– ?Ay! Tengo aun un ultimo recado que hacer antes de que se acabe el dia.
Hizo un puchero con los labios y se encogio de hombros.
– Entonces, lo siento, Gordiano. ?He de decirle a mi esposo que has venido por aqui para despedirte?
– Si, por favor.
Capitulo 37
En una manana primaveral tan magnifica, con las flores abriendose y el sol calentandolo todo desde un cielo sin nubes, sabia donde podria encontrarla.
Atravesamos el mercado de ganado que hay al oeste del Palatino y cruzamos el viejo puente de madera.
– ?Adonde vamos, amo? -dijo Davo.
– Al otro lado del Tiber. Eso es evidente, ?no crees?
Davo fruncio el entrecejo. Ya era hora de que dejara de burlarme de el, pense. Ya no seria su amo durante mucho mas tiempo. Iba a perder la relacion tan especial que se habia creado entre los dos.
– En realidad, Davo, vamos a una villa ajardinada, en la ribera oeste del Tiber, al otro lado del Campo de Marte. Un lugar maravilloso con una pequena villa rustica, una verde pradera rodeada por altos arboles y una franja de tierra en la orilla del rio, ideal para nadar. Preferiria que no le hablaras a nadie de esta visita, ni siquiera a Eco. Ni, por supuesto, a Bethesda. ?Puedes guardar un secreto?
– Por supuesto, amo -dijo con un suspiro.
Al poco rato dejamos el camino. Pasamos bajo un dosel de zarzas moteadas de sombras y aparecimos en un ancho prado verde lleno de insectos y mariposas revoloteando. La gran villa estaba a la izquierda, justo como recordaba. Pero ella no estaria dentro un dia como aquel. Le dije a Davo que buscara un lugar sombreado para esperarme y cruce la pradera; los pies se me hundian entre la alta hierba. A traves de una linea de altos arboles, podia ver franjas de luz en el rio. Tambien vi su tienda en la orilla, con sus rayas rojas y blancas sacudidas por la brisa y, al lado, haciendo juego, las rayas rojas y blancas de su litera, en el monticulo donde la habian depositado. Si la litera estaba alli, ella tambien.
Nadie se percato de que me acercaba; no habia ningun vigilante apostado. Todos los porteadores de la litera y los guardaespaldas estaban en el rio, nadando y salpicandose unos a otros y jugando con una pelota de piel. Fui a la tienda
Me vio y dio un respingo, luego me reconocio y consiguio esbozar una debil sonrisa.
Una doncella sentada en la alfombra, al pie del triclinio, se puso en pie cuando me acerque y miro a su ama en busca de instrucciones. A una sena de Clodia, la chica abandono la tienda.
– Gordiano -dijo Clodia. Su voz era como la languida musica del rio. Su aroma a nardo y aceite de azafran inundaba el calido aire de la tienda. Su carne parecia reverberar bajo la debil luz que se filtraba.
– Heri tus sentimientos el otro dia -dije.
– ?Lo hiciste? -Volvio la mirada hacia los banistas.
– Creo que si. Pido disculpas.
– No es necesario. Ya lo he olvidado. Las penas y alegrias no significan nada para mi desde…
– ?Desde que murio tu hermano?
Entorno los ojos.
– La unica pena que nunca disminuye.
– Supongo que encontrarias algo de consuelo en el juicio.
– Ya no me gustan los juicios.
– Pero Milon fue castigado y Ciceron apenas pudo pronunciar su discurso.
Se rio suavemente y asintio.
– Si, me habria gustado verlo. Aunque nada de eso me lo volvera a traer.
– No, pero alguna gente busca justicia, o venganza.
– Aprendi la leccion cuando trate de vengarme de Marco Celio. Al final, ?de que sirve?
Hable con cautela.
– Vengarse de los que lo mataron… ?no te da satisfaccion?
– ?Por que te empenas en hablar de lo mismo, Gordiano? No tengo ganas de vengarme. -respiro hondo y solto aire-. Mi hermano dio a mucha gente muchas razones para que quisieran verle muerto. No soy tonta ni estoy ciega; se como era y como vivia. Amaba a Publio mas que a nada en el mundo. No habria cambiado nada de el. Pero tarde o temprano, dado el juego que jugaba y las reglas que rompia, un mal final le estaba esperando. Todos juegan el mismo juego y sospecho que todos encontraran un final violento… Pompeyo y Cesar, Celio y Antonio…, incluso Ciceron. Mientras Publio era uno de los participantes, tenia cierto interes en el litigio. Pero ahora… -suspiro-. Me limito a tirarme aqui a observar a mis bellos jovenes disfrutar en el agua. Y ni siquiera miro a los jovenes. Observo el agua, la forma en que centellea y se desliza por ellos. La forma en que fluye hacia el mar, sin detenerse nunca, sin dar la vuelta nunca. Todo esto tenia un significado para mi, creo, pero no puedo recordar cual.
– ?Eres desdichada, Clodia?
– ?Desdichada? Parece una palabra muy fuerte. Raramente lloro o me despierto con pesadillas por su muerte. Simplemente me siento muy cansada. -Dibujo una sonrisa torcida-. Debo de tener un aspecto horrible.
– No, Clodia. Estas guapa. Estas preciosa.
Busco mi mano. La mire a los ojos un momento y luego tuve que apartar la mirada. Observe a los banistas de la forma en que ella los miraba, abstraido y sin verlos realmente, mirando solo sus movimientos y el juego de luces en sus cuerpos humedos. Luego lo abstracto se convirtio en concreto. De repente reconoci a uno de ellos.
– ?Por Hercules!
– ?Que ocurre, Gordiano?
– Uno de tus hombres, el de la cara roja… y frios ojos azules… -El sujeto estaba buceando en busca de la pelota. Saco la cabeza de repente, al igual que habia hecho la noche que se enfrento a mi en el monte Palatino despues de haber saqueado mi casa.
– ?Lo conoces? -dijo Clodia.
– Fue uno de los saqueadores que entraron en mi casa y rompieron mi estatua de Minerva. Uno de los hombres que mataron a mi esclavo Belbo.
– No me sorprenderia. Es un antiguo gladiador. Pertenecia a Clodio, pero el lo libero para que pudiera participar en el reparto de grano. Desde entonces ha pasado por toda la familia como guardaespaldas. Causo algunos problemas entre los esclavos de mi sobrino. Esta conmigo desde hace muy pocos dias. Piensan que disfrutare mirandolo, supongo. Pero ?has dicho que destrozo tu casa?
– Y mato a un hombre al que yo queria mucho.
– Ya veo. ?Que vamos a hacer al respecto?
– No tengo pruebas. No habia nadie para verlo, excepto sus amigos. Quizas fue uno de ellos el que mato a Belbo. Quizas el es inocente, aunque parecia ser el lider.
– ?Por que preocuparse por los detalles? Esto no es un tribunal. Ambos sabemos el tipo de persona que es. Estoy segura de que ha he cho algo por lo que merece morir. ?Debo ocuparme de eso por ti, Gordiano?
– ?Que quieres decir?
Puedo hacer que lo ahoguen, aqui y ahora. Solo tendria que decir una palabra al jefe de mis guardaespaldas. Un hombre como ese puede presentar alguna resistencia, imagino, pero entre mis guardaespaldas y los porteadores de la litera hay suficientes hombres fuertes para sujetarlo durante todo el tiempo que haga falta. Puedes disfrutar del placer de verlo. ?Doy la orden?
– ?Estas hablando en serio, ?verdad?
– Si. Pero solo si tu quieres. ?Doy la orden?
