Lo pense. En una sola tarde habia sido invitado por Fausta Cornelia a tomar parte en una orgia y por Clodia a ver morir a un hombre a una orden mia. Semejantes oportunidades eran prerrogativas de reyes y emperadores; ?por que las rechazaba? Quiza nunca habia sabido el significado real de justicia o verdad, pero una vez pense que lo sabia y la ilusion me habia reconfortado. Pero todo habia cambiado. Todas mis ideas se habian deslizado fuera de mi vista. Me sentia mareado y desorientado. ?Estaba girando el mundo fuera de control o era solo yo?

– No -dije finalmente-. Tu hermano esta muerto y Belbo tambien, y ningun monton de muertes los traera de vuelta. El rio fluye solo hacia delante.

Clodia sonrio con pesar.

– Muy bien. Ese tipo nunca sabra lo cerca que ha estado de morir ahogado como un perro. Pero recordare lo que me has contado. No le quitare la vista de encima de ahora en adelante.

– Clodia…

– Si.

– Extiende la mano.

Lo hizo con la ceja enarcada, esperando algun truco. Coloque el anillo de su hermano en su mano abierta.

– Clodia suspiro, se estremecio, sollozo y respiro hondo para controlarse.

– ?Donde lo encontraste?

– Si te digo que lo encontre al lado de la Via Apia, ?estaras satisfecha?

Miro el anillo durante largo rato con tal expresion de ternura, que me di cuenta de lo tonto que habia sido al pensar que podia haberla herido. ?Que podia sentir por mi, o por cualquier otro hombre, comparado con lo que sentia por su hermano?

– ?Por que me lo has traido? ?Por que no se lo has dado a Fulvia? Ella es su viuda.

– Si, pero Fulvia ya lo ha superado. Esta planeando su proxima boda… y quiza la siguiente despues de esa. Mira hacia el futuro, no hacia el pasado.

Pero el hijo de Publio, el pequeno…

A ti te dejo la decision de si es tu sobrino el que debe tener el anillo. Yo decidi devolverselo a la persona que mas lo queria.

Apreto la mano alrededor del anillo y cerro los ojos. Una lagrima solitaria se deslizo por su mejilla.

Me di la vuelta y volvi sobre mis pasos. Cuando llegue a la esquina de la tienda mire hacia atras.

– Casi lo olvido dije-. Quiero invitarte a una boda.

– ?Una boda? ?En tu familia? ?No me digas que se casa tu hija, Diana!

– Me temo que si.

– Pero si es solo una nina. Ya no. El tiempo vuela.

– Pero no deberia ir. No soy pariente vuestro, ni amiga de la familia. Seria poco convencional.

– Mejor. Me temo que sera un matrimonio poco convencional. Entonces, tu hija sigue los pasos de su padre. La idea me hizo vacilar.

– Hasta la vista, Clodia.

Hasta la vista, Gordiano. Me lanzo una mirada de despedida y se reclino en las almohadas, poniendo el anillo en su pecho.

Atravese la pradera en direccion a donde estaba Davo. Clodia lo habia dicho a la perfeccion: Diana seguia mis pasos. Todos seguian mis pasos.

Si al menos supiera hacia donde me dirigia…

Si al menos tuviera la mas minima idea de lo que nos reservaba la vida…

Davo descansaba a la sombra de un roble. Cuando me aproxime, se puso en pie y se sacudio la ropa.

– Si al menos supiera hacia donde me dirijo… murmure en voz alta.

– Pero, amo, yo creo que es obvio.

– ?Que?

Sonrio.

– Ahora vamos a casa, ?no?

Lance un suspiro de alivio.

– Si, Davo. ?A casa!

Nota del autor

Las fuentes del asesinato de Clodio y del juicio de Milon son notables por si mismas. El texto del discurso de Ciceron en pro de Milon que nos ha llegado (probablemente una version corregida del que intento pronunciar, y mejorada para la publicacion) nos da una vision de los sucesos claramente arbitraria e injusta. Habria sido una gran historia aun en el caso de que fuera todo lo que tenemos para seguir adelante, pero no tendriamos ni idea de lo que realmente sucedio en la Via Apia.

(Y si Ciceron hubiera sido capaz de pronunciar su discurso intacto, Milon no habria sido condenado… Esa, al menos, fue la base de una amarga broma para Milon. Cuando Ciceron, orgullosamente, le envio una copia revisada, Milon senalo que habia sido una buena cosa que el orador no hubiera podido desarrollar un discurso tan conmovedor…, de otra forma Milon aun estaria en Roma y no desterrado en Masilia, disfrutando de sus magnificos salmonetes.)

Afortunadamente, durante el siglo siguiente, el erudito Quinto Asconio Pediano escribio unas guias de estudio para, que las utilizaran sus hijos cuando leyeran los discursos de Ciceron y uno de los comentarios que han llegado hasta nuestros dias analizaba el Pro Milone. Hoy en dia se lee como una especie de precursor del genero «crimen verdadero». Asconio nos da detalles fascinantes sobre las desesperadas maniobras parlamentarias y el frenetico control de los danos p r ambas partes tras la muerte de Clodio. Describe los entresijos del juicio, incluyendo la seleccion del jurado. Y lo mas importante, nos ofrece una version del asesinato completamente distinta de la de Ciceron.

En los dias de Ciceron, como ahora, los abogados de- la defensa no se avergonzaban de aparecer con fantasiosos e incluso vergonzosos puntos de vista para absolver a sus clientes. Entonces, como ahora, los juicios publicos y demasiado largos eran un problema, aunque la solucion pompeyana de un solo dia habria parecido demasiado radical incluso al norteamericano mas saturado de telejuicios.

El Pro Milone esta disponible en la edicion Penguin de los Selected Political Speeches de Ciceron, traducidos por Michael Grant, y en el volumen 14 de las obras ciceronianas de la Loeb Classical Library, traducido por N. H. Watts, que tambien incluye una version abreviada de los comentarios de Asconio. [Para la traduccion espanola de la presente novela se ha manejado el texto de «En defensa de T. Anio Milon», en Ciceron, Discursos IV, Biblioteca Clasica Gredos, 1994, edicion de Jose Miguel Banos Banos.] El texto completo de Asconio se puede encontrar en Commentaries on Five Speeches of Cicero, editados y traducidos por Simon Squires (Bristol Classical Press and Bolchazy-Carducci Publishers, 1990). Nuestro conocimiento de los tumultuosos sucesos del ano 522 a.C. Procede de numerosas fuentes de diversa importancia y confianza, a, saber, las descripciones y los comentarios de Apiano, Cesar, Veleyo Paterculo, Plutarco, Quintiliano y Dion Casio, y las cartas de Ciceron.

Crucial para cualquier descripcion del asesinato y el juicio es desentranar los detalles conflictivos y la secuencia cronologica de los sucesos Tres trabajos de historiadores modernos han hecho mucho por ordenarlo todo: la edicion comentada de Albert C. Clark del Pro Milone (Oxford at the Clarendon Press, 1895), Cicero and Milo de A. W. Lintott (The Journal of Roman Studies 64, 1974) y The Trial of Milo in 52 B.C.: A Chronological Study de James S. Reubel (Transactions of the American Philological Association 109, 1979).

En deferencia a su erudicion (y por la coherencia del relato), me he apoyado principalmente en la cronologia de Reubel.

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