaba, mientras se les caia la carga. Habia tablillas de cera desperdigadas como dados tirados. Rollos de papiro desenrollados y agitados como banderas a merced de la brisa.

El viento cambio de direccion. Las llamas se extendieron hacia el area norte del Senado, hacia la basilica Porcia, uno de los magnificos edificios del Foro, de 130 anos de antiguedad, la primera basilica construida. Sus rasgos distintivos (la larga nave acabada en abside con naves laterales a ambos lados con columnata) ahora aparecian reproducidos por los edificios de todo el Imperio. Muchos de los prestamistas mas ricos del mundo conservaban su sede central en la basilica Porcia. Las llamas no tardaron en reducir su venerable majestad a un ardiente monton de escombros.

Fueron los prestamistas, supe luego, desesperados por salvar lo que quedaba de sus documentos, los que finalmente organizaron un amplio contingente de libertos y esclavos para combatir las llamas. Obrando asi, por puro egoismo, habian salvado una gran parte de Roma de desaparecer con el humo. Los que luchaban contra las llamas formaron largas lineas serpenteantes a lo largo del Foro y a traves del mercado de ganado hasta las orillas del Tiber, donde llenaban los cubos de agua y los pasaban para derramarlos sobre las llamas y los devolvian

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